Hacer realidad un sueño es algo hermoso y deseable. A menudo

observamos como los protagonistas de las películas alcanzan sus metas.

Muchas veces se verán obligados a superar grandes obstáculos para

lograrlo, otras; lo perderán todo en aras de iniciar un

viaje interior de mayor profundidad.

En el cine todo ocurre en un tiempo récord. Una película no deja de

ser vida condensada en una pequeña franja espacio temporal. Pero la

realidad siempre supera a la ficción en complejidad y, sobretodo, con un poco de suerte, en duración.

¿Cómo hubiera evolucionado el amor de Romeo y Julieta si hubieran envejecido juntos?

¿Cuál sería el verdadero final de desayuno en

Tiffanis; podrían compaginar bien sus vidas Paul, el joven escritor,

George Peppard en la vida real, y la bohemia y caótica Holly,

protagonizada magistralmente por Audrey Hepburn?

En nuestro día a día tomamos millones de decisiones, y actuamos como

trapezistas que se la juegan en el trapezio frente al público y sin

red. Por esa razón desarrollar cualquier tipo de proyecto es

arriesgado, requiere de fe ciega, perseverancia y un gran valor.

Cuando por fin uno ve crecer su sueño, entonces se siente con el deber

de mantenerlo. El sueño debe crecer y perdurar. Para la cual cosa se

requiere de una gran dósis de energía extra y de seguir tomando millones y

millones de decisiones vitales en el momento justo.

Pero en ningún caso será un camino de rosas, habrá que lidiar con

infinidad de obstáculos imprevisibles. Es importante estar por encima de las

opiniones de los demás y de las odiosas e inevitables comparaciones.

Pocos son los que celebrarán tus éxitos. Contarás con los dedos de la

mano a aquellos que te acompañen y animen en tus fracasos. Pero

recuerda que detrás de un fracaso hay grandes oportunidades de éxito,

y detrás del éxito siempre viene, necesariamente, algún fracaso. Es un

círculo que se retroalimenta. El círculo del aprendizaje. Por cierto,

esos pocos amigos que cuentas con los dedos de una mano, son más que

suficiente.

El éxito y el fracaso condicionan todo lo que hacemos. Pero muchas

veces hablan más de los demás que de nosotros mismos. Deberíamos

plantearnos que es el éxito ó el fracaso sin necesidad de mirar al

vecino.

Para mí el éxito de este año fue ver crecer sanos a mis hijos,

restablecer muchas de mis relaciones, y sacar un disco en el que puse

todo mi cariño. Puedo decir que este año fue importante para mí y lo

viví intensamente.

Planteate qué es el éxito para tí.

Olvídate de los demás y piensa sólo en lo que tú quieres,

en lo que tú necesitas.

Un truco: sé práctico y pónte metas a corto plazo.

Mucho ánimo y, ¡no dejes de creer en tí mismo!

Feliz 2016. La vida no espera, vívela.