¿La ironía es un buen vehículo para contar la realidad?

No creo que sea una opción. Está incorporada a nuestra forma de pensar. No pensamos de una forma plana o irónica. Vemos las cosas desde varios ángulos al mismo tiempo y la ironía es uno de ellos. En alguna ocasiones la ironía es más útil y en otras menos, pero siempre está ahí presente, forma parte de nuestro ADN.

En su última novela recupera a su particular investigador, su antihéroe sin nombre, que ya apareció en El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y La aventura del tocador de señoras.

Es un personaje un poco fondo de armario. Cuando tengo ganas de contar una cosa rápida, hacer una caricatura del momento, no un mosaico histórico, entonces este personaje me resulta muy útil, primero porque ya lo conozco muy bien y tenemos muy buena relación y luego porque tiene una forma de ver las cosas, de posicionarse y de contarlas que me gusta mucho... Hablo de él como si yo no tuviera nada que ver en las cosas que le pasan y en parte es así. Es un personaje que de vez en cuando se me mete en casa y prácticamente me dicta las novelas. Con esta última me pasó eso.

Sus personajes son histriónicos, esperpénticos, pero hacen reflexiones que a veces te amargan la sonrisa.

No hay un humor limpio por decirlo que alguna manera, el humor sin contenido no existe. A lo mejor a alguien le hace gracia lo de la tarta en la cara. El humor ha de tener un componente no solo de disparate sino también que tenga que ver con la realidad. Yo escribo libros serios y libros de humor. Y creo que los de humor no tendrían sentido si no escribiera libros serios. Hay muchos escritores que solo escriben libros de humor pero a mí me parece que les falta una dimensión.¿Haría buena pareja este personaje con Carvalho, el detective de Vázquez Montalbán?

Es importante porque, primero Vázquez Montalbán y yo éramos muy amigos, y además yo me sentía muy cómodo porque Carvalho era el hombre serio y el mío el disparatado. Él era el comprometido políticamente y el mío el que no se entera. Decían que nos habíamos repartido la ciudad, como los mafiosos, el tenía la parte alta de la ciudad y yo la baja. Cuando murió Manolo, además de que me dejó un gran vacío personal como amigo y como compañero, pues este personaje se quedo sin la competencia y eso siempre es malo. Yo no habría sacado a la luz este personaje si no hubiese existido Carvalho antes.

La biblioteca de Eduardo Mendoza no tiene muchos ejemplares porque regala los libros una vez leídos, a no ser que sean muy buenos o de algún amigo. ¿Qué libros guarda?

Es verdad. Tenía que optar entre quedarme con todos los libros que me envían o que me compro, lo que me obligaría a comprar El Escorial, o empezar a tirar. Y yo creo que hay que tener pocos libros, los imprescindibles, y luego si quieres releer uno pues lo vuelves a comprar. A partir de un momento en la vida uno deja de interesarse por las novedades en todos los sentidos y empieza a releer, en todos los sentidos. Y ahora pues conservo los clásicos, las novelas que me gustaron mucho ... como la novela rusa, Dickens, Balzac, eso lo voy leyendo siempre. Y luego algunas policiacas que me han encantado, algunas novelas modernas y poco más.

Y la Biblia.

Sí, sí, la Biblia que es como los clásicos. La Biblia no tiene muchas enseñanzas y yo no soy religioso. Es un libro espantoso, todos son asesinatos y elecciones. Pero es un clásico y aparte de que es muy entretenida de leer, lo que me gustan son los comentarios a pie de página que han dado ocasión a muchos estudios y eso es un placer.

¿Cómo se llega de La verdad sobre el caso Savolta a Sin noticias de Gurb o El enredo de la bolsa y la vida?

Pues a trompicones. Soy un escritor muy poco sistemático y muy caótico. Cuando estoy escribiendo un libro siempre tengo la sensación de que es el primero y el último. No sé lo que haré después. Ya me parece increíble que este detective forme parte de una serie de cuatro libros. Todo lo demás voy dando bandazos, si ya he hecho una cosa no quiero hacerla de nuevo. Siempre he ido cambiando. Aunque hay escritores a los que eso no les preocupa.

Ha pasado mucho tiempo desde que usted hizo de traductor entre Felipe González y Ronald Reagan en los años 80 ¿Fue interesante esa conversación?

Mucho ha llovido. No puedo decir nada pero tampoco es un secreto que este tipo de conversaciones son muy generales. Son una toma de contacto, es poner cara a lo que si no sería un ente abstracto. No hay mucho más.

¿Cree que son más importantes los temas que tratan hoy en día Rajoy y Merkel?

Pues sí, por supuesto. Estas reuniones concretas son más interesantes, lo otro es un poco de salón pero tiene importancia porque son ya dos personas con cara las que hablan cuando tienen que tratar otras cosas. Ahora no sé si hay mucho que decir. La verdad es que ahí ando tan perdido como todo el mundo. Ya no sé si todo depende de Angela Merkel o si somos nosotros los que tendríamos que organizarnos un poco dentro de casa.

Usted habla varios idiomas. ¿Cómo ve que ningún presidente de este país hable inglés?

Me parece mal. Me parece mal que no hablen idiomas, no solamente inglés. Una persona culta pública tiene que saber por lo menos tres idiomas o cuatro, no solamente porque tiene que poderse mover sin depender de un intérprete, cosa que impide el contacto personal, sino porque además es una actitud ante la vida. No saber más idioma que el propio cuando se es un personaje público es un signo de ser cazurro.

¿Tiene esperanzas en la clase política?

