Historias del centenario del Hércules

El día que durará años (1993-1996)

Los jugadores del Hércules celebran el ascenso en el vestuario de El Vivero

Los jugadores del Hércules celebran el ascenso en el vestuario de El Vivero / Colección de Vicente Mestre

Enrique Moscat

Enrique Moscat

Nunca ha sido algo usual que se baraje un jugador de Segunda División para integrar la selección española. En aquel ya lejano 1993 -parece mentira- tampoco lo era. Pero España pasaba por un bache que duraba ya tres años. Recordemos que en el Mundial de Italia 90 los chicos de Luis Suárez habían caído en octavos de final ante la Yugoslavia de Stojkovic y que Butragueño, Míchel y compañía ni siquiera habían logrado la clasificación para la Eurocopa de Suecia 92. Asimismo, ya con Javier Clemente en el banquillo, la fase de clasificación para el Mundial de USA 94 no pintaba mucho mejor para una selección que carecía de gol. Las últimas victorias de Dinamarca en Albania (0-1) y de la República de Irlanda ante Lituania (2-0) habían puesto contra las cuerdas a España. Con sólo tres partidos por jugarse, los del trébol y la “Dinamita Roja” sumaban 17 y 16 puntos respectivamente, mientras que el combinado nacional, tras coleccionar varios empates a cero ante rivales netamente inferiores, tenía únicamente 13. El peligro de quedarse fuera -por segunda vez consecutiva- de una fase final de una gran competición era real.

Burgos, 19 de septiembre de 1993. La tarde era soleada -algo muy de agradecer en la siempre fría capital burgalesa- y tanto el trío arbitral como los dos contendientes saltaban puntuales al castigado césped de El Plantío para empezar el partido correspondiente a la tercera jornada de la Liga de Segunda División. Los apenas cuatro mil aficionados que daban cierto color y calor a las gradas aplaudían a su entonces Real Burgos (hoy Burgos C.F.) y al recién ascendido Hércules Club de Fútbol. Los alicantinos formaban con Falagán, Benito Sánchez, Sergio, Lledó, Dani, Quique Medina, Paquito, Manchado, Eduardo Rodríguez, Zafra y De Diego. Es decir, con sólo cuatro de los hombres que brillantemente habían conseguido salir del pozo de la Segunda B en la temporada anterior, sin “el faro” Parra, pero con un Rodríguez que venía de hacer un doblete espectacular en la jornada anterior ante el Real Betis. Precisamente, esa actuación diferencial ante los verdiblancos, unida a las 39 dianas logradas en el curso 92/93, había despertado la curiosidad y el interés de Javier Clemente por el killer sanluqueño. Con Emilio Butragueño definitivamente excluido de las convocatorias y con un Julio Salinas que, hasta entonces, andaba con la pólvora mojada, el vasco no se lo pensó mucho y mandó a su segundo, Andoni Goikoetxea, a espiar a “ese tal Rodríguez” que ya empezaba a ser conocido en nuestro Planeta Fútbol. Lamentablemente, no pudo elegir peor momento para observar al crack blanquiazul: el Burgos ganó fácil (2-0) en un mal partido de los alicantinos en general y del “Romario del Hércules” en particular. Por si esto fuera poco, en semanas posteriores, Julio Salinas hacía un triplete en Albania (1-5) y un doblete en la victoria decisiva en Dublín ante Irlanda (1-3). Los sueños de Eduardo Rodríguez de verse con la roja habían saltado por los aires... pero siempre nos quedaremos con la duda de saber qué habría pasado si, por ejemplo, le hubiera dado por hacer un hat-trick aquella tarde soleada en Burgos…

Hola LFP y hasta luego de Rodríguez (93/94)

Tras el oscuro peregrinaje por la dura Segunda B, el año cero de la vuelta al fútbol profesional suponía un reto para el Hércules de Alicante. La directiva presidida por Aniceto Benito, sabedora de que un nuevo descenso a la tercera categoría tendría consecuencias nefastas, apostó por la continuidad de los hombres claves del año del ascenso (Falagán, Parra, Paquito, Rodríguez o el técnico Quique Hernández entre ellos) y por la contratación de futbolistas contrastados en la categoría, como los zagueros Benito Sánchez (procedente del Elche) y Quique Medina (Granada), el centrocampista Manchado (Palamós) y los delanteros De Diego (Racing de Santander) y Zafra (Betis). Un mix que pintaba muy bien y que, en principio, daba para no pasar muchos apuros.

