Viviendo en la cresta de la segunda ola de pandemia de covid-19, sin haber dejado de luchar y pelear durante más de nueve meses, no deja de sorprendernos la poca planificación o estrategia a medio plazo que para el turismo se está haciendo desde todas las instituciones: empezando por la Unión Europea, pasando por el Gobierno de España y terminando en los diferentes gobiernos autonómicos que tienen transferidas constitucionalmente las competencias en materia turística y que deben abordar una crisis sin precedentes.

Las comunidades autónomas están ahora mismo centradas en controlar la situación sanitaria, y entendemos que ésta es su responsabilidad prioritaria en este momento, pero no menos cierto es que desde el sector turístico asistimos con impotencia a un panorama nada favorable para los próximos meses.

Ahora mismo necesitamos tener el plan A, que es el que tenemos y que no nos lleva turísticamente más allá que a la miseria que estamos gestionando. Pero necesitamos tener ya programados y estudiados los planes B, C e incluso D que nos lleven hasta la primavera de 2021 con un escenario empresarial al menos más esperanzador.

Para un gobierno no puede haber nada que tenga un interés superior al 20% del PIB. Nada que pueda tener más utilidad que 300.000 puestos de trabajo que están en riesgo para la Comunidad Valenciana. Así que, al margen de la estrategia sanitaria, lo prioritario para todos los estamentos tiene que ser reactivar el turismo en todas sus derivadas y de forma progresiva y compatible con la situación sanitaria.

Todavía no hemos salido del asombro y estupefacción que nos produjo el anuncio del Gobierno de exigir una PCR negativa a todos los viajeros con entrada en aeropuertos españoles. Medida que, además, no forma parte de ningún acuerdo europeo o medida que se toma a cambio de otras todavía más restrictivas como las cuarentenas. Esto es lo que se llama echar más leña al fuego en lugar de apagarlo. No sólo no vamos a fomentar el turismo, sino que vamos a ponérselo todavía más difícil y caro a los pocos que tienen la valentía de visitarnos.

Creo que podemos y debemos exigir a nuestros responsables una mayor imaginación y una dedicación en diseñar lo que debería ser una planificación turística segura para los próximos meses.

Vamos a dar ideas. Llevamos dos semanas con buenas noticias sobre las vacunas. Lo bueno es que ya están listas y casi preparadas para comercializarse. Lo malo es que todavía tardarán meses o incluso algún año en proteger a la población de esta amenaza, por lo que el plan de contingencia de un turismo conviviente con covid-19 durante todo el año 2021 se mantiene inalterable.

En este horizonte de positividad es donde tenemos que centrar nuestro punto de mira: diseñar cuál sería el marco seguro de reactivación turística en Europa, común para todos los países de la UE, incluido el Reino Unido.

Sabemos cómo debería ser ese marco que pasa por criterios ineludibles: pruebas diagnósticas, trazabilidad, control de aforos, medidas de aislamiento social, mascarillas, horarios, equipo de hospitalidad y, si todo fallara, un completo sistema de atención a turistas que pudieran resultar contagiados.

Incorporar las pruebas diagnósticas al «itinere» turístico debe razonarse con criterios de eficacia y eficiencia: deben ser pruebas económicamente accesibles y ahora mismo las PCR no lo son. Deben ser unas pruebas lo menos invasivas posible, y sobre todo deben ser pruebas rápidas. Y las PCR tampoco cumplen estos criterios. Hay que explorar alternativas y estar muy al día de todas las novedades de la industria farmacéutica que se van a suceder en las próximas semanas.

Si sólo el 0,07% de los casos positivos detectados hasta ahora proceden de viajeros de otros países, no parece que las fronteras supongan un gran riesgo. Si en Madrid han sido capaces de controlar y doblegar la curva de contagios usando test de antígenos, parece que pudiera ser una modalidad de prueba que tenga su usabilidad turística.

Si todo ello lo complementamos con un sistema profesional de trazabilidad de los visitantes, con herramientas tecnológicas, y lo cerramos con un programa de protección a posibles turistas positivos, sin coste para ellos, con alojamiento, atención médica y repatriación con garantías, mandaremos al mercado un completo mensaje de seguridad y solvencia como país.

España es líder turístico en el mundo, y España debe liderar también este proceso para el turismo. Muy al contrario de lo que se opina gratuitamente, el turismo no es un problema para nuestra economía. Ha sido la solución durante setenta años y lo seguirá siendo en el futuro. Una gran parte de la economía europea está en juego si no se reactiva el turismo en los próximos meses.

Así que vamos a usar nuestras fuerzas en construir futuro y a centrarnos en esta estrategia para el medio plazo. Que el turismo esté listo para ser una realidad en España y en Europa antes de la primavera 2021. Ahí debemos focalizar nuestros esfuerzos y sólo nos queda pedir a los responsables públicos que también lo hagan.

Desde ya Benidorm y la Costa Blanca (como «isla» peninsular) o Canarias (como fenómeno insular) podemos servir de laboratorios «in vitro»: ambos destinos situados en territorios con poca incidencia del virus, y ambos destinos turísticos muy demandados por nuestros clientes europeos y españoles durante el invierno. ¿Por qué no hacer una experiencia piloto coordinada para evaluar cómo funciona? ¿Por qué no abrir corredores con nuestros fieles visitantes españoles y extranjeros? Desde el sector privado estamos dispuestos a afrontar este nuevo reto con ilusión y responsabilidad.