LIMONES Y LICORES

Vega Scorza es el licor de limón desarrollado por el empresario oriolano Javier Vidal en colaboración con la Universidad Miguel Hernández y esgrime todo tipo de argumentos -incluida su consideración como producto premium y gourmet- para convencernos de que no se trata de un «limoncello» más. Vega Scorza se presenta en dos versiones, una con un 40% de alcohol -su nombre comercial es Vega Scorza 870 Único- y otra con un 20% -llamado Vega Scorza, a secas-, con una clara vocación, los dos, de desmarcarse de los licores industriales. Se obtienen macerando pieles de limón en alcohol etílico, antes de añadir agua y azúcar para ajustar el grado alcohólico y equilibrar la acidez con el dulzor. Como peculiaridad, se les da un toque de color verde limón con un extracto de hojas de limonero cuyos aceites esenciales también intensifican aromas y sabores. Además, aportan una complejidad de notas vegetales que no tiene cualquier limoncello y contribuyen con un comedido amargor a evitar que el balance sea empalagoso. En principio, el Único va bien como aperitivo -solo, en combinados tipo gintónic o dry martini e incluso maridando con unas ostras- y el de 20 grados vale como chupito de sobremesa o en cócteles más desenfadados.

Además de las cualidades intrínsecas de los Vega Scorza como producto «premium», sus artífices reivindican valores que van desde el carácter ecológico de los limones utilizados en su elaboración —de las variedades fino y verna— hasta el empleo de personas con diversidad funcional en la tarea estrictamente artesanal del pelado a mano de la fruta. Vidal y Vega Scorza también apelan a su compromiso con la Vega Baja. De esa comarca y de la Región de Murcia procede más del 85% de los limones de España, que es el primer productor del mundo. La mayor parte de la cosecha se exporta en fresco sin generar un valor añadido como el que supone su transformación en un producto gourmet.

Del pacharán al limoncello

Bianca Villa es el limoncello lanzado por Grupo La Navarra, referente en cuanto a aguardientes y licores. La nueva marca fusiona las dos más emblemáticas del grupo —Blanca de Navarra y Altavilla—, consagradas a cremas y orujos de diferentes características y sabores. Bianca Villa se elabora macerando piel de limón en aguardiente para obtener un licor aromático, exuberantemente cítrico y fresco, con un atinado equilibrio entre acidez y dulzor. Tiene 27 grados y resulta muy agradable como chupito de sobremesa bien frío, aunque tampoco es mala idea preparar una especie de gintónic de baja graduación que no requiere más aditamento cítrico: hielo, limoncello, tónica, una hoja de albahaca…

Constatemos que el que sigue siendo el trago largo más implantado en España se aleja de los barrocos condimentos y guarniciones de hace unos años para volver a la sencillez del gintónic de siempre. Hasta se embotella ya preparado, como el nuevo «premix» de Tanqueray, que no hay más que echarlo en un vaso con hielo o incluso beberlo directamente de la botella. La versión London Dry es un gintónic normal y el Flor de Sevilla tiene un toque de naranja y azahar.

Volviendo a La Navarra, recordamos el pacharán Belasco 1580 que les recomendábamos en su día. Va en una llamativa botella dorada y es un licor de endrinas cuyo intenso color rojo rubí anticipa una extraordinaria concentración frutal, de equilibrado frescor, ideal para la sobremesa. Para el Belasco 1580 se escogen endrinas -procedentes de una plantación propia- con un diámetro inferior a 7 milímetros y se utilizan 300 gramos de fruta por litro de orujo de anís. El resultado está en consonancia con el apellido y el año que forman la marca: puro abolengo. En efecto, la dedicación de los Belasco al pacharán comenzó hace casi cuatro siglos y medio. Destilerías La Navarra se remonta a 1831 y en 1976 la familia inició la ampliación del negocio, poco antes de entrar en el del vino con la adquisición de Marco Real.

El mundo de los pasteles

A Tale of Cake es una golosa versión de Glenmorangie que, sin dejar de ser un whisky single malt en la línea de la marca, evoca el mundo de los pasteles. El Glenmorangie de siempre, fresco y afrutado, se vuelve cálido y cremoso gracias a la intervención final de barricas envinadas con tokay, el licoroso vino de Hungría. El artífice de esta edición especial, de la que sólo llegan a España 140 botellas a unos 85 euros, es el doctor Bill Lumsden, director creativo de esta destilería de las Highlands escocesas perteneciente al grupo Louis Vuitton Moët Hennessy. Lumsden, que efectivamente es doctor -en Bioquímica-, lleva 25 años en Glenmorangie sin dejar de plantearse todo tipo de retos con respecto a la posibilidad de asociar al whisky las sensaciones relacionadas con algún momento especial: igual que ha hecho ahora con las remembranzas de un pastel, abordó las de una taza de café en el Glenmorangie Signet o las de un día en Madeira en el Glenmorangie Bacalta.

El Licor 43 es natural y vecino de Cartagena, donde se lo añaden al popular «café asiático» que toman por allí a la manera de un carajillo. En México, por cierto, le llaman así a un café frío con Licor 43. En general, suena a bebida de otra época, que renace con el auge de la coctelería y lanzó la Orochata 43 -rebautizada luego como Licor 43 Horchata- en la línea de las cremas de orujo y similares, pero sin productos lácteos. Lleva chufa, como es lógico, y otros botánicos. Su carácter dulce y moderadamente alcohólico (16%), con la textura y los matices de la horchata, lo hace muy fácil de beber siempre que esté muy frío, por lo que hay que guardarlo en la nevera y servirlo con cubitos. La botella adapta la imagen del Licor 43 a formas y colores característicos de la azulejería mediterránea: si hemos empezando hablando de limones en las lindes de la Comunitat Valenciana y la Región de Murcia, al final sale a la palestra la fusión de dos bebidas emblemáticas.