Rodríguez durante un lance de un partido en el estadio José Rico Pérez

Rodríguez durante un lance de un partido en el estadio José Rico Pérez / INFORMACIÓN

Y así fue. Podríamos decir que incluso mejor de lo esperado, pues el Hércules, aún quedándose sin Rodríguez (traspasado al Rayo tras sólo cuatro jornadas disputadas), no tuvo que mirar ni de reojo la zona caliente de la tabla. Los alicantinos se mostraron durante toda la campaña como un equipo sólido y eficaz, sin demasiados artificios pero difícil de batir. A estos argumentos sumaron un buen número de victorias de prestigio que hicieron recordar (no tan) viejos tiempos. Aparte de la ya mencionada ante el Real Betis Balompié, clubs como el Espanyol, Murcia o Cádiz mordieron el polvo ante los de Quique Hernández. Al final, séptimo puesto y un excelente sabor de boca.

El "proyecto ascenso" va tomando forma (94/95)

Tras el buen año anterior -y como no podía ser de otra manera- sonaban cantos de sirena en Alicante. El ascenso se vendía como una meta realista, pero se acabó viviendo un año de transición.

Y eso que se mantuvo la base de la 93/94 y que llegaron hombres como el portero Abellán (procedente del Murcia), el centrocampista Adzic (Croatia Zagreb), el goleador Sigüenza (Toledo) y dos futuros mitos del club, como Alfaro (Valladolid) y Pavlicic (Rijeka). Se avecinaban tardes de gloria en el Rico Pérez, pero el mal arranque de los de Felipe Mesones cercenó casi por completo las posibilidades de retornar a Primera nueve años después. El técnico argentino, que había sustituido a Quique Hernández, sólo aguantó quince partidos en el banquillo blanquiazul, donde sumó únicamente cuatro triunfos. ¿Adivinan quién fue su sustituto temporal? Sí, han acertado, el bueno de Humberto Núñez volvió a coger las riendas del equipo de forma interina hasta la llegada, una semana después, del nuevo técnico: Manolo Jiménez.

Hércules-Mallorca (6/11/94). De pie, de izda a dcha: Parra, Abellán, Lledó, Luismi, Arroyo y Zafra. Agachados y en el mismo orden: Adzic, Quique Medina, Paquito, Alfaro y Benito Sánchez

Hércules-Mallorca (6/11/94). De pie, de izda a dcha: Parra, Abellán, Lledó, Luismi, Arroyo y Zafra. Agachados y en el mismo orden: Adzic, Quique Medina, Paquito, Alfaro y Benito Sánchez / Colección de Vicente Mestre

Con el arribo del míster cacereño, el Hércules de Alicante apostaba por la antítesis de Mesones y volvía a confiar en un entrenador de las mismas características de Quique Hernández: joven, ambicioso y muy ofensivo. Y además, para más inri, también procedía del Benidorm, con lo que era inevitable pensar que la directiva de Aniceto Benito no sólo buscaba revertir la situación sino que pretendía “repetir” lo logrado por Hernández apenas dos años antes. Pues bien, bajo la batuta de Jiménez, el Hércules mejoró mucho y, tras una racha de ocho jornadas sin perder, llegó a situarse a sólo dos puntos de la promoción de ascenso. Sin embargo, Manolo Jiménez, que ya había perdido en su debut al frente de los alicantinos en Almendralejo, volvió a dejar claro que -por ahora- no era profeta en su tierra y una fuerte derrota en Mérida (4-0) devolvió a la tierra a los blanquiazules, que acabaron la competición en una honrosa novena posición.

