«El sentimiento de musicalidad durante la evolución de la línea. La sorpresa que produce el cantar de un color al lado de otro, ambos imaginados. La tensión exultante y la calma, el tiempo diferente, la duración, la memoria independiente». Como una relación íntima entre la pintura y la música definía el proceso de creación artística uno de los artistas más destacados de la abstracción española, Pablo Palazuelo (1915-2007). Y esa vertiente es la que se ha rescatado en la exposición Calcografías musicales, con la que el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante abrirá la temporada el próximo día 13.

Una treintena de obras, entre pinturas y dibujos, conforman esta muestra, organizada de forma conjunta entre el Centro de Arte Tomás y Valiente de Madrid y el MACA, que aborda por primera vez de forma monográfica el estudio pictórico de la música realizado por el artista a lo largo de su trayectoria, con piezas de centros tan destacados como el Reina Sofía, el Macba, el Museo Patio Herreriano de Valladolid, la Fundación La Caixa y, sobre todo, la Fundación Palazuelo. Unas obras que el pintor, escultor y poeta, que destaca por la originalidad de sus trabajos en los que se aparta de las tendencias de los artistas de su generación, realizó pensando en obras musicales, y también que reflejan este elemento como hilo conductor de su trayectoria.

Por eso será una oportunidad única para ver algunas obras que no se han expuesto hasta ahora. Y también, de conocer piezas de gran relevancia, como las de la serie El número y las aguas, integrada por 19 cuadros realizados entre 1978 y 1993. Precisamente este fue el inicio de una aventura que Palazuelo, ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas y del Premio Velazquez, entre otros, inició en 1978 junto al músico belga Frédéric Nyst. Con él consiguió transformar las formas geométricas en música a través de una máquina en el Centro de Automatismo Musical de París. En ella introdujo los trazos y salieron convertidos en música, que se grabó en un disco. Y ese disco se podrá ver pero también escuchar en la exposición que que estará en el MACA hasta el 8 de diciembre.

«En 1978 hice una serie de dibujos y gouaches pensando mucho más conscientemente en la posibilidad de una notación musical. Aquellas obras, tituladas Cantoral, eran la expresión de lo que yo entonces creía y aún sigo creyendo posible. Veía el paralelismo entre los signos gráficos y la música porque pensaba que la música se podía transcribir gráficamente por medio de dibujos», aseguraba el artista sobre su obsesión creativa en torno a la música.

La relación entre la música y Palazuelo viene de la época de París, a donde se trasladó tras finalizar la Guerra Civil. Allí coincidió con el alicantino Eusebio Sempere y también con Eduardo Chillida. «Su pintura es de gran rigor científico y matemático, y por eso la proximidad con la música es muy grande», asegura Rosa María Castells, conservadora del MACA y comisaria de la exposición junto a Alicia Ventura. «Hay unos primeros dibujos que hace sobre pentagramas que ya titula con términos musicales, como ritmo, composición, fuga. Algunos que tienen significado también en pintura».

Castells destaca piezas de la Fundación Palazuelo que se exhibirán por primera vez, dibujos de la etapa de París y también de las maquetas de los decorados que le encargó la esposa de Kandinsky para la ópera Sonoridad amarilla.