Me sorprende la lluvia primaveral. Admiro la belleza que representa, los brillos que la sostienen. Junto al sol, forma charcos azulados repletos de larvas. Algunas polillas, asustadas, se agarran a los aleros. Polillas y humanos, una combinación extraña. Estos días la tecnología anda enemistada conmigo. Un infortunio hace que el ordenador, éste desde el que escribo, se reinicie cada equis y acabe con los textos. Horror. Ese es el motivo por el que veo reducida mi producción a editar....

Apoyo el vaso con café sobre una revista doblada encima de la mesa del salón. No puedo quitarme de la cabeza los fantasmas cotidianos, mi inseguridad pesimista, no acabo de centrarme en lo que debo o no debo hacer.

En el salón, los reflejos del amanecer se mezclan con los ya vividos. Dos vidas en una, un cóctel revuelto altamente explosivo, un solo camino, "la pasión es una emoción crónica", aquello de los que nos hablaba Théodule Armand.

La lluvia entretiene mis pensamientos, divago mezclado con el vaho del café, cabalgo en una suerte de memoria ocasional que siempre me lleva hacia ti. El origen, sin duda.