Ninguna. Vamos muy mal y no debería ser así. Siempre he defendido que la clase política es honrada y eficiente con excepciones y las excepciones son las que llaman la atención, las que salen en la prensa, pero el conjunto es tan bueno como todo lo demás. Pero ahora estoy empezando a dudar, a invertir los términos. Es verdad que no en todos los colegios pegan a los niños, no en todas la residencias atan a las ancianas, no en todas las discotecas se producen avalanchas... En el caso de los políticos resulta que sí, que en todos se producen avalanchas y eso es un poco triste y no sé cómo hemos venido a parar a esto. Quizá es lo que nos merecemos... En las elecciones vota una minoría mínima porque la gente se desencanta, eso es peligroso porque se está deshaciendo la democracia, no solamente en España, en el mundo occidental.

En su condición de catalán, ¿cómo ve la polémica en torno a la posible independencia de Cataluña? ¿Lo ve como estrategia política o como realidad?

La verdad es que no tengo las ideas muy claras. Por supuesto que hay un aprovechamiento y una estrategia, pero sí es verdad que hay un movimiento no minoritario. Siempre ha habido un malestar, un descontento, un desencuentro, un conflicto que se arrastra desde hace siglos que nunca se llega a abordar de una manera clara. Los que nos interesamos por la historia vemos que este mismo conflicto ha ido reapareciendo continuamente y los conflictos hay que ventilarlos. Pero nunca se ha encarado bien. Lo que se está diciendo en Cataluña son una sarta de disparates, pero lo que se dice en contra fuera son disparates también.

¿Pero ve factible la independencia?

Bueno, da la impresión, y me remito sobre todo a la prensa extranjera, que lo que hace unos años era una fantasía ahora es un hecho que se puede considerar. Lo cual ha dado muchos ánimos a los independentistas porque en vez de sentirse bichos raros pues ven que hay una posibilidad de que eso se generalice y otras zonas de Europa opten por la misma vía. Los tiempos han cambiado, Europa no es lo mismo y hay una cierta sensación de que es viable. ¿Conveniente? Eso ya no lo sé...

¿Firmó el manifiesto en el que intelectuales catalanes apoyan el federalismo y rechazan la independencia?

No me lo preguntaron, la verdad, lo cual me alegra porque no sé qué hubiera hecho. Yo soy muy poco partidario de firmar manifiestos. No creo que contribuyan a esclarecer nada. Se ve más al que no está que al que está y creo que los intelectuales tenemos que pronunciarnos pero individualmente. Hay momentos en que sí, si hay un suceso de condena a muerte, entonces sí hay que alzar la voz colectivamente.

Nos enfrentamos a grandes recortes en cultura y educación. ¿Cómo ve el futuro?

Mal. Lo veo muy mal. Precisamente cuando hay una crisis, y vamos a tener cada vez más problemas, es cuando más necesitamos educación y cultura, porque si no ya estamos mal y estaremos cada vez peor.

¿Por qué eso que ve todo el mundo no lo ve quien lo tiene que ver?

Pues no sé por qué... Claro, la cultura y la educación son el eslabón más débil porque la protesta es imposible o muy pequeña. Si cierran los teatros no pasa nada. Si los maestros no van a clase un día no pasa nada. No es lo mismo que paren los aviones. Pero es muy pernicioso, porque cuando las cosas van bien no hay que preocuparse de la educación, no hace falta que la gente sepa leer y escribir. Pero claro cuando las cosas van mal es cuando más se necesita gente preparada. Y eso es lo que estamos descuidando. Por eso nos irá mal, fatal.

¿Y de qué nos sirve la UE?

Cuando uno viaja por los países donde todavía la sombra de las guerras mundiales están muy presentes y ve lo que es ahora Europa pues se nota que ha cambiado mucho, lo que pasa es que es aburrido. La II Guerra Mundial es más divertida que una sesión de Bruselas, pero puestos a elegir me quedo con Bruselas. Viendo de dónde venimos, poder ir por muchos países sin pasaporte, los Erasmus... Con todo lo malo que tiene, me parece un proyecto fantástico y grande. Si saliera bien sería una gran cosa. Ahora parece difícil que pueda salir adelante y si sale será introduciendo grandes cambios. La idea pareció tan estupenda que muchos países pensaron que recibiríamos dinero y no tendríamos que trabajar. Ahora estamos pagando un poco las consecuencias de uno de los grandes males de nuestro tiempo que es la frivolidad, no tomarse las cosas en serio, nos ha conducido a una situación nefastas y podría conducirnos a una situación además trágica.

Relación con otros escritores«Respeto a Javier Marías, aunque yo no hubiera renunciado al premio»

Javier Marías, Javier Cercas o Juan Marsé son algunos de los autore que dicen maravillas de las obras de Eduardo Mendoza. Y sobre todo el primero, a quien le une una ya vieja amistad y que ha dicho de él que es «el autor con más gracia de la literatura española de los últimos treinta años». Mendoza asegura que «parece que tenemos una sociedad de bombos mutuos, pero no es así». Y responde que «Javier Marías es el hombre que mejor escribe en España en estos momentos, el que mejor domina la literatura, aunque no estemos de acuerdo en el fútbol porque él es un fanático merengue y yo un fanático del Barça». Sobre la renuncia de Marías al Premio Nacional de Literatura, el catalán afirma que «me parece muy respetable, aunque yo seguramente no lo hubiera hecho, hubiera ido corriendo a coger el dinero». Y continúa: «Sé que es un hombre muy consecuente que no quiere no solo premios sino tratos institucionales, mantiene esa independencia y yo lo respeto muchísimo». También dice Marías sobre Mendoza que «es un caso excepcional en un país que suele triturar al que sobresale». «Es cierto -afirma-, es un país que tolera mal el éxito, pero no es un mal de España sino de la naturaleza humana. Aquí se procura hundir el éxito, a la gente le divierte el fracaso».