Un gesto automático casual efectuado por el homo erectus, (rascarse la coronilla), al intentar buscar la solución a un problema fundamental en ese instante, (conseguir que una piedra triangular rodase sin rupturas ni saltos en el camino), acabó enteramente repetido: al convertir el triángulo en círculo y apoyarlo sobre un eje, el homo erectus pudo trIunfar sobre los demás de su tribu, que prestos adoptaron ese tic ritual: rascarse la coronilla. Con aquél movimiento, los predecesores del hombre moderno lograban arrancarse las piojeras y liendres, y rendir tributo al óvalo primero, circunferencia después. Porque el génesis de la existencia, por otro lado una inutilidad demostrada, es el aro, el cero, el infinito condensado en su forma sexual remota: huevos divinos y coronillas llenas de parásitos rascados. Sobre esta dispar cuestión ando trabajando varios papeles: El conocimiento llegó al primate como respuesta: rueda, sirve para transportar elementos, para asesinar a los otros. La cabeza dura de los primeros habitadores, normalmente con una biofauna autónoma entre los cabellos, se vio inspirada de gestos. Y de esa manera brillante, la pauta de comportamiento acabó adhiriéndose a cualquier idea....