Habla de reconstrucción más que de restauración porque «estaba destrozado». El experto organero Frédéric Desmottes es el autor del proyecto para recuperar el órgano de la Concatedral de San Nicolás. Lo hizo en 2017 y en mayo de este año se puso manos a la obra, tras anunciar la Diputación Provincial en diciembre de 2018 que asumiría el coste, que se cifra en 366.000 euros.

A lo largo de estos meses, Desmottes intenta darle una nueva vida a este instrumento que él mismo definió como «un enfermo en la UCI» debido al mal estado en el que se encontraba. «Ha tenido muchas reformas, ha sufrido saqueos en diferentes épocas y el material utilizado en la última intervención era muy malo».

Partiendo de esta premisa, solo ser podrán conservar la caja del órgano, que es la pieza más valiosa ya que se construyó a finales del siglo XVI, lo que la convierte en la más antigua de la Comunidad Valenciana y la quinta de España, y la cadereta -parte que está a la espalda del organista-, construida en el siglo XVIII, firmada por el famoso organero Matías Salanova. «El resto es todo nuevo porque estaba destrozado, dentro no queda nada histórico».

Desmottes, responsable también de la restauración de los órganos de la Catedral de Cuenca o la de Segovia, entre otras muchos, asegura que para el diseño del instrumento hay que adaptarse a varios parámetros. «La parte económica, el espacio del instrumento y el espacio en el que esté», aunque «eso no quiere decir que cuanto más grande sea el espacio más grande tiene que ser el órgano, lo importante es hacer algo equilibrado entre lo que se quiere del instrumento a nivel musical y el edificio».

Por eso, el primer paso fue tener claro, con el párroco Ramón Egío y el organista del templo, para qué repertorio se quiere utilizar. «Las cualidades que debe tener un órgano como este es servir lo mejor posible al repertorio, ser polifónico, que se oigan todas las voces y no se mezcle el sonido con la acústica». «A partir de ahí -destaca- hicimos el proyecto, posteriormente el estudio técnico en el taller, el diseño del instrumento adaptándolo a las cajas que hay y después empezamos la construcción de todas las piezas: tubos de metal y de madera, teclados, mecanismos, secretos, fuelles...».

En el taller Desmottes se han fabricado ya los 2.343 tubos de metal que se integrarán en el órgano, «de una aleación de plomo y estaño porque es más maleable a la hora de moldearlos; fundimos el metal en el propio taller y se adaptan para dejarlo al grosor regular que tiene que tener. Es un proceso costoso». Tendrá tres teclados manuales y un teclado de pedal, además de 39 registros.

En principio, será en el mes de noviembre cuando el organero y su equipo se trasladen de nuevo a Alicante. «El próximo paso es desmontar lo que hay dentro de la caja para tener la medida exacta del espacio que hay para colocar el instrumento que estamos haciendo, de manera que podamos hacer la estructura interna que va a sujetar el órgano nuevo y no poner nada encima de la caja antigua para no estropearla».

Una caja que «tiene una función estética y también de guardapolvo del instrumento, con un papel en la acústica que no es definitivo», afirma. «Lo que es importante es que esta caja tenía unas puertas como alas para abrirlas o cerrarlas en función del tiempo litúrgico y ahora hemos propuesto colocarlas de nuevo».

Desmottes espera que el órgano vuelva a sonar en la Concatedral de San Nicolás a mediados de 2020.