Mauricio Macri, recientemente elegido a los 56 años como nuevo presidente de la República Argentina, conserva buenas amistades en Valencia, conectadas a través del fútbol. Los éxitos bajo la presidencia de Boca Juniors, ejercida entre 1995 y 2007, fueron el trampolín que popularizó en el país la imagen del futuro político, que desde la Bombonera trabó una fructífera relación con el Valencia CF. Así sucedió en el traspaso en 1996 de Fernando Cáceres a Mestalla, y, en gran medida, con el Villarreal, que irrumpió en la elite con la denominación de origen xeneize de las incorporaciones de Riquelme, Palermo, Cagna o Arruabarrena, entre otros históricos nombres para el submarino. José Manuel Llaneza, vicepresidente del Villarreal y Paco Roig, máximo dirigente del Valencia entre 1994 y 1977, desgranan, mediante las vivencias compartidas en las negociaciones, el perfil empresarial y humano de Macri.

Llaneza no vacila para definir a Macri como «un hombre con principios», a la vieja usanza: «Es un dirigente con ética, un hombre de palabra, afable, inteligente. Hicimos muchas negociaciones con él y cuando se llegaba a un acuerdo, todo lo hablado era lo que se redactaba en el contrato. No había sorpresas, como sucede con otros clubes».

Roig coincide con el análisis de Llaneza: «Su padre levantó un imperio automovilístico», afirma, en referencia a Franco Macri, que llegó a Argentina con 18 años desde Italia y que fundó toda una dinastía financiera: «Son empresarios hechos a sí mismos», insiste Roig.

La transformación de Boca Juniors, en opinión de Llaneza, es un buen ejemplo de su capacidad empresarial: «A Boca lo cogió en la ruina y lo llevó a ser campeón de la Libertadores, del mundo y también de Argentina, en variadas ocasiones. Con Macri Boca vivió una época esplendorosa, con Riquelme, Palermo, Arruabarrena... Un equipazo que daba gusto verlo jugar al fútbol, y que también disfrutaríamos en el Villarreal». ¿Son virtudes aplicables a la política? Llaneza, que se define como «buen conocedor y enamorado de Argentina», cree que «aunque no es lo mismo gestionar un club que toda una nación», Macri es la persona idónea para el país: «Será capaz de llevar adelante un país con un enorme potencial que hasta el momento no ha tenido buenos gobiernos. Él es una persona dialogante pero recta y dura si hace falta. No es ningún pusilánime y sabe estar en su sitio. Con su capacidad de trabajo, la suerte le vendrá por añadidura. Sabrá lidiar con los dos grandes problemas de Argentina, como son la pobreza y la inflación, para sacar adelante una gran nación», asegura sin tapujos.

En su razonamiento, Llaneza apunta otro mérito, como el de «haber tenido la habilidad de romper la tradición peronista, que está muy arraigada. Ya la tuvo cuando fue elegido alcalde de Buenos Aires». La personalidad de Macri, que a medida que ha avanzado su trayectoria política cambió las corbatas y su peculiar bigote por las cazadoras y los tejanos, es uno de los factores decisivos para Roig: «Es un tío que te seduce», describe. «Le sobra capacidad para gestionar Argentina, para solucionar las huelgas de los sindicatos y de otros sectores vinculados al kirchnerismo. Si se le deja trabajar, su legado se reconocerá con el tiempo».

La convicción de llegar a acuerdos

Como negociador, tanto Llaneza como Roig coinciden en que Macri estaba «abierto al diálogo» y que «siempre existía el convencimiento de poder llegar a un acuerdo». «Las primeras negociaciones que hicimos con él fueron los fichajes de Cagna y Arruabarrena. Después vinieron muchas más. Era una persona con la que se podía hablar. Cuando se acababa la operación, bastaba un apretón de manos para saber que todo iba a ir a buen puerto», señala Llaneza. «Es un fenómeno en los despachos. No lo ponía fácil, pero admitía el diálogo y se podía avanzar», confirma Roig.

De aquellas negociaciones nació el cariño: «Recuerdo que vino a Villarreal un par de veces, para ver jugar a Riquelme. Una con el hijo, otra con la hija, que estudiaba en Barcelona. Hemos llegado a tener un gran contacto, una buena amistad», evoca Llaneza.

Roig también guarda gratos recuerdos de quien considera «un buen amigo». «He estado con él en el fútbol, y después cuando se preparó para ser alcalde de Buenos Aires. Estuvo en mi casa y degustó una paella. Nos fuimos a Xàtiva y se lo presenté a Alfonso Rus. Hicimos una visita por el castillo». Por último, Roig revela una pequeña debilidad del nuevo hombre fuerte de Argentina: «Cuando jugaba Boca se ponía muy nervioso, muy loco. Se iba con el coche, acompañado siempre de los guardaespaldas, para relajarse. No soportaba ver perder a Boca».