Las enigmáticas figuras de la Isla de Pascua

¡En el aeropuerto de la Isla de Pascua y condenado a no poder ver la isla!. Parecía una terrible pesadilla pero era cierto: tras más de un día de vuelos y escalas desde Madrid, y un coste del transporte por encima de los mil euros, llego al lugar considerado el más aislado del mundo y al desembarcar del avión me comunican que el prometido recorrido por el mítico destino turístico no se puede realizar y que en apenas dos horas deberé volver al avión y abandonar la isla.

La Isla de Pascua y el altar de moais más numeroso

Es posiblemente la mayor contrariedad, por decirlo en fino, que me ha sucedido en mis muchos años de viajero. Pero empecemos desde el principio para explicar lo sucedido. Todo empieza cuando desde el aeropuerto internacional de Santiago de Chile se anuncia por megafonía el embarque a su hora prevista para el vuelo con destino a Papeete, la capital de la Polinesia Francesa, con una escala de varias horas en la isla de Pascua que incluye un recorrido en bus por los atractivos turísticos de la isla, incluyendo los enigmáticos "moais", las gigantescas esculturas de piedra volcánica que tantos interrogantes encierran todavía hoy.

El Ahu Tongariki con sus 15 figuras de piedra volcánica

Mientras me dirijo a mi asiento, en este viaje acompañado por mi mujer, compruebo que comparto vuelo con un grupo de autoridades militares chilenas que ocupan los asientos de primera clase. En ese momento no le dí más importancia pero pronto empezaría a constatar que esta presencia sólo iba a reportar complicaciones. Así, para empezar, comienzo a extrañarme cuando compruebo que pese a que se anuncia el inmediato despegue, va pasando el tiempo y el avión permanece en tierra.

Grupo de figuras conocido como Ahu Akiki

Cuando ya todo el pasaje empieza a impacientarse, se nos anuncia, por megafonía, que se está procediendo a una revisión técnica rutinaria del aparato antes de la partida. Así nos tienen más de una hora, hasta que por fin nos informan que se ha detectado una pequeña anomalía, al parecer la presencia de humedad en un lugar inadecuado, pero se nos asegura que pronto estará solucionado, por lo que debemos permanecer en los asientos.

Zona de la cantera donde se esculpían los moais

El tiempo va pasando y casi cuatro horas más tarde, cuando ya hay pasajeros al borde de la desesperación, nos comunican que todo está solucionado y que el aparato de la compañía Lan va a emprender el vuelo. El comentario general es que la presencia de los altos militares ha motivado que se extremen las medidas de seguridad y una rigurosa revisión de la aeronave.

Las gigantescas esculturas están diseminadas por toda la isla

Cuando por la ventanilla veo a Santiago en la distancia comienzo a hacer cuentas y deduzco, con estupor, que con las cuatro horas de retraso la llegada a la Isla de Pascua se producirá al caer la tarde y con muy poco margen de luz diurna para visitar la isla durante la escala del avión. Y así sucede. Cuando anuncian la proximidad del aterrizaje y alcanzo a contemplar tierra, el sol ya se está ocultando por el horizonte.

Moais con el moño o sombrero rojo al borde del mar

Trato de combatir mi desmoralización diciéndome que si los trámites de llegada son rápidos aún podré ver algunos moais. Y sí, es cierto que veo algún moai, para ser más exacto concretamente uno que hay en una zona ajardinada del aeropuerto, con el que me hago una foto. Triste consuelo pero será mi única prueba de que había estado en tan señalado destino. Y es que todo se pone en contra. Cuando estamos bajando del avión se acerca al mismo un grupo folklórico polinésico que acude a recibir a las autoridades militares y se ponen a interpretar danzas tradicionales al pie del avión. Podría haberme parecido algo curioso e incluso agradable, pero en aquellas circunstancias sólo contribuyó a irritarme más, ya que esta celebración paralizó la operación de traslado de los buses con los pasajeros hasta las dependencias aeroportuarias los suficientes minutos para que las primeras sombras de la noche se proyectaran sobre el entorno. Definitivamente, me quedaba sin ver la Isla de Pascua pese a estar pisando su territorio, del que se dice que es el más aislado del mundo ya que se encuentra en pleno oceano Pacífico y la tierra firme más cercana, salvo islitas de poca monta, está a cuatro horas de avión.

Algunas de las estatuas están en bellos lugares

Durante años cada vez que recordaba lo sucedido no podía evitar un ramalazo de indignación. Un sentimiento que me persiguió durante mucho tiempo y sólo superado cuando pude visitar de nuevo la isla, para lo que tuve que esperar nada menos que 16 años, eso sí, pernoctando en ella durante dos noches y para descartar que imprevistas contingencias me volvieran a frustrar este destino.

La playa de Anakena, una de las más atractivas de la isla

Dos días es tiempo suficiente para visitar la isla ya que apenas tienen 24 kilómetros de larga y 12 de ancha. Como los atractivos de la isla, especialmente los moais, están desperdigados por el perímetro costero, y no hay autobuses urbanos, yo recurrí a un coche de alquiler aunque también se puede hacer el circuito turístico con una agencia de turismo y con taxi, e incluso andando, si se dispone de mucho tiempo.

El crater del volcán Rano Kau es una laguna

Hay casi un millar de grandes esculturas censadas en la isla, y cuatro los puntos más destacados para contemplarlas. El más importante es el “Ahu Tongariki”, una especie de altar con 15 piezas gigantescas de hasta 10 metros de altura, el conjunto más numeroso. Le siguen el Ahu Akivi, con siete de estas figuras y el Ahu Nau Nau, con cinco, cuatro de ellas con una especie de moño o sombrero rojo y situado en la playa de Anakena, la más bella de toda la isla. El otro punto de moais relevante es la antigua cantera en la que se esculpían estas figuras y donde quedaron numerosas de ellas en diversas fases de ejecución. Pese a los numerosos estudios efectuados sobre estas construcciones, todavía se desconocen muchos aspectos de ellas, aunque se descarta que fueran dioses y se cree que se trataba de representaciones de difuntos.hay otras muchas diseminadas por toda la isla, unas levantadas y restauradas, y otras muy deterioradas y volcadas. Hay otro importante lugar para visitar que es el volcán Rano Kau y ascender hasta el cráter, convertido en una gran laguna de un kilómetro de diámetro.

Un pascuense polínésico, la población autóctona

La capital y único núcleo urbano, ya que la isla apenas cuenta con cinco mil habitantes, es Hanga Roa, donde se encuentran la gran mayoría de servicios y hoteles. La pregunta que muchos se hacen es si vale la pena hacer un viaje tan largo, pesado y caro para ver, básicamente, los moais. Me imagino que sobre esto habrá diversidad de pareceres pero lo que sí es cierto es que gracias al misterio que encierran estas asombrosas esculturas, magnificadas por crónicas y reportajes, la Isla de Pascua se ha convertido en un destino mítico.

Anochecer sobre la Isla de Pascua

TODAS LAS FOTOS DE MANUEL DOPAZO