El héroe inesperado (95/96)

Su retina archivó el desasosiego y la inquietud de los defensas rivales, 61 goles -en 96 partidos- con el Hércules y un ascenso en Las Palmas; su salto a la fama, la luz cegadora de los focos de Primera y un discreto paso por Vallecas, donde sus números -0,2 tantos por encuentro- no habían estado acordes a su calidad. Era el verano del 95 y tocaba volver a Alicante, su casa. Eduardo Rodríguez Fernández regresaba al Hércules en loor de multitudes. Pero no lo hacía solo. Junto al crack de Sanlúcar de Barrameda llegaron hombres contrastados en el fútbol español, con muchos partidos a cuestas en Primera, como los defensas Gonzalo Arguiñano y Antón, el centrocampista Visnjic y el delantero croata Janko Jankovic. Además de estos, también desembarcaron en El Altet otros jugadores con demostrada solvencia en la categoría de plata, como David De la Hera y el prometedor guardameta Valerio. Todos ellos conformaban, junto a Pavlicic, Paquito, Parra y Alfaro -que continuaban del año anterior- una de las mejores plantillas del Hércules de las últimas décadas. El ascenso no sólo no era una quimera sino que era el único objetivo. Y más tras la espectacular primera vuelta de los de Manolo Jiménez: 31 puntos de 36 posibles aderezados de varias goleadas que, a buen seguro, aún permanecen en la memoria de los aficionados blanquiazules, como el 0-6 en Villarreal, el 4-0 en apenas 20 minutos ante el Toledo o el 5-1 ante el Logroñés. Los más de quince mil espectadores que de media se daban cita en el Rico Pérez vibraban con el Hércules más dominador que se recordaba. Veinte años después de aquel equipo ultracompetitivo de Arsenio, Alicante volvía a disfrutar con su club. La comunión equipo-afición era perfecta. Además, y para potenciar todavía más esto, se daba la circunstancia de que estábamos ante el Hércules más alicantino de la era moderna: Marí, Antón, Varela, Lledó, Palomino, Raúl Ivars e Ismael Arroyo (todos ellos nacidos en Alicante capital) más Parra (Biar), Paquito (Rafal), Carmelo (Cox), Sigüenza (Elche) y Javi Meseguer (Bigastro) conformaban exactamente el 50% de la plantilla del primer equipo. Soplaban vientos de la terreta en el vestuario del Rico Pérez…

Badajoz-Hércules (27/4/96). De pie, de izda a dcha: Pavlicic, Gonzalo, David, Valerio, Rodríguez, Antón. Agachados y en el mismo orden: Varela, Paquito, Visnjic, Alfaro y Palomino

Badajoz-Hércules (27/4/96). De pie, de izda a dcha: Pavlicic, Gonzalo, David, Valerio, Rodríguez, Antón. Agachados y en el mismo orden: Varela, Paquito, Visnjic, Alfaro y Palomino / Colección de Vicente Mestre

En la segunda vuelta el guion cambió poco y el once blanquiazul siguió sumando victorias y resultados escandalosos (como el 6-2 ante el Alavés) con lo que continuó ampliando su ventaja al frente de la clasificación. Por si esto fuera poco, los herculanos también brillaron en Copa, donde eliminaron a Elche, Novelda y a todo un Primera como el Rayo, para caer con honor ante el FC Barcelona. Los Guardiola, Figo, De la Peña y cía. fueron incapaces de vencer en un Rico Pérez lleno (0-0) y tuvieron que esperar a la vuelta en el Camp Nou para meterse en Cuartos de final.

