Tienen una relación. Una relación de corazón de melón, abierta, cerrada, manifiesta, oculta, tierna, cruel, amable, odiable, antipática, simpática, abrasadora, helada. Ellos tienen una relación oxímoron que se dilata en el tiempo y los atrapa como moscas en una tela de araña.

La tela de araña de la habitación donde corrigen defectos. Defectos oxímoron conjugables en cualquier bañera: allí se transforman en pleonasmo, duda tibia de besos dulces con sabor a croissants de media tarde.

Apoyo el vaso con café. Leo su historia, la de ellos, arrebatados y exhaustos sobre un colchón mullido, demasiado blando para tanto ejercicio atlético. Varios detalles dan muestra de la locura relativa de los actos: sueñan en caníbal, que es una forma de soñar nada literaria: «Placeres espantosos y dulzuras horrendas»... otra vez el oxímoron clavado en el corazón.

Están relacionados apasionadamente. Cada vez que sale el sol o muere por el horizonte dejando el asta fina de la luna brillar y desprender canela sobre las estrellas veraniegas, un cometa de hielo y protones sobrevuela sus venas. Incendian todo, piromanía exclusiva de paradojas. Las de Jevons, Galileo, la paradoja del hotel infinito, de la banda esférica, de la serpiente: Si una sierpe empieza a comer su cola, acaba comiéndose absolutamente todo su cuerpo, ¿dónde estaría la serpiente, si está dentro de su estómago que, a su vez, está dentro de ella?..... ¿dónde entonces ellos?, ¿atrapados dentro de sí mismos, cada uno en el estómago del otro, cada cual en la garganta del amado, cada quién en el sexo bestial que los rompe y domina y subyuga y aniquila... reviviéndolos siempre?.

Tienen una relación. Han estado cerca de la muerte alguna vez. Han rozado el miedo otras más. Eso los diferencia y une. Son personajes oxímoron. Figuras lógicas que usan dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, generando un tercer concepto.

Y de la mano, mirándose los ojos enamorados, pasean por la alameda. Tienen una relación. Y, pienso, nunca va a acabar.