Hace algunos años, quizá demasiados, el profesor José Carlos Rovira publicaba en las mismas páginas de este medio una entrevista fundamental para la narrativa de nuestra región bajo el título Cerdán Tato, siete años en el interior de un gran caimán de humo. Aquel encuentro, ya mitificado por el tiempo amarillo deshojado sobre las fotografías, se produce en un momento crucial en el historial literario de nuestro insigne Premio de las Letras Valencianas. Puesto que mayo de 1982 –cuando ve la luz este diálogo– rompe con un severo silencio editorial de Enrique Cerdán Tato, prolongado desde Todos los enanos del mundo (1975) hasta la aparición de Los ahorcados del cuarto menguante (1982) y El mensajero de los últimos días (1982).

Yendo un paso más allá, esta coyuntura de siete años significará la confirmación de una apuesta literaria (por ejemplo, fue becado por la Fundación March y el Ministerio de Cultura para la escritura de estas novelas), así como un relevo estilístico entre el realismo social y una preocupación expresiva labrada en los delicados oropeles de la actitud paródica o la imaginación desbordada. Siguiendo el juego propuesto por Rovira entre el refugio creativo y el reptil de Los ahorcados del cuarto menguante, esta inflexión también supuso renunciar a las mieles, algo azarosas, de la centralidad mercadotécnica que por entonces representaba Madrid. Y no son pocos aquellos que han confundido esta determinación con el exilio localista y la bohemia provinciana, cuando deberíamos, por el contrario, estar agradecidos por su generosa contribución a la cultura del país valenciano.

Durante estos días, justamente mañana, se cumplen siete años de la muerte de Enrique Cerdán Tato: el novelista, el cronista, el militante, el periodista… y tantas otras cosas. Aun a riesgo de repetir aquel viejo caimán de humo, acaso más triste y sentimental, se ha producido un tímido despertar en el interés por su producción literaria. A la contribución de algunos signos visibles en el terreno de la investigación, debemos sumar el reciente volumen Todas las sombras del mundo. Homenaje póstumo a Enrique Cerdán Tato, editado por la Universidad de Alicante. En este sentido, y en el Archivo de la Democracia de la citada universidad, se ha producido la donación (por parte de la familia) de su legado que culminará el próximo mes con la inauguración de una exposición dirigida por Francisco Moreno Sáez, José Carlos Rovira, Beatriz Bustos y Manuel Valero Gómez. Actos que servirán de broche a este terrible 2020, cuando se cumplen 90 años del nacimiento del escritor y con la mirada ya puesta en el horizonte de su centenario, allá a lo lejos, un gastado caimán de humo llamado futuro.