Amanece con rotundidad, el mar en calma chicha, los olores del cielo estampándose unos contra otros. No hay rastro de nubes ni viento, poniente cayó detrás de los cargueros de lontananza, desapareciendo definitivo.

Conocí a señora Asno el otro día. Me ha venido a la cabeza el vago recuerdo de su aspecto tintado. Tal vez este color naranja que inunda la ciudad me puso pensativo. Señora Asno es como muchísimas otras: pollino, jamelgo, cuatralba relinchadora. Tiene crines azabaches pintadas con una brocha enorme de tocador cargado de cosméticos. Y ligero porte adecentado por los tocados, gualdrapa cara de fino paño.

He conocido a muchas Asno en mi vida. Y señores Asno, por supuesto. La línea parental de todos determina la especie. Pero hacía mucho que no hablaba con ningún espécimen. Ahora, tiempos modernos de rotondas, híbridos y disco bares, proliferan otras damas por doquier. Señoras Gata, señoras Perro, señoras Cabeza de Pez, (alta cualidad de progenie y abundantísimas), señoras Macaco….. , Hipopótamo, y así toda una gama biodiversa y biodigerible.

A Asno no le gustan los gorriones. La vi dando coces en el suelo. De haber podido, estoy seguro que los habría ensartado en un mondadientes de madera noble. Y habría enviado el cuerpo del ave a disecar. Porque a la señora Asno le gustan los palillos del suelo, los veladores dónde despotricar, las tiendas excelentes, los paseos interminables por hipódromos de consumo compulsivo. Una excepción hace que se moleste sobremanera: los menesterosos envueltos en celofán de moscas verdes que piden en las grandes avenidas. En cada esquina de la urbe sacos de moscas empaquetan a un pedigüeño. De buenas ganas, madame Asno pasaría del relincho al galope delante de tanto paquete inservible. Dos pobres por metro cuadrado es demasiado para ella.

Conozco a muchas familias de postín en el zoo. Nobles y bien cuidados los equinos (rama antropológica) comen alfalfa en las terrazas enseñando lo masticado, la encía llena de paja machacada, perdigones atropellados al hablar. Y beben. Como las señoras Pez, pero con mayor insistencia.

La mañana, pues, se abre en canal. Ruido de transeúntes , muchos dispuestos a pasar el fronterín y adentrase en la jungla. ¿Qué hará a estas horas la cuadrúpeda?. ¿Lavará su dentadura con fino potingue?, ¿mirará su cara, acaso su cuerpo privilegiado de orondas lorzas?, ¿se sentirá la dueña del corral ante tanta familia Macaca, Colibrí, Pantera?, ¿agradecerá los servicios que presta el estado con tanta atención a los Asno? (alta alcurnia de pesebre).

En realidad no me importa mucho, el espectáculo está servido y don Sol ya ilumina sendas y veredas. Sin más, después de éstas letras, fumo un pitillo de hierbabuena y recojo mi celofán lleno de moscas verdes. Desde una esquina, la mía de siempre (orín y vómitos de borrachos), extiendo una mano y contemplo a los seres que deambulan alrededor. Los- las Asno aún descansan en sus cuadras.