Fue hace más de quince años, en aquella temporada en que la primera vuelta había dejado un preocupante balance de dos victorias frente a más de una docena de derrotas. Había que ponerse las pilas en la segunda vuelta para remontar puestos en la tabla y rehuir el descenso. Era crucial animar a Lucio, De Miguel, Oriol, Berni... y encontrar alguna frase que reflejara ese espíritu de superación que ahora es la tarjeta de presentación del club. A la hora de preparar la pancarta, Rafa no tuvo que pensarlo mucho. «Quien nunca se rinde, al final triunfa». A su padre le gustó, y así lo pintaron en letras mayúsculas. El resto ya es historia. El equipo se salvó y la Kali había acuñado el lema entre los lemas. Mucho ha llovido desde entonces, pero la Kali Nord sigue ahí, incombustible. No sorprende que el anuncio del premio Importantes les pillara en ruta a San Sebastián para animar al HLA en una de sus salidas lejos de Alicante. Esta noche estarán en el ADDA por derecho propio. Será Rafa quien recoja el premio. Él y su hermano Gabi llevan más de veinte años regalando horas a la peña e implicándose en mil causas sociales, con Lucía, Aliaga y tantos otros. Cuando suba al escenario, vendrán muchas imágenes y recuerdos a su memoria. Los buenos tiempos con Gerard y Néstor. Aquel día en que se vino abajo la grada en el Palacio de los Deportes y el susto enorme. Su madre tejiendo un tifo inmenso para lucirlo en los partidos. Los viajes con Antonio, Rosi, Toñín, Nando, Vitu. Cuando les pilló una nevada en aquella expedición a Valladolid. Las risas con Ismaelo, los Casillas, Maikel, Edu, Gadea, Pedro Mario... La escapada kamikaze a Andorra en aquel ascenso. El eterno recuerdo de Gabi Gaitán. Las cervezas con Edu, Jalo, Guille, Pascu, Franka... Los buenos ratos compartidos con otras peñas de baloncesto como la Demencia o Fora Dubtes. Las bromas, los wasaps del taxista, de Alesander, Ángel, Popo, Carmelo... el empuje de Irles, Ana, Íker, Adri, Bea... Tantos que no caben aquí. Y su familia, siempre. «Somos la Kali», cantan.

«La peña que te anima con el alma y la garganta». Ustedes los conocen por las pancartas, las camisetas, los cánticos en el pabellón. Sonríen con su entusiasmo y su simpatía; con sus bromas alcohólicas. Pero, sobre todo, admiran su fidelidad, su sacrificio.

No solo por los miles de kilómetros que llevan a las espaldas acompañando al equipo aquí y allá, haciendo malabarismos en el trabajo para cuadrar la agenda de los viajes con la peña y maldurmiendo fuera de casa para que el Lucentum nunca camine solo. Les admiran, sobre todo, porque han estado en las buenas y en las malas, en los días de gloria y en las tardes de infierno y destierro. Nunca se marcharon, y esa es su grandeza.

Ya lo escribió Bertolt Brecht. Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.