Cerca del 1330 AC el ejército del rey Menepta regresó a Egipto con 13.000 penes cercenados a los libios derrotados. Los detalles se grabaron en un monumento en Karnak: generales libios 6, libios 6.539, sículos 222, etruscos 542 y griegos 6111. Vemos, pues, que esta costumbre, (trofeos de guerra en tiempos de guerra), se ha mantenido a lo largo de la historia.

Los soldados norteamericanos en Vietnam alardeaban, entre ácido y ácido, de saber cortar testículos y penes al vietcong. Recuerden que durante la segunda guerra mundial, las tropas yanquis en el Pacífico, se llevaban a modo de recuerdo cráneos, vértebras y diferentes huesos de los "japos" muertos. De hecho, en la revista Life de la época, una guapa chica, novia de un teniente, posó con una calavera a la que apodaron Tojo, para la fotografía de la semana.

Cortar cabelleras (las convertían en pañuelos y en elementos decorativos) fue una vieja costumbre guerrera escita, heredada a lo largo del tiempo por otras tropas. Los indios americanos son un claro ejemplo. Pero entre todos los trofeos, (que los hay igual de raros que macabros), cabe destacar el apéndice auricular. Las orejas han sido cortadas en todas las guerras, amputadas, expuestas, colgadas, etc.. Cuentan que los mongoles, tras la batalla de Leigniz, en 1241, llegaron a reunir nueve sacas. Otra vez la palma se la llevan los yanquis. Su ejército ha practicado esta vieja costumbre hasta antes de ayer mismo. Personalmente conozco a un ex marine que conserva dos collares de apéndices. (Con el tiempo, las orejas amputadas se arrugan y ennegrecen como pasas). Algún día os contaré la historia de este tipo. Merece la pena.