La tierra tiembla bajo nuestros pies, la ceniza te asedia, los rugidos de la montaña son tremendos, una situación auténticamente sobrecogedora, pero por fin estoy aquí, viendo con mis propios ojos un espectáculo impresionante: el volcán de La Palma en todo su esplendor. Solo un pero: lo que para los visitantes es un acontecimiento único, para muchos lugareños es una pesadilla y una desgracia. 

La fuerza del volcán asombra a los espectadores Manuel Dopazo

A primeros de septiembre, antes de saberse nada sobre el volcán, ya tenía reservado los vuelos hasta Canarias, incluyendo las conexiones interiores entre las islas, para visitar a primeros de noviembre las Canarias, pero cuando el día 19 de septiembre el volcán de La Palma entró en erupción, comencé a estudiar la posibilidad de hacer una escapada, consciente de lo que podía ser una oportunidad única de ver, en vivo y en directo, un volcán en todo su esplendor, y no pequeños simulacros que ya había contemplado, tales como los cráteres humeantes en la isla de Java, y los resplandores rojizos nocturnos del volcán Arenal de Costa Rica. Experiencias que viví con gran intensidad pero que palidecían frente a la gigantesca actividad que derrochaba el volcán de Cumbre Vieja en La Palma como veíamos en todos los informativos. 

El volcán de Cumbre Vieja en plena erupción Manuel Dopazo

Como la isla de la Palma no se encontraba en mi itinerario inicial por Canarias, barajé las distintas opciones que tenía y las únicas factibles eran desplazarme hasta La Palma desde Tenerife, aprovechando mis cinco noches de estancia allí, al estar ambas islas comunicadas por mar y aire. Rápidamente descarte el avión por la frecuente suspensión de vuelos en función de circunstancias tan aleatorias como la dirección de los vientos, que podían impulsar las cenizas y los humos hasta el mismo aeropuerto. Me quedaba la opción del barco. Tenerife y La Palma estaban conectadas, en noviembre pasado, por dos compañías de ferry, una que presta dos servicios diarios, al amanecer y al anochecer, con una duración del trayecto de menos de tres horas, y otra con un único servicio que, descarté de inmediato, porque se prolongaba más de 7 horas. Intenté la opción de pernoctar en La Palma pero la ocupación hotelera durante mis fechas disponibles, que coincidía con un fin de semana, era prácticamente completa. 

Imagen de la humeante colada de lava Manuel Dopazo

Ante esta tesitura, busqué en internet la existencia de viajes programados al volcán y localicé dos posibilidades, ambas con ferry incluido desde Tenerife y estancia de medio día en La Palma. La diferencia es que una era diurna, e incluía una visita a distintos puntos de la isla y apenas 30 minutos para ver el volcán desde un mirador. La segunda era nocturna y prácticamente se centraba en el volcán, con vistas desde distintos miradores a lo largo de toda la noche. Obviamente me decanté por la segunda ya que me permitía contemplar el volcán durante varias horas y por la noche, en todo su esplendor, ya que por el día el color de la lava es prácticamente inapreciable. Iba a ser la primera vez, en muchos años, que hacía un viaje en grupo, algo casi incompatible con mi concepción de viajar, pero no encontré otra alternativa para ver el volcán, y era una oportunidad única que no podía desaprovechar.  

El volcán desde un mirador de el municipio de El Paso Manuel Dopazo

Eso sí, estuve apurando la reserva hasta apenas unos días antes ya que hasta los más expertos vulcanólogos desconocen cuánto puede durar la actividad del Cumbre Vieja y siempre existe la posibilidad de que cese de forma fulminante y el volcán te deje compuesto y sin novia. Por fin, es jueves el día fijado, y a las 5 de la tarde, Charo, mi mujer, y yo, partimos en autobús del Intercambiador de Guaguas de Santa Cruz de Tenerife, en dirección a Los Cristianos, la localidad del sur de la isla desde donde parten los barcos hacia La Palma. Nos proveemos de biodramina porque nos lo aconsejan contra los mareos marítimos. Al llegar al puerto de Los Cristianos la aglomeración es brutal, consecuencia especialmente de dos factores, es fin de semana y los vuelos a La Palma están suspendidos ese día por motivos de seguridad, por lo que la única posibilidad de llegar a La Palma es en barco. “Menos mal que tenemos la reserva del ferry”, comentamos mientras abordamos el barco entre un gran bullicio. Cuando el ferry parte, pasadas las 7 de la tarde y ya noche cerrada, comprobamos que aún queda algunas plazas libres, y es que la nave tiene una capacidad superior al millar de pasajeros. 

Las fotos nocturnas del volcán con cámara precisan de un buen trípode Manuel Dopazo

Llegamos al puerto de Santa Cruz de La Palma sobre las 10 de la noche, sin apenas notar el más mínimo balanceo del barco en todo el trayecto, y allí nos espera la guagua. El autobús va al completo y nos dirige inicialmente a un restaurante para la cena, mientras el guía explica que parte de los beneficios de este tour irá dirigido a ayudar a los damnificados por el volcán. Tras reponer fuerzas y muchos recurrir al café para la noche que nos espera, reanudamos la marcha. El guía comenta algunos detalles de la isla y añade que confía en que “está noche haya suerte” porque “ha habido noches que me han dado pena los viajeros ya que han pagado el tour y solo han visto humo salir del volcán porque su actividad era mínima”, comentario que nos deja un poco inquietos aunque añade a continuación que “parece que hoy van a tener suerte ya que me dicen que el volcán está furioso”. 

