El ADDA Simfònica cierra la gala "Importantes" con una emocionante apoteosis final

El Bolero de Ravel, que sirvió para poner fin a la trigésimo novena edición del evento, emocionó al respetable por su factor sorpresa

La puesta en escena contó con un despliegue de 360 grados donde el escenario dejó de tener su importancia usual

Así fue la emocionante actuación de ADDA Sinfónica para cerrar los Premios Importantes 2023

INFORMACIÓNTV

Juan Fernández

Juan Fernández

Todavía resuena el eco del Bolero de Ravel en las paredes del ADDA. También persiste en la mente de los que estuvieron allí viviendo en primera persona una función que tardará en olvidarse. La actuación preparada por la orquesta ADDA Simfònica, que sirvió para cerrar la trigésimo novena gala de los "Importantes" de INFORMACIÓN, fue una sorpresa excepcionalmente llevada a cabo donde la efusividad y la emoción se dieron la mano en un recital único.

La interpretación de una obra muy conocida por el respetable, pese a que no entra dentro del canon de piezas más sofisticadas de la música clásica, consiguió crear un ambiente familiar desde la disruptividad de su puesta en escena. La agrupación musical, capitaneada desde el patio de butacas por su director titular Josep Vicent, fue apareciendo progresivamente por diversos lugares del auditorio para generar sorpresa y romper de alguna forma con el protocolo reinante en la gala de premios.

La pieza, la obra más famosa del compositor francés, envolvió a todos los presentes en una puesta en escena donde los músicos fueron ocupando los diferentes rincones del lugar, desde las escaleras hasta los asientos ubicados en los palcos superiores, para completar finalmente un número coral que emocionó a todos los asistentes y provocó una ovación prolongada en el tiempo.

"Toda mi vida he dedicado gran parte de mi tiempo a la creación contemporánea y siempre he mantenido una relación muy intensa con el espacio", comenta el director Josep Vicent. Para él, el espacio es, de algún modo, "uno de los instrumentos que participan en la actuación, no solo desde el punto de vista acústico, sino también desde el punto de vista del tiempo que tarda el sonido en llegar al público".

40 violines y violas irrumpen en las escaleras de acceso a las butacas

40 violines y violas irrumpen en las escaleras de acceso a las butacas / ALEX DOMÍNGUEZ

Así surgió la posibilidad de hacer una actuación diferente, donde los instrumentos se mantuvieran al lado del respetable, donde todo el auditorio estuviese rodeado de músicos y donde la proximidad y la inmersión en el espectáculo fuesen factores innovadores y especiales.

"La posibilidad de hacer un final de gala donde no se utilizase tan intensivamente el escenario me llevó a la idea de invadir emocionalmente al público", explica el artista. Precisamente la elección del Bolero de Ravel era idónea para este cometido, pues su repetición y su crecimiento sonoro, sumándole un planteamiento en 360 grados, generó una cercanía entre músicos y asistentes que viró hacia un apoteósico final que buscaba reflejar el enfrentamiento del ser humano contra Dios.

El director titular de la orquesta ADDA Simfònica entiende que esta pieza del autor francés permitía "aguantar bien la repetición continua e ir incrementando esa invasión hasta el clímax final". Y esto teniendo en cuenta que el factor sorpresa generaba interés y preguntas a partes iguales.

Desde que un simple tambor apareciese en el centro del escenario, tan sutil como empequeñecido, hasta que otros instrumentos solistas se fueran sumando por muchos lugares del auditorio creando una sonoridad coral que acabó por estallar en un éxtasis sonoro sin precedentes. "La emoción que siente el público cuando tiene a un instrumentista cerca es tremenda, por lo que el punto de partida fue buscar un poco esa emoción que también acabó llegándonos a nosotros", expresa el alteano.

Varios músicos solistas acompañaron el inicio del Bolero con meticulosidad, sencillez y finura. Pero la entrada del grueso orquestal, que acaparó las escaleras de acceso a los asientos del auditorio, viró la interpretación hacia un nuevo horizonte. 40 violines y violas entraron creando una atmósfera diferente. El crecimiento de la canción se hacía cada vez más ostentoso durante las cinco repeticiones que componen la obra. La entrada de percusiones grandes fue indicando un final que se acercaba con platillos y timbales. Una estructura diferente que fue modificada a conciencia por la orquesta del auditorio.

Entre las cuestiones que hicieron grande esta creación históricamente, se encuentra precisamente su simplicidad. La pieza consiguió un éxito inmediato y una rápida difusión universal, convirtiéndola no solamente en una de las más famosas obras del compositor, sino también en uno de los exponentes de la música del siglo XX. Y todo esto a pesar de ser un movimiento orquestal muy sencillo que, lejos de suponer algo negativo, ha sido lo que la ha impulsado a convertirse en una de las grandes piezas del siglo pasado. Porque lo cierto es que se trata de un tempo invariable, invadido por melodía obsesiva —un ostinato— en do mayor, repetida una y otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos orquestales, en un crescendo que, de forma inesperada, acaba con una modulación a mi mayor y una coda estruendosa.

Y el espectáculo diseñado por Josep Vicent estaba preparado para utilizar la atmósfera y la acústica del lugar a su favor. Una de las peculiaridades de la actuación, y que hizo posible que se llevase a cabo tal experimento, reside en la familiaridad que la orquesta tiene con el complejo. Jugaban en casa y nadie mejor que ellos sabe las capacidades acústicas del auditorio y hasta qué punto pueden llegar, tensando la cuerda para realizar una actuación al alcance de muy pocos.

El director consiguió demostrar en la gala de los "Importantes" del diario INFORMACIÓN que la grandeza de la música no reside únicamente en el apartado sonoro sino en la capacidad de transmitir desde la interpretación. Buscar los límites, innovar sin necesidad de delegar toda la relevancia a lo que sucede encima del escenario y hacer al público parte de un show que sucede a su costado. "La gente comete el error de reproducir la música al máximo volumen para sentirte parte de la composición, por lo que nosotros decidimos acercarles la música, que tuviesen a un instrumentista a su costado y que se sintieran verdaderamente dentro de la función", alega el músico.

Todo lo planteado previamente con meticulosidad salió al pie de la letra. El resultado se hizo visible en los aplausos, en un patio de butacas puesto en pie y, sobre todo, en las caras de los allí presentes, que reflejaban una emoción difícil de ver en actuaciones previsibles, pero muy naturales en recitales como el de aquella noche. Porque la sorpresa generó, con todas las palabras, una actuación única que se pasó volando. Un final de contrastes, jugando con los tiempos y rompiendo con lo que se había vivido hasta ese momento en la gala de los "Importantes". Se trataba de huir de convencionalismos, de romper el equilibro. Y la fuerza de la música es capaz de todo, también de generar caos a través del orden.