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Tribuna

Un homenaje a Lluìs Avellà, dolçainer alicantino

UN HOMENAJE A LLUÌS AVELLÀ, DOLÇAINER ALICANTINO

Hace diez años nos abandonó Lluís Avellà, dolçainer alicantino, activista de la cultura y las tradiciones de nuestra ciudad, incansable, único. Su despedida, en la iglesia de la Misericordia durante una fría mañana de 2011, fue un momento imborrable para quienes le quisimos y le admiramos por su implacable amor a la música y a ese instrumento que él convirtió, junto a un puñado de jóvenes, en un elemento imprescindible de la música alicantina.

En 1981 la dolçaina era casi una anécdota ahogada bajo los acordes omnipresentes de las bandas de música. En la provincia de Alicante apenas se contaba con cinco o seis dolçainers que iban de fiesta en fiesta: El Capgrós, de Petrer; el Vendedor-que-no-molesta, de Alicante; los hermanos Boronat, de Callosa d’En Sarriá; otro de Beniel, el Tibero… ¿Hasta ese punto se había perdido la esperanza en una tierra de músicos como la nuestra?

Lluís Avellà i Reus nació en 1960, en una pensión de la calle San Telmo que funcionaba como paritorio. Vivía en el paseíto de Ramiro y, de pequeño, durante las fiestas del Raval Roig, iba detrás de los dolçainers para escucharlos; esperaba a los Borotat en una esquina de su calle y los seguía a todas partes.

Tardaría casi veinte años en comprender con emoción que tras su pasión por la xaramita (que así se le demonina también) se jugaba mucho más que la música. En un mundo cambiante de pachangas y guitarras eléctricas, estaba en juego la memoria colectiva de nuestra ciudad, la música tradicional en Alicante tras décadas de abandono provinciano y nacional-folklorismo, las señas de identidad, la supervivencia del idioma de nuestros abuelos… A veces, un pequeño gesto, una pretensión sencilla, un objeto musical tan diminuto como una dolçaina, puede tener tanta importancia como las reivindicaciones más universales.

Avellà iba a convertirse con el tiempo en promotor fundamental de la dolçaina, motor de sucesivas «collas» desde 1979, profesor de dolçaina en los cursos municipales de Aula Abierta, creador de la Escuela de Música Tradicional, maestro de gran parte de los dolçainers de la ciudad y en referente de los que tomarían el relevo.

Durante la transición, Avellà siempre estuvo en la movida alternativa de les Fogueres de Sant Joan. En 1978, en la primera barraca abierta de Alicante, Arribar i Pouar, Lluís contactó con el gran dolçainer Joan Blasco, maestro de la Escuela Municipal de València. En 1979, comenzó a tocar la dolçaina de manera autodidacta en los Pous de Garrigós gracias a la foguera del Pont. Inmediatamente, junto a su hermano Toni i a Miguel Lizón montó la colla Postiguet, en cuyo nacimiento participarían otras gentes vinculadas a la música y la fiesta: Juanito, Antonio, Rafa…

Se marchó a estudiar a la universidad de València, cursó tres años de dolçaina, dio conciertos junto a Blasco y participó en numerosas actuaciones, desde los primeros Aplecs de Tales hasta el de Alfarp, de 1980, donde ya participaron nuevos dolçainers que habían acabado sus estudios con Blasco y, en cuanto regresaron a sus pueblos, dispersaron la cosecha de una nueva generación con formación musical académica.

En 1981, se produjo el IV Aplec de Dolçainers del País Valencia, en Callosa d’En Sarriá. A los pocos dolçainers tradicionales que quedaban en activo, se sumaron numerosas collas de nuevos instrumentistas. El Aplec de Callosa había sido organizado por Lluís Avellà y otros miembros de la colla Postiguet, ayudados por Eliseu García, de la recién creada colla El Terròs, de Petrer. En aquel encuentro fundamental, con Avellà al frente, pudo escucharse a la colla Postiguet, la única que existía entonces en la ciudad de Alicante. Después de un largo camino, llegarían San Blas, Sant Antoni, el fuego de la Colla de Dimonis La Ceba, la Escuela de Música tradicional, Benacantil, el Cocó…

La pasión y la vida. La manta al coll, A la llum de les fogueres, la Moixaranga… Nuestra música emocionante. Porque el peligro de extinción fue superado con tenacidad y lealtad a la dolçaina; con el placer de la música y la dureza de su aprendizaje, con la dignificación de este instrumento imprescindible. Con Lluís Avellà y otros jóvenes músicos de su generación, la dolçaina dejó de ser en Alicante un instrumento complementario, menor. De estar reducidos a su expresión más festera, los nuevos dolçainers habían estudiado en conservatorios, grababan discos (esa maravilla Somnis d’Aixa); introdujeron la dolçaina en la música culta (el grupo Ternari, creado en 2002 por Eliseu Garcia, Silvestre Navarro y Francesc Xavier Gonzálvez), en el jazz (basta reseñar la experiencia de Dolç Tab Jazz Project), en los temas de baile o en las bandas sonoras (¡Qué decir de esa emocionante versión de Tabarka, interpretada por Rafael Contreras y Eva Ortiz, según la partitura de Luis Ivars!).

Los dolçainers alicantinos que ahora rondan los sesenta años tomaron el relevo de aquellos músicos resistentes, que aprendieron de sus padres y supieron mantener un instrumento musical de raíces profundas en nuestra tierra. Aquí reside el milagro. Música para hacernos más felices, más nosotros mismos, con la emoción de ser pueblo. Lluís se marchó con apenas cincuenta años, cuando le quedaban tantas cosas por hacer. Sin embargo, ha pasado una década y sigue en nosotros más presente que nunca. Lluís Avellà, un músico verdadero.

La Sede Ciudad de Alicante acoge este miércoles a las 19 horas un acto de homenaje a Lluís Avellà.

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