El volcán escupe fuego en plena noche Manuel Dopazo

El balanceo del bus es continuo ya que circulamos por carreteras sinuosas y de gran pendiente. Tras una hora larga de marcha se nos anuncia la primera parada para ver el volcán: la expectación se enfría porque la visión no es la esperada: la gran humareda que emite cubre todo el cono de la montaña. Tanto es así que se opta por dejar este mirador para el regreso y seguir la ruta hacia el mirador de El Time, situado en lo alto de una estrecha y endiablada carretera, que pone a prueba la habilidad del chófer especialmente en la plena oscuridad total de la noche. Por fin llegamos al mirador y el impacto de la panorámica es brutal: frente a nosotros tenemos una vista del valle al completo con el volcán enfrente emitiendo fuego a borbotones y las coladas atiborradas de lava cual gigantescos regueros de sangre. Es mismamente la imagen que uno se imagina de un volcán en erupción. No exagero al decir que pasamos allí casi una hora extasiados con lo que tenemos frente a nuestros ojos.

La iglesia de la plaza de Tajuya, el mirador más famoso Manuel Dopazo

La marcha prosigue y la siguiente parada que se nos anuncia es la de Tajuya, junto a una pequeña iglesia, en el municipio de El Paso. Es el mirador mas famoso porque es el utilizado por las televisiones y medios de comunicación para informar del volcán. También es uno de los miradores más cercanos al volcán, del que le separan 3,3 kilómetros. Sin embargo, nuestro gozo en un pozo, ya que al llegar el autobús la Guardia Civil nos impide bajar y nos prohíbe la visita por la “alta toxicidad del aire”. Conductor y guía del bus no se rinden y nos llevan a otro punto de El Paso cercano donde no hay controles policiales y también se aprecia el volcán. Desde allí se divisa claramente el cráter en plena actividad, expulsando lava y otros materiales. Es en este lugar donde, mientras sacamos fotografías, muchos de los presentes notamos una sacudida del suelo. Pocos después nos enteramos que se trataba de un terremoto de 4,6 grados, una intensidad considerable, aunque hay que tener en cuenta que en el exterior los seísmos se notan menos que si estás en el interior de un edificio. Lo que sí notamos todos, en los oídos, es el reiterado ruido que emite el volcán, como si el cráter fueran las fauces de una enorme fiera rugiendo.    

Desde el mirador de Tajuya las vistas del volcán y, especialmente, de las humeantes coladas, son magníficas Manuel Dopazo

Tras esta parada convencemos al guía para que insista otra vez en el mirador de Tajuya, y hacia allí nos dirige. Llega el autobús y constatamos que, cuando son sobre las 4 de la madrugada, no hay ningún control, por lo que bajamos a sacar imágenes desde un punto que casi todos los viajeros reconocemos por la cantidad de veces que ha salido en los telediarios. Una presencia de 50 personas no puede pasar desapercibida e instantes después aparece un guardia civil, quien informa a su superior de nuestra presencia. Hay instantes de suspense hasta conocer si nos van a desalojar de la zona, pero al final parece que la toxicidad ha descendido y el guardia civil se marcha sin más requerimientos. A este respecto hay que reconocer que incluso con la mascarilla puesta yo mismo puedo apreciar las partículas de ceniza que flotan en el aire y que a veces te irritan ligeramente la vista. El suelo que pisamos, completamente negro, es testigo de la gran acumulación de cenizas y residuos de la erupción.  

El cráter emite una constante y densa columna de ceniza y humo Manuel Dopazo

El tour por el entorno del volcán prosigue y nos permite otra parada para contemplarlo desde una nueva perspectiva, con la suerte de que en algunos momentos la densa humareda de ceniza y piedras que sale del Cumbre Vieja es orillada por el viento y nos facilita ver el mismísimo cráter emitiendo fuego. He de decir sobre las medidas de seguridad que en ese día en La Palma sólo era obligatoria una mascarilla, cualquiera de ellas, ni siquiera se exigía la FFP2, y menos otras protecciones que solo se recomendaban, como unas gafas especiales contra la ceniza.  

El cráter del volcán vomitando lava Manuel Dopazo

Todavía es noche cerrada cuando la guagua enfila el camino de regreso hacia el puerto de Santa Cruz de La Palma. Aún no ha amanecido y ya el ferry pone rumbo hacia Tenerife a las 6,30 horas. Un mar en calma propicia un tranquilo viaje de vuelta. En el puerto de los Cristianos, un autobús de la compañía del Ferry nos traslada hasta la capital de la isla. La experiencia ha sido, pese a las limitaciones de tiempo, muy positiva. Sin embargo, informo a cualquier interesado, que esta experiencia no se puede repetir ya que he sabido que este tour nocturno, que se efectuaba 2 ó 3 veces por semana al volcán, se ha suprimido, aduciendo la empresa “la sensible pérdida de fuerza del volcán”. Ahora desde Tenerife, en excursión de un día, solo se puede hacer el diurno, tour que no aconsejo porque por el día solo se aprecia salir del cráter humo y ceniza, y apenas tienes 30 minutos de parada en la zona volcánica. La única opción, por tanto, es hacer al menos una noche en La Palma. 

Una experiencia inolvidable Manuel Dopazo