Cuanto alboroto de días, lápidas, tumbas, crisantemos y aleluyas. Hasta agua bendita traída de Judea se ha visto por esta zona. Enseguida he ensoñado, pero, en un tris-tras diagonal, acabo admirando tradiciones paisanas. Flores de plástico, aerosoles limpia cristales, agua, jabón. Demasiado barullo.

A López (lleva poco tiempo de vecino) no lo han dejado en paz. Familiares con velas y fotos antiguas, (una es del gimnasio donde cultivaba su putrefacción futura –más desarrollada y pestilente por mor de los anabolizantes-).

Gentío variopinto, ganas de joder la paz ¿sepulcral? del camposanto. Vaya eufemismo. Pocos santos por aquí. Hay buenas personas, claro, pero no creo que alcancen eso que la iglesia cristiana llama santidad. Tal vez semejante denominación falsaria e ilusoria, pertenezca a los más hijos de puta. Porque hay muchos de éstos alrededor. Desde un punto de vista sociológico no es más que un calco de la vida.

Lo sé, lo sé. Estaba hablando de utensilios limpia epitafios: escaleras, escobas, fregonas, bayetas, estropajo. Cuanto derroche de veneración.

¿Nosotros?. Pueden imaginarlo. La eternidad es lenta y dura hasta que el último hueso se disuelve en la tierra. Por cierto, muy aburrida, créanlo.

Cada cual lo lleva como puede. No es lo mismo habitar junto a las moscardas comecarnes del sexto que congratularse desde una planta baja. Y las clases, por supuesto, ya he mencionado que todo es una réplica social, una suerte de meme. Los panteonistas y santo sacramento siempre con ínfulas ante la plebe, tanta escultura y fría comodidad de chalet se les sube más si cabe a la asquerosa calavera.

De noche es distinto. Hacemos crujir los huesos y por un extraño motivo (pienso que la aleación universal del ultra-mundo) cientos de polillas revolotean nerviosas y rápidas sobre el cementerio.

La vida de los visitantes prosigue. Oigo el tumulto, a los niños corretear encima del suelo de mármol. Por un momento entristezco, pero poco, en este lugar no se puede perder el tiempo con sentimientos, es obvio. Ya ha pasado un año. Una semana de visitas y hasta el próximo. Así son las cosas.

¿Incinerados?. De aquellos mezclados ya con la mar o el viento, apenas se. Sí de residentes en vasos y urnas, las cenizas a veces entran en conjunción, se entre mueven y lanzan pequeños destellos fluorescentes, puntos de luz que acaban estrellados contra cualquier esquina, dónde las polillas revoltosas copulan para fenecer.