Entrevista | Brenda Navarro ESCRITORA

Brenda Navarro: «Los que tienen el poder están cabreados con nosotras por existir»

Brenda Navarro dejó pasmado al mundo editorial y a lectores y lectoras con Casas vacías, su primera novela, que tuvo un recorrido de lo más inusual. Ahora se enfrenta al vértigo de la segunda. Si aquella hablaba de violencia de género y de las frustraciones de la maternidad, aquí la maternidad es más bien un vacío y en torno a ella se anudan un sinfín de violencias, que no se pueden comprender por separado. Ceniza en la boca, entre otras cosas, pone a España ante un espejo en el que preferiría no mirarse. La defensora de derechos humanos mexicana ofrece una conferencia el martes 12 en el Centro de Estudios Mario Benedetti de la UA

La novelista Brenda Navarro. | EFE

La novelista Brenda Navarro. | EFE / textodeMANUELGUEDÁN

Manuel Guedán

Casas vacías pasó de ser una novela subida a internet, a ser publicada por Sexto Piso, y luego el Premio Tigre Juan, distribución internacional, traducciones, venta de derechos audiovisuales... Ahora que publica la segunda y tiene perspectiva, ¿cómo vivió todo ese proceso?

Mi problema es que Casas vacías no se detiene. No hay día en que no reciba un comentario o algo, y es un peso muy fuerte porque, además, cada vez la siento más lejana. Hay cosas en las que algunas personas me dicen que se pueden sentir reconocidas, pero de las que yo me he distanciado o he empezado a criticar. Aunque igual sigo entendiendo que mi parte terminó y el libro se defiende solo. Creo que Ceniza en la boca tiene un recorrido más desapegado y yo lo agradezco, porque quisiera hablar más de literatura que como experta en violencia de género, que es lo que me ha pasado con la anterior.

Las limpiadoras del hogar y las cuidadoras son personajes comunes en la ficción, solo que tienden a aparecer como personajes secundarios, de fondo. Usted las pone en primer plano. ¿Esa fue la idea central de esta novela?

La idea central es el suicidio de un niño aventándose de un quinto piso en Madrid. El tema de las cuidadoras… Justamente ayer una colega tuya me decía «bueno, pero es una chica muy inteligente esta mujer». Iba implícito el «para ser limpiadora, para no tener educación formal». Esa era parte de mi intención: no necesitas tener una educación formal para tener una visión propia del mundo y no necesitas, como escritora, tener una vivencia específica para entender que estas problemáticas, que no son tan atractivas para la mayoría de las y los escritores, deben tener lugar en la conversación literaria

¿Cómo ha sido el proceso de construcción de esa mirada?

La ficción tiene esta posibilidad de echar a volar la imaginación y conseguir un personaje verosímil. Para mí era muy natural darle voz a una mujer que sea limpiadora, como puede ser natural darle voz a una astronauta que tiene un conocimiento muy técnico, pero sigue siendo una persona con necesidades humanas corrientes y tiene que limpiar sus trastes. A mí me gusta empezar la novela y ya después empezar a leer sobre lo que he escrito. Así siento que puedo hablar de lo que traigo dentro de la novela sin que esas lecturas me hayan influido. Después, en cambio, sí me gusta empezar a leer de lo que yo estoy hablando y decir «ah, hay vasos comunicantes entre nosotras» o «esto trata de lo mismo». Aunque creo que la novela sigue hablando de mis preocupaciones esenciales en la vida: los cuidados y la posición de las mujeres en el mundo.

En un momento en que el feminismo ha marchado dividido en el 8-M, la protagonista refleja otra división en el seno del movimiento, en concreto entre las estudiantes -las jóvenes blancas y de familias burguesas-, y el grupo que al principio arropa a la protagonista, «las primas», que son mujeres migrantes y precarizadas. ¿Qué le atraía de ese conflicto?

Por supuesto, no estoy revelando nada nuevo. Las primas son estos grupos de mujeres como las kellys y tantos otros que reivindican sus derechos como limpiadoras, cuidadoras... Yo sí tengo que decir que esto es una cosa que a mí me ha dolido mucho. Especialmente en Barcelona me tocó ver manifestaciones de mujeres de la limpieza, no importa si son españolas o latinoamericanas, y siempre estaban muy solas, con dos o tres curiosas que solíamos ser latinoamericanas, y que además no nos quedábamos, dicho sea de paso. Eso sí es una cosa que me duele personalmente. Estamos hablando de qué derechos y para quiénes, de qué vida digna defendemos en el espacio público cuando justamente este es limpiado por esas personas.

Hay una diferencia brutal que recoge entre las personas migrantes y las nacidas en España: a las primeras no se les pide su versión de los hechos, no tienen palabra. En su novela se ve cómo las vidas de ambas transcurren en realidades paralelas y solo ocasionalmente se tocan. ¿Qué tiene que pasar para que esto cambie?

Una de las escenas que más me costó escribir, pero que sentía que tenía que meter es en la que persiguen a Diego con un bate cuando él vuelve a casa. Esto que no pasa solo con las personas migrantes, generalmente pasa con las personas pobres. Siempre hay una visión muy esencialista de que son violentos, bárbaros. Y las personas buenas y civilizadas son las que los están violentado. Y dicen «por qué alzas la voz», «por qué eres violento». Bueno, pues porque lo estás agrediendo. Y una persona o un colectivo no va a dejar de sentir enojo hasta que no dejen de atacarlos. Este problema que tenemos las personas que estamos en posiciones vulnerables, incluyo a las mujeres, los pobres… se solucionará, en todo caso, cuando los que tienen el poder dejen de estar cabreados con nosotras por existir; están cabreados con nosotras porque les afeamos las calles, les afeamos el paisaje y les afeamos con necesidades humanas su mundo capitalista modernísimo. Ellos están cabreados con nosotras, y cuando dejen de estarlo, probablemente quieran conversar, porque nosotras estamos conversando todo el tiempo.

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