La economía circular ha pasado de ser un concepto casi abstracto al que se acogían algunas empresas y consumidores que expresaban de esta forma su compromiso con el medio ambiente, a convertirse en una auténtica necesidad a la vista de la gran cantidad de residuos que se generan y el impacto que este hecho está teniendo a la hora de acelerar el cambio climático. En este contexto, el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y de Ocio (AIJU), con sede en Ibi, está liderando en España un proyecto europeo destinado a impulsar la sostenibilidad en la industria. Aparte de la investigación que el centro desarrolla en esta materia, va a trabajar ahora junto a otras instituciones comunitarias en la confección de una videoteca que, a modo de material formativo, difundirá las experiencias desarrolladas por seis empresas del continente. Entre ellas se encuentra Ripay, firma de Castalla dedicada al sector del mobiliario de hostelería y colectividades, que se presenta como un ejemplo a seguir.

La Unión Europea produce más de 2.500 millones de toneladas de residuos al año, motivo por el que las instituciones comunitarias están trabajando en la reforma del marco legislativo para promover un cambio del modelo de gestión de residuos actual, que tiene un carácter lineal, por una verdadera economía circular. ¿Y en qué consiste exactamente este concepto? Pues bien, la economía circular es un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos todas las veces que sea posible para crear un valor añadido. De esta forma, el ciclo de vida de los productos se extiende. En la práctica, de lo que se trata es de reducir los residuos al mínimo, logrando que, cuando un producto llega al final de su vida, sus materiales se mantengan dentro de la economía siempre que sea posible. Este modelo contrasta con el económico lineal tradicional, basado principalmente en el concepto de «usar y tirar», que requiere de grandes cantidades de materiales y energía baratos y de fácil acceso. La obsolescencia programada, contra la que el Parlamento Europeo pide medidas, es también parte de este modelo.

AIJU investiga aditivos de plantas y frutas para los plásticos biodegradables. JUANI RUZ

Según se destaca desde las propias instituciones comunitarias, uno de los motivos para avanzar hacia la economía circular es el aumento de la demanda de materias primas y la escasez de recursos, sobre la base de que algunos de los materiales que se consideran cruciales son finitos. El impacto en el clima es otro de los factores, toda vez que la extracción y el uso de dichas materias primas tiene importantes consecuencias medioambientales, aumenta el consumo de energía y las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Otra de las razones es la dependencia que la UE tiene de otros países a la hora de obtener recursos.

En este contexto, el Instituto Tecnológico del Producto Infantil y de Ocio (AIJU), con sede en Ibi, está participando en un proyecto europeo que tiene como objetivo facilitar a las empresas la transición hacia la economía circular. Cabe reseñar que el instituto, fundado en 1985 para apoyar a la industria juguetera, se ha ido reconvirtiendo con el paso de los años para prestar servicio a una gama mucho más amplia de empresas, todas aquellas relacionadas con los productos infantiles, pero también las dedicadas a la transformación de plásticos y a los procesos industriales, de gran implantación en su ámbito comarcal. De hecho, de las 586 empresas asociadas, el 50% no pertenecen al sector juguetero.

La entidad viene trabajando desde hace años en varios proyectos de investigación relacionados con el reaprovechamiento de materiales y residuos, y, por tanto, muy vinculados a la economía circular. Ahora va a dar un nuevo paso en este sentido con el proyecto «Modelos de negocio en el ámbito de la economía circular», financiado por Climate-KIC, una de las principales organizaciones contra el cambio climático, y apoyado por Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT), dependiente de la propia Unión Europea.

De lo que se trata es de elaborar vídeos con casos de compañías que están implementando la economía circular, con el objetivo de generar un material formativo claro y conciso que facilite a las empresas la implantación de modelos de negocio que se encuadren en esta filosofía.

Alejandro Fernández, gestor de proyectos internacionales de AIJU, destaca que, con esta iniciativa, se generará «una videoteca paneuropea con aspectos como la motivación inicial para la implementación de la economía circular dentro de las diferentes empresas, las oportunidades detectadas dentro de su industria o sectores, o actores clave dentro de su cadena de valor. Asimismo, se recogerán retos, afrontados y superados, la rentabilidad alcanzada en comparación con los modelos de negocio anteriores, así como proyecciones futuras y un amplio conjunto de experiencias y sugerencias de empresas tradicionales que ya han apostado por ello».

El proyecto, añade el técnico de AIJU, nace con la misión de mejorar las habilidades de los agentes de cambio claves en la transición hacia una economía circular. «En las iniciativas relacionadas con la economía circular -señala- se plantean numerosos riesgos económicos y técnicos, debidos a que en muchos casos suponen un cambio de modelo de negocio profundo. Este hecho requiere de habilidades, conocimientos y concienciación de los profesionales que trabajan en diferentes sectores, con especial relevancia en el de la industria manufacturera». Los vídeos estarán acompañados de material formativo que permitirá profundizar en los casos y proporcionar lecciones sobre la transición a una economía circular, de manera que se mitiguen dichos riesgos.

