No es un problema de que la población haya crecido más o de que el volumen de jubilados sea superior al de otras zonas. Si Alicante se ha hundido en las últimas dos décadas en el ranking nacional de riqueza y ocupa una de las últimas posiciones del país en renta per cápita es, sencillamente, porque la productividad de su economía también es una de las más bajas de toda España. Dicho de otra forma, que el tipo de artículos que salen de sus fábricas o los servicios que prestan sus empresas –incluido el turismo- generan menos ganancias que en  otras partes del país.

Así al menos se deduce de la comparativa realizada por el Instituto de Estudios Económicos de la Provincia de Alicante (Ineca), que ha cruzado el volumen de PIB de cada demarcación española con el número de asalariados de sus empresas para conocer la productividad por empleado, con un resultado claramente negativo para la provincia, según reconoce el director de Estudios de Ineca, Francisco Llopis. Sobre todo, si se compara con la situación que ocupaba hace 20 años.

En términos generales, lo cierto es que la productividad por empleado ha crecido notablemente en este periodo, ya que si en el año 2000 las empresas alicantinas generaban una riqueza equivalente a 36.786 euros por empleado, en 2019, el último ejercicio con datos provinciales de PIB, esta cifra había aumentado hasta los 54.157 euros, un 47% más.

El problema es que el resto de provincias han mejorado mucho más. Así, si al inicio de este periodo la diferencia con la productividad media por asalariado del conjunto del país apenas era de 1.982 euros, es decir, un 5,11% inferior, con los últimos datos esa brecha se ha incrementado hasta los 6.926 euros, un 11,3%.

De la misma forma, si en el año 2000 Alicante ocupaba la posición número 22 en el ranking de riqueza por ocupado, en la actualidad se ha desplomado hasta el puesto 44. Es decir, sólo Melilla, Granada, Almería, Jaén, Murcia, Málaga, Badajoz y Córdoba se encuentran peor en este indicador.

Como señala Llopis, la explicación hay que buscarla en un cúmulo de factores. Para empezar, en la pérdida de peso que ha registrado la industria en el conjunto del tejido productivo de la provincia frente a otras ramas de actividad, como la hostelería, pero también en el propio tipo de industria y en el uso que hacen de la innovación y las nuevas tecnologías. Así, mientras que gran parte de las fábricas alicantinas se dedican a productos de consumo que requieren mucha mano de obra, como el calzado, en las provincias que ocupan las parte alta de la tabla –Tarragona, las tres vascas o Navarra- en estas décadas se ha producido una importante reconversión desde la industria pesada a otra con un uso intensivo de las tecnologías.

El PIB por ocupado de las provincias españolas. David Navarro

Y algo similar puede señalarse del turismo. Mientras que en la Costa Blanca se ha apostado por los visitantes de clase media, aquellas zonas frecuentadas por visitantes de mayor poder adquisitivo presentan también un mayor nivel de productividad, como ocurre en Baleares, la octava con mayor PIB por ocupado, con 64.136 euros, casi 10.000 euros más que en Alicante.

Otro factor determinante es el tamaño empresarial, que sigue siendo muy pequeño en la provincia. Así, por ejemplo, hasta el 20,3% de los ocupados en Alicante son autónomos frente al 17,3% del conjunto nacional. Esto se traduce en una menor capacidad para invertir en innovación o para buscar nuevos mercados en el extranjero.

A todo lo anterior hay que sumar el déficit crónico de inversiones públicas, que ha supuesto que la economía alicantina haya recibido en todo este tiempo un menor impulso por parte del sector público en comparación con otras zonas del país –sólo desde 2008 Ineca calcula un agravio de 3.500 millones- y que, además, ahora supone un lastre para su competitividad, por la falta de infraestructuras que sí tienen en otras partes.

"No se trata de criticar a los sectores actuales de la economía alicantina. Al contrario, hay que agradecer que estén ahí, pero también hay que ayudarles a introducir más innovación y hay que atraer empresas de otros sectores que contribuyan a generar más riqueza", apunta Llopis.