El Alicante siempre tuvo hombres anónimos, entregados a la causa celeste, de mucho madrugar por el club de sus amores sin más recompensa que ver la equipación planchada el día del partido o escuchar un gracias de los jugadores al devorar el bocadillo pospartido. Luis Manuel Morote Crespo, Morote para todos, fue uno de esos imprescindibles sin placa del Alicante.

Abonado desde niño, incluso antes de que el club estrenara el campo del Palamó, cuando el Alicante jugaba en la Ciudad Deportiva, a la que iba desde el Pla Metal. Su gran protagonismo en el club lo alcanzó cuando su Alicante más lo necesitaba, cuando en 2014 había que volver a empezar de cero. Y vaya si lo hizo. Rodeado de otros muchos imprescindibles de la historia mora, sacaron todos el club adelante en un ejercicio de ilusionismo, ingeniería económica y todos los eufemismos que le queramos poner. Una obra de fe y de valor. Asumió la presidencia en octubre de 2014 con una plantilla repleta de jóvenes jugadores y algún histórico del club y del fútbol regional convencido por la ilusión de Morote y de todo su séquito de infatigables: Paco Espí, Juan Quereda, José Luis Valero y tantos otros... Entonces fue cuando yo lo conocí, bastó una llamada para fichar por el club que ahora dirigía Fosco.

Los meses posteriores fueron buenos para todos, el equipo subiría de categoría con Míchel de entrenador y el vestuario era un buen grupo: Tomasín, Ángel, Gonzalo Bonastre… Entonces ya no éramos ni Morote ni Ramón, sino presi y pichichi, aun cuando ya no era él el presidente y los arribistas iban comiendo terreno en el club. Poco después tuvo la primera recaída con la puñetera enfermedad. La última vez que nos vimos fue hace un par de veranos en la horchatería de la plaza Estella, hablamos mucho de la vida y del Alicante. Le pregunté por esos inicios en la presidencia y los malabares que hicieron para que el Alicante siguiera teniendo la categoría de siempre, independientemente de la división en la que jugara. Lo consiguieron. Su trabajo en Aguas de Alicante le abrió puertas, pero es que las tocó todas en la ciudad. Vendiendo la ilusión del alicantinismo a puerta fría; de bar en bar, comercio a comercio, de favor en favor. Todo para que la plantilla dispusiera de las comodidades que nunca faltaron en un club que siempre estuvo a la sombra en el fútbol alicantino en lo deportivo, pero casi siempre líder en lo humano. Todo para que los jugadores tuvieran masajista en el vestuario y el mejor bocata al acabar el partido en vaya a saber usted en qué pueblo. Hasta siempre, presi.