El arquitecto barcelonés Ricard Bofill Levi, fallecido ayer a los 82 años, una de las figuras más internacionales de la arquitectura española del siglo XX, deja como legado una obra en la que conviven el neoclasicismo y la posmodernidad.

Hijo de padre arquitecto que había participado en el movimiento moderno del GATCPAC y de madre veneciana de origen judío, estudió en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, de donde fue expulsado en 1957 por sus actividades políticas, por lo que prosiguió sus estudios en Suiza.

Su salida al extranjero abrió su perspectiva y marcó su trayectoria, y hoy sus obras se pueden apreciar desde Estocolmo a Oriente Medio, de San Petersburgo a Holanda, Francia, España, Marruecos, Argelia, EE UU, Japón, China o India.

Con un sentido renacentista y transversal de la arquitectura, en los años sesenta reunió a un grupo de arquitectos, ingenieros, sociólogos y filósofos para crear su taller, del que han salido proyectos de edificios, diseño urbano, parques y jardines o diseño de interiores.

Su hermana Anna Bofill, Salvador Clotas, Ramón Collado, José Agustín Goytisolo, Joan Malagarriga, Manuel Núñez Yanowsky, Dolors Rocamora y la actriz Serena Vergano, su primera esposa, conformaron aquel grupo primigenio que pretendía cambiar la arquitectura y buscaba alternativas a las viviendas sociales.

De ese intento de dignificar la arquitectura, con una mirada puesta en los clásicos, surgieron actuaciones como el barrio de Antigone en Montpellier (Francia), un ambicioso proyecto que supuso crear todo un barrio de la nada con una superficie de cuatro millones de metros cuadrados construidos, en la que se emplearon veinte años.

Frente a ese neoclasicismo, patente también en el edificio-templo del Teatre Nacional de Catalunya (TNC), una suerte de partenón griego que dialoga con el cercano Auditori de Barcelona de Rafael Moneo o la nueva sede del Archivo de la Corona de Aragón de Lluís Domènech, Bofill fue capaz de diseñar también edificios para la posmodernidad, como el hotel W (vela) de Barcelona.

Y no es casual que uno de sus edificios más famosos de España entre los instagramers para fotografiarse sea La Muralla Roja, situado en la Urbanización La Manzanera de Calp, escenario en el que se inspiró la serie coreana El juego del calamar y que Isabel Coixet también reflejó en Nieva en Benidorm. A La Muralla Roja se suman también los edificios Plexus, Xanadú y el Anfiteatro.

Su taller de arquitectura es responsable de destacados proyectos como la Place de l’Europe (Luxemburgo), la Nueva Castellana (Madrid) o la remodelación de Kobe en Japón. En todos Bofill volcó sus ideas urbanistas, según las cuales la ciudad debe estar formada por calles y plazas y no por edificios aislados rodeados por amplios espacios abiertos, y defendía la vuelta a la ciudad mediterránea sostenible, con espacios públicos definidos.