Se creó un breve y anunciador silencio, se alzaron cientos de móviles y apareció el héroe de la noche. Alrededor de 3.000 personas le saludaban a coro desde el ruedo, el tendido y las gradas de la Plaza de Toros de Alicante al tiempo que arrancaban los primeros acordes. Bunbury, vestido de blanco, aplazó la entonación del «buenas noches» para empuñar directamente el micrófono por el que dirigiría un concierto en claros dos tiempos: para los de antes y para los de siempre.

«Danzar y dar la bienvenida» fue lo primero que sonó a las 22:30 horas, cuando sobre el escenario del internacional zaragozano se encendían unos enormes focos blancos por los que solo se veía pasar el humo. De pronto, apareció la sombra de uno de los músicos a modo de calentamiento para una gran ovación que, tras ser descubierto el protagonista sobre la tarima, acabó en un unísono «Enrique, Enrique, Enrique...». La ceremonia de la confusión fue el tema que abrió la noche.

Enrique Bunbury estrenó su álbum Expectativas el pasado octubre y ayer se trajo parte de él a Alicante. En concreto, cinco temas: el de apertura, La actitud correcta, En bandeja de plata, Cuna de Caín y Mi libertad. Fueron, en este orden, las canciones del inicio, que cogió a más de uno por sorpresa y le dejó con cara de «dónde está mi Bunbury».

Pero él ya había avisado. «Venimos con el álbum Expectativas y, también, por supuesto, haremos un recorrido por todas las épocas», explicó el músico durante los primeros minutos. La euforia por el anuncio del paso por otros tiempos se manifestó pronto entre el público, que unió fuerzas para romper en un aplauso.

No obstante, mientras que el tendido parecía ver desde fuera «el primer tiempo», la zona del ruedo se había aprendido la lección. Lo habían hecho y con mucho gusto, o al menos eso es lo que se percibía cada vez que el zaragozano ofrecía su micrófono y lo acercaba a las miles de personas que se reunieron ayer.

A la fantástica actuación, invadida por el rock puro y una gestualidad difícil de imitar, se le sumó la interrupción de los primeros temas de otras épocas. Sonó Tesoro, del álbum El espíritu del vino de 1993, y, a partir de ese momento, los decibelios de la plaza tuvieron el aumento como única dirección. El anzuelo, El rescate, Despierta o Héroe de leyenda siguieron hilando la noche a través de una plaza que, ya entonces, se había sumado a la fiesta de lleno. Momentos como el de Maldito duende hicieron estallar el ruedo.

Con el domingo ya empezado, Bunbury se comenzó a despedir de los asistentes. Ya había lanzado su dardo al panorama artístico actual con las dos canciones de su nuevo álbum que cuentan aquello de «La calle va por dentro y no tienes ni puta idea de rock and roll», en Mi libertad, o «citas grupos que están de moda», en La actitud correcta. «Te falta ese no sé qué que no sé lo que es», escribe y canta también como crítica el músico en este último título. Algo que sí saben y tienen muy claro sobre él quienes pusieron ayer toda su energía a disposición para disfrutar con la magia -apoyada por un saxofón brillante, sobre todo en el inicio- de un héroe que lleva más de treinta años de biografía musical a sus espaldas.