Todo hacía indicar que el Hércules iba a volver a ocupar un lugar entre los grandes que nunca debió perder. Sólo era cuestión de tiempo. Había que esperar a que, con el paso de las jornadas, se llegase al partido en el que las matemáticas dijeran que los alicantinos eran de nuevo equipo de Primera. Y el día D llegó. Y lo hizo en tierra de conquistadores…

Badajoz, 27 de abril de 1996. Trigésimo quinta jornada del Campeonato Nacional de Liga de Segunda División. Manolo Jiménez, más nervioso que de costumbre, apuraba el último cigarrillo antes del inicio del choque mientras enfocaba la mirada, hasta hace unos instantes perdida, hacia unas gradas que presentaban un magnífico aspecto. Era su cuarta visita a Extremadura -donde todavía no había ganado- como entrenador herculano y el de Madrigalejo sabía que no iba a ser un partido fácil. El Badajoz marchaba octavo a sólo 3 puntos de meterse en la promoción, mientras que el Hércules estaba a una sola victoria de cerrar su vuelta a la máxima categoría. Por megafonía se anunciaban las alineaciones. Valerio, Varela, Pavlicic, Gonzalo, Antón, David, Visnjic, Paquito, Palomino, Alfaro y Rodríguez eran los once hombres sin piedad, los elegidos para la gloria.

Manolo Jiménez observa con atención el devenir de sus chicos durante la segunda parte del mítico partido Badajoz-Hércules

Manolo Jiménez observa con atención el devenir de sus chicos durante la segunda parte del mítico partido Badajoz-Hércules / Colección de Vicente Mestre

De forma puntual sonó, como no podía ser de otra manera, el silbato del colegiado Losantos Omar y con él se iniciaba el partido. El juego espeso y tibio de la primera media hora ilustraba a la perfección lo que ambos equipos se estaban jugando. Ambos necesitaban ganar pero bajo ningún concepto estaban dispuestos a asumir demasiados riesgos. Ninguno quería salir de su zona de confort. Hubo que esperar, de hecho, hasta el minuto 35 para ver el primer disparo a puerta con cierto peligro. Fue obra del galés Jones y el balón salió ligeramente desviado a la izquierda de Valerio. Este susto hizo que el Hércules despertara ligeramente de su letargo, teniendo poco antes de llegar al descanso su primera y única oportunidad de gol, en la que Rodríguez, tras una gran jugada individual, regateó a dos contrarios y disparó colocado pero flojo desde el borde del área. Tras esto nos fuimos al descanso con un 0-0 que hacía justicia a los (de)méritos de ambos equipos.

La segunda mitad tenía que ser diferente a la fuerza. El Hércules sólo debía ser más ambicioso e ir a por su destino. La excelencia sólo es apta para los valientes y, al inicio del segundo acto, Manolo Jiménez volvió a demostrar que lo era. El técnico blanquiazul, consciente de que hacía inquietar a la zaga del Badajoz, movió el banquillo y dio entrada al delantero suplente José Francisco Sigüenza en sustitución del lateral Varela. A partir de entonces el equipo fue otro, con mucha más mordiente y más incisivo arriba. De hecho, apenas seis minutos después de pisar el césped, fue el propio Sigüenza el que estuvo a punto de hacer el 0-1 tras una buena acción de toda la delantera herculana. La mejora de los de la capital de la Costa Blanca se hacía palpable conforme transcurrían los minutos. El choque se teñía de blanco y azul por momentos. El gol del ascenso se mascaba en los bares y en el Canal 9 de la época. Tenía que llegar... y acabó llegando cuando, en el minuto 75, un majestuoso Rodríguez se deshacía de dos jugadores pacenses y daba una precisa y preciosa asistencia a Sigüenza, que definía de un duro y seco disparo desde dentro del área del meta Pablo. Cero a uno y el Hércules de Alicante, ahora sí y con todas las de la ley, acariciaba el ascenso. Lo que pasó después del gol del ilicitano ya se lo pueden imaginar: de todo menos fútbol. Y por fin llegó el final. Los tres pitidos de Losantos Omar daban por concluido el encuentro y por iniciada una fiesta blanquiazul que se desbordó y acabó de madrugada con los jugadores bañados en Luceros. No era para menos: diez años después y gracias al gol de un héroe inesperado, el Hércules recobraba su estatus de equipo de Primera División. La afición alicantina había vuelto a vivir, aquel 27 de abril del 96, uno de esos días que perviven en la memoria. Un día que durará años…