Mercados

Whisky, un activo en boca de todos

El licor más famoso del mundo atrae a inversores, deja pelotazos millonarios y escapa de los acaparadores en un mercado que busca colonizar Asia tras conquistar Europa

Alberto y David, dueños del Ye Olde Basset, posan con una selección de sus licores más exclusivos.

Alberto y David, dueños del Ye Olde Basset, posan con una selección de sus licores más exclusivos. / GUSTAVO SANTOS

Jorge Garnelo

En el Ye Olde Basset no verás a nadie tomarse una clara de limón y seguramente caería alguna que otra lágrima si te pides un Macallan con Coca-Cola. Aquí este alcohol goza de ciertos privilegios, el negocio se mueve por y para él y lo hace con todo el mimo y conocimiento a su alcance. Es un local peculiar, que ha sabido mezclar con equilibrio las dos vertientes de pub más marcadas en Inglaterra. La de bar popular, no deja de ser taberna enxebre medio escondida en la que uno puede tomar una cerveza artesanal irlandesa al salir de trabajar sobre una larga barra color caoba, y la de gin palace, que se aprecia en sus cortinas bermellón, su brillante cristalera o las antiguas lámparas que iluminan un espacio que salta del lujo a la sencillez. Y de la sencillez a un aislamiento de lo más acogedor.

En este espacio invernal, de nombre arcaico aunque fácil de pronunciar, el whisky abarrota ordenadamente toda la estantería principal. Más de 160 botellas que van actualizando sus precios según el valor del mercado o de compra como si se tratase del London Stock Exchange (LSE). “La más cara costaba 35 una copa y ahora está en 500”, señalan David Peón y Alberto Gómez, propietarios de este pequeño negocio. En él cualquier cliente que se lo permita puede acceder a probarla, pero también recibir información sobre cuales son los brebajes que mejor cotizan y mayores rentabilidades generan, asesorarse sobre aquellos en los que desea invertir e incluso conseguirlos a través de distribuidores especializados que comercializan ediciones únicas.

Evidentemente es tarea complicada, si no una misión imposible en ciertos casos. El gran problema es que las grandes marcas de whisky van por cupos y el stock de los países europeos, antes mucho mayor, ha ido perdiendo peso en favor del continente asiático. Si antes mandaban 300 cajas, ahora mandan 200, con el consecuente impacto que esto tiene en un sector donde como en todos se impone la ley de la oferta y la demanda. Normalmente las producciones son uniformes, porque las fábricas dan para lo que dan, y con lo que se juega es con ese reparto. Las destilerías lo aprovechan, mueven ficha cuando saben que han conquistado una nación y se lanzan a por la siguiente. Reducen su venta en la primera e introducen mercancía en la segunda. Es una forma de encarecer sus tiradas premium donde triunfan y expandirse al mismo tiempo en territorios inexplorados.

“La demanda de esta bebida es inelástica, fundamentalmente porque no hay sustituto para ella. Ni el ron, ni la ginebra o el mezcal pueden suplantarla, y en el caso de España hay que tener en cuenta que es la que más se consume”, dice David. “Muchas veces es estar en el momento y lugar adecuado, y tener una red de contactos potente”, agrega por su parte Alberto respecto a cómo conseguir hacerse con los ejemplares más codiciados. Cuando una empresa saca una botella “golosa” suele anunciarla antes, entonces ellos llaman a su proveedor y les preguntan si pueden tener acceso, a cuantas y su precio. La escasez en algunos casos es tal que los comerciales de determinadas compañías acuden a sus compañeros de zona para saber si les sobrará alguna. Ya han colocado las suyas, pero no las suficientes para abastecer a todos sus clientes.

En medio de este ecosistema de brókeres y aficionados al susodicho licor, el Ye Olde Basset suele notar picos de interesados ocasionalmente, y precisamente es cuando los medios de comunicación se hacen eco de “pelotazos” como el que dio en su momento el Macallan de 1926, una serie compuesta por 40 piezas de espirituoso marrón, envejecido durante 60 años en barricas de roble importadas desde Jerez. Solo una se vendió por 1,7 millones de euros en 2019, precio que da cuenta de la entidad de este mundillo aunque desde luego no sea lo habitual. Desde el local pontevedrés afirman haber visto revalorizaciones del 600% en tres meses, también para nada comunes, y si alguna persona quiere invertir siempre repiten tres consejos: marcas muy concretas, con prestigio en el mercado y una edad de entre 15 y 35 años, destilerías cerradas de las que queden botellas, y que el desembolso se adecue a la capacidad económica del atrevido.

El mapa de la importación de whisky: el 85% es británico o yankee.

El mapa de la importación de whisky: el 85% es británico o yankee.

Además del poco producto y su complejidad a la hora de tener acceso, Alberto y David se muestran preocupados por la figura del “acaparador”, grandes coleccionistas bien posicionados en el sector que se llevan el grueso de una edición limitada tras salir al público. “Las compran de golpe y las van sacando poco a poco, haciendo que el whisky llegue más tarde y más caro”, inciden. “Tienen muchos que nos encantaría probar y no los van a abrir nunca. Jamás. Es un comportamiento que se escapa del resto, lo hace por fuerza bruta”, añaden, dejando claro que otro de los mayores inconvenientes de los últimos años, teniendo en cuenta la mayoría de las importaciones proceden de Reino Unido, ha sido el Brexit. “Una traba a todos los niveles”.

En su local, que definen como un espacio en el que más allá de la inversión “lo que gusta es vender el whisky copa por copa”, ya sea antiguo escocés o modernos japoneses, este elixir es considerado “un activo financiero blindado frente a las caídas de la bolsa”. Allí Michael Jackson no es el cantante más conocido de todos los tiempos, sino el escritor más reputado del panorama. “Las cosas cambian y los valores puede que también, pero nunca por debajo del precio de venta al público”, aseguran. Y si lo hacen, como frecuentan decir a modo de broma, “siempre quedará la botella”.

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