Algunas de las sillas y mesas que Ripay elabora con material reciclado. JUANI RUZ

La videoteca estará compuesta por seis vídeos, y en el caso de AIJU la empresa seleccionada ha sido Ripay, una marca con más de 50 años de experiencia en el sector del mobiliario de hostelería y colectividades, que tiene su sede en Castalla. Su modelo de economía circular es la renovación de terrazas -mesas, sillas y parasoles- mediante un diseño y fabricación en el que se emplean materiales reciclables y de origen reciclado. El director industrial de la firma, Narciso García, destaca que, frente a la obsolescencia programada, ellos pregonan la «alargascencia». Según sus palabras, «hemos incorporado en el proceso materiales de alta calidad para alargar de esta manera la vida útil del producto. Siendo materiales reciclables, el mobiliario puede volver a entrar en el proceso de producción al acabar la vida útil, logrando una economía circular en la fabricación».

El reciclado afecta a todos los materiales utilizados por la empresa, desde los plásticos hasta el metal. Así, reaprovechan sillas y mesas ya utilizadas para elaborar de nuevo su propio producto, al tiempo que recuperan materiales plásticos de otros sectores como el de la alimentación con el mismo objetivo; también tapones de botellas de plástico. Todo ello, destaca García, tiene tras de sí una importante labor de investigación, en la que AIJU ha colaborado de manera decisiva. «Hay que tener en cuenta -destaca- que manejamos residuos plásticos de diferentes colores y resistencias, a los que hay que aditivar para que se puedan reaprovechar. Algo parecido sucede con el aluminio y el acero, materiales que inicialmente era impensable que se pudiesen reutilizar».

Ripay cuenta con un centenar de empleados en su fábrica de la comarca de la Foia y trabaja para algunas de las principales marcas de bebidas. Son líderes en el sector en materia de reciclaje y exportan a toda Europa y a EE UU, con incrementos de facturación anuales que rondan el 20%. Además, pertenecen a uno de los pocos sectores que no se han visto demasiado perjudicados por la pandemia de coronavirus. Según el director de la firma, «la demanda de mobiliario de terrazas en bares y restaurantes se ha incrementado por las restricciones en el interior de los locales, por lo que aparte del parón obligado en el confinamiento, la actividad se ha mantenido e incluso aumentado en los meses posteriores».

Junto a AIJU participan en el proyecto las universidades de TU Delft y Wageningen, en Holanda; Trento, en Italia; Edimburgo, en Escocia; y Fachhochschule Zentrapschweiz, en Suiza. Cada una de ellas aportará sus correspondientes vídeos con ejemplos prácticos sobre la economía circular.

El instituto ubicado en Ibi, con todo, tiene una larga tradición en iniciativas de investigación relacionadas con la sostenibilidad. Junto a la ya conocida utilización de cáscaras de almendra para la fabricación de juguetes y otros artículos, AIJU trabaja en estos momentos en otros proyectos como el empleo de aditivos naturales procedentes de residuos de plantas y frutas para mejorar las propiedades de los plásticos biodegradables. El instituto también está investigando la recuperación de los residuos de las aguas tóxicas que contienen materiales pesados, para, de esta forma, reducir la contaminación y que se puedan tratar de forma efectiva cumpliendo con la legislación en la materia.

El instituto tecnológico también trabaja en proyectos para reducir la contaminación de las aguas residuales. JUANI RUZ

Ahorros de 600.000 millones para las empresas de la UE

La implantación del modelo de economía circular tendría efectos beneficiosos en muchos campos, según las previsiones que maneja la propia Unión Europea (UE). Así, medidas como la prevención de residuos, el diseño ecológico y la reutilización podrían generar ahorros netos de 600.000 millones de euros para las empresas, al tiempo que reducirían las emisiones totales de gases de efecto invernadero entre un 2% y un 4%.

Avanzar hacia una economía circular también podría generar beneficios como reducir la presión sobre el medio ambiente, mejorar la seguridad de suministro de materias primas, incrementar la competitividad y la innovación, y generar hasta 580.000 empleos en la UE. Asimismo, según se destaca desde las instituciones comunitarias, este modelo económico puede proporcionar a los consumidores productos más duraderos e innovadores que brinden ahorros monetarios y una mayor calidad de vida. Un conjunto de ventajas que, en cualquier caso, requiere de una apuesta decidida por parte de las empresas.