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Casi un mes, ya

«Esto va fatal, fatal» me dijo mi amigo, angustiado al otro lado de la videoconferencia, con una cara de bollo tras tres semanas y cuatro días de aislamiento que no le cabían los carrillos en mi pantalla del móvil. «Qué sucede, Lorenzo», le dije. «Nada, eso es lo que pasa, que no sucede nada de nada». Miró a derecha e izquierda y empezó a lanzar «uppercuts» digitales cual Joe Louis a través de las ondas. «Si antes no sabía de qué hablar con mi mujer, ahora mucho menos; para mi hijo siempre he sido un señor mayor que pasaba por allí; y las cosas buenas del día y por las que merece la pena vivir -un café con leche bien puesto en el bar por las mañanas sin que nadie te moleste, una canción cualquiera de John Morrison en la radio del coche, dar el pego en el trabajo de que eres un tipo interesante y con mucha vida interior- no las puedo hacer. Y no me vengas con que puedo leer, hacer gimnasia, ver series: ya sabes que a mí el cine me gusta en pantalla grande y que leer me da sueño a los diez minutos, y hacer burpees en el suelo de la habitación de invitados va contra mis principios. ¿Que qué hago? Paseo en pijama por la casa, no me afeito, fumo en el balconcito, deambulo de un canal a otro, pico unas aceitunitas entre horas. Vegeto, Jesús, vegeto. Con lo que yo he sido, tú lo sabes bien...».

Yo lo sé, Lorenzo, yo lo sé bien (pienso para mí, mientras veo lo gordo que se ha puesto, el tío): un caradura es lo que tú has sido. Un pide-favores impenitente, alguien que nunca llevaba tabaco, un farolero sin remedio. A tu mujer le has engañado siempre, cómo vas a saber qué decirle ahora; sólo tienes un hijo y algunas veces te confundes con su nombre, y otras con su edad; y no es John Morrison, idiota, sino Van, Van Morrison, que te lo puse una vez en el coche y parece que lo has descubierto tú al mundo, habrase visto. Pero hay que reconocer que siempre has sido un golfo, pero muy simpático: nunca podíamos decirte que no porque nos ganabas con tus argumentos imposibles y divertidos. Las noches eran aburridas si no estabas, pero indescriptibles si venías. Y como fuera de casa, en ningún sitio, Sabina, Keith Richards o El Fary te hubieran cogido para su equipo, sin dudarlo. Y las chicas, ay, las chicas venían porque tú las hacías reír y sabías bailar. Por el día eras un desastre, pero por la noche te salías, nos sacabas varios cuerpos de ventaja. Pero sin darnos cuenta las noches fueron a menos y los días fueron a más. Menos rock y más blues. Más zumo y menos vodka.

Así que sí, con lo que tú has sido. Pues escúchame, Lorenzo, que llevamos un mes pero parece que esto va para largo: espabila con tu mujer o te dejará, porque se ha cuidado y está estupenda, y a ver qué haces; tu hijo se llama Fran y tiene diecisiete años, métetelo en la cabeza de una puñetera vez y no te confundas. Y ya le puedes contar alguna de tus andanzas, que va a alucinar. Y sigue oyendo a Van, Van Morrison (su último disco Three Chords and The Truth, impresionante) que mal no te va a hacer. Menos rock y más blues, Lorenzo, es lo que te toca?.

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