Son algo más de la mitad de la población, pero sólo copan el 45% de los empleos, apenas un 35% de los cargos directivos y sus salarios siguen, de media, más de un 18% por debajo de los de sus compañeros varones. Es la situación a la que se enfrentan las mujeres en el mercado laboral alicantino, una radiografía que apenas ha variado en la última década, en la que los avances en materia de igualdad han sido prácticamente nulos, de acuerdo con el informe que ayer presentó el Instituto de Estudios de la Provincia de Alicante (Ineca), durante un webinar organizado junto al Banco Sabadell, la Universidad Miguel Hernández y la Asociación de Empresarias y Profesionales de Alicante (Aepa). Los datos son rotundos. En estos diez años la tasa de actividad femenina, es decir, el porcentaje de mujeres que trabajan fuera de casa o están dispuestas a hacerlo no ha variado ni un ápice y se mantiene en el 51,4%, más de once puntos por debajo de la tasa masculina, del 62,6%, cuando debería tender a igualarse. Un dato que refleja que siguen siendo ellas quienes mayoritariamente renuncian a sus carreras profesionales para dedicarse al cuidado de los hijos, tal y como señaló el director de Estudios de Ineca, Francisco Llopis.

Evolución de la tasa de actividad por sexos.

Una realidad que también se observa si se analiza la ocupación por edades. Así, mientras que en las franjas más jóvenes, entre los 25 y 29 años, apenas hay diferencias entre el número de trabajadores y el de trabajadoras -lo que indica que ambos sexos se incorporan por igual al mercado laboral- a partir de los 30 años empieza a disminuir la tasa de actividad entre las mujeres, a medida que van asumiendo más responsabilidades familiares.

El sueldo medio de las profesionales de la provincia se sitúa en 15.292 euros, frente a los 18.730 de los varones

De esta forma, mientras que entre los hombre el principal motivo de inactividad es la jubilación, con más del 50% de los casos, entre las mujeres todavía son más las que se dedican a las llamadas «labores del hogar» -alrededor del 33%- que las que ya superan la edad de retiro obligatorio -algo más del 25% de las mujeres que no trabajan-, según expuso la profesora de la Universidad Miguel Hernández Juana Aznar. Cifras muy parecidas a las que se registraban hace una década.

La brecha salarial.

Más precariedad

De la misma forma, las mujeres siguen acaparando, muy a su pesar, los empleos de peor calidad. Así, concentran dos de cada tres contratos eventuales de interinidad y suman hasta un 50% más ocupaciones a tiempo parcial, de acuerdo con el estudio. El resultado de todo ello es que los ingresos de las profesionales alicantinas -15.292 euros- siguen muy alejados de los de sus compañeros -18.730- y que la brecha salarial apenas se ha reducido. Así, si en 2010 el salario medio de una mujer en la provincia representaba el 78,9% de lo que cobraba un hombre, en la actualidad es del 81,6%. A este ritmo, harían falta siete décadas más para que se igualaran.

La tasa de actividad femenina apenas alcanza el 51,4%, once puntos menos que la masculina

Además, como recordó Juana Aznar, esta diferencia no solo afecta al presente de las mujeres, también implica que cuando se quedan en paro reciben prestaciones menores y que sus futuras pensiones también serán inferiores. Es decir, «que la calidad de vida de las mujeres a lo largo de todo su ciclo vital será menor».

El presidente de Ineca, Rafael Ballester, expresó su confianza en que conocer estos datos permita establecer medidas que ayuden a cerrar esta brecha en el futuro.

Así actúa la discriminación: del «techo de cristal» al «suelo pegajoso»

Desde Aepa abogan por potenciar las medidas de igualdad en los convenios y mantener las cuotas

La profesora de Economía de la Universidad Miguel Hernández de Elche Juana Aznar, distingue hasta cuatro tipos de obstáculos a los que suelen enfrentarse las mujeres en su desempeño laboral. Así, el «techo de cristal» son las barreras de las propias organizaciones que impiden que las mujeres accedan a altos cargos. Por su parte, la «escalera de cristal» se da en sectores como la educación o la sanidad, donde las mujeres son mayoría pero las posiciones de liderazgo -la gerencia de hospitales o la dirección de colegios- sigue en manos masculinas. El «suelo pegajoso» define aquellas situaciones donde son las propias mujeres las que se autolimitan porque piensan que aceptar un ascenso les impedirá cumplir sus obligaciones familiares. Por último, el «gueto de terciopelo» identifica al fenómeno por el que las mujeres se concentran en determinadas profesiones que reproducen roles de género del hogar, como el cuidado de enfermos. Por su parte, la presidenta de Aepa, Marcela Fernández, defiende la necesidad de seguir trabajando para que los convenios colectivos incluyan medidas que favorezcan la igualdad y la conciliación de la vida familiar y laboral, así como el establecimientos de cuotas que, «aunque a nadie le gustan, están haciendo su tarea». En este sentido, también apunta la «oportunidad» que supone la redacción de los planes de igualdad en las empresas para realizar un diagnóstico de cómo se encuentra cada una de ellas y qué medidas puede adoptar.