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La cerveza cierra el círculo

técnicos de bioithas, aiju y la politécnica de alcoy investigan la obtención de probióticos y la fabricación de posavasos y cajas a partir de residuos de esta bebida

Técnicos de Aiju con los residuos de cerveza y los prototipos de materiales | Juani Ruz

En un contexto en el que la sostenibilidad y la economía circular cotizan al alza entre los consumidores, la cerveza está a punto de dar un paso rotundo en ese sentido. Será gracias a un equipo de investigadores de Bioithas, el Instituto Tecnológico del Producto Infantil y de Ocio (Aiju) y la Universidad Politécnica de València, en su campus de Alcoy, que, con el apoyo de la Agencia Valenciana de la Innovación (AVI), trabajan en la obtención de probióticos y vitaminas y la fabricación de posavasos y cajas a partir de los residuos procedentes del proceso de elaboración de esta bebida.

La producción de cerveza en la Unión Europea (UE) genera más de seis millones de toneladas de bagazo, subproducto resultante del procesado de la cerveza, rico en proteínas y fibra alimentaria. Pese a ello, un 20% de estos residuos acaba depositado en vertederos. Así que el objetivo de esta iniciativa pasa por aprovechar al máximo esta materia, en un ambicioso proyecto de economía circular que podría aportar nuevos beneficios a esta industria.

A través de esta investigación, se pretenden conseguir sustancias de mayor valor añadido para sectores como el biotecnológico o el del plástico, con base en la apuesta por el reciclaje y la reutilización como vía para reducir a cero los residuos. Este proceso de valorización promueve, además, la simbiosis industrial, de tal modo que los desperdicios resultantes de actividades productivas se convierten en materias primas para otras.

Las ventajas de esta técnica repercuten en el plano medioambiental y se extienden al económico porque, hasta ahora, la gestión de los residuos en los procesos de fabricación de cerveza conlleva un coste considerable para las empresas del sector, debido a la infraestructura necesaria para su correcto tratamiento.

La empresa alicantina Bioithas es la que lidera este proyecto estratégico, que se va a desarrollar durante los próximos dos años. Según explica la directora de operaciones de esta firma, Laura Navarro, su labor se está centrando en el aislamiento de las cepas probióticas, bacterias y levaduras, a partir del residuo del bagazo. «·El objetivo principal -enfatiza- es estudiar su viabilidad y escalabilidad industrial, para posteriormente testarlas en los ensayos clínicos para validar sus capacidades funcionales y su posible beneficio para la salud, a fin de poder utilizarlo como ingrediente activo en complementos alimenticios».

Por su parte, los investigadores de la UPV, pertenecientes al grupo de biología sintética del Instituto ai2 y al Instituto de Tecnología de Materiales en el campus de Alcoy, están trabajando en la obtención de diferentes muestras de bagazo, su caracterización mediante el análisis del contenido de la humedad, proteínas, polifenoles, fibras lignocelulosas y otros compuestos de interés, así como su caracterización térmica y morfológica.

El equipo del Instituto ai2 centra su labor en analizar si el bagazo, que ahora se aprovecha, principalmente, para el forraje de animales, puede emplearse en laboratorio como medio de cultivo de cepas que aporten valor añadido en la producción de ingredientes funcionales, prebióticos o probióticos. El investigador principal de este organismo universitario, Pablo Carbonell, subraya que «los polifenoles son un medio de cultivo muy rico para acelerar la producción y, por tanto, estamos trabajando en esa línea».

Mientras, la línea de actuación del Instituto de Tecnología de Materiales del campus de Alcoy se centra en el acondicionamiento de los residuos de bagazo y su posterior micronización, para el desarrollo de los procesos de extracción de los compuestos de alto valor añadido, con potencial aplicación en el campo de la biotecnología.

Coordinado por el investigador Rafael Balart, el equipo de este instituto trabaja en métodos de extracción respetuosos con el medio ambiente para separar las proteínas, que pueden llegar a representar entre el 26% y el 30% del residuo del bagazo, y en la obtención y caracterización de compuestos fenólicos y polifenólicos con excepcionales propiedades antioxidantes y que tienen un gran potencial para su aplicación como ingrediente activo en prebióticos. «Además -destaca el propio Balart-, el material fibroso residual de los procesos de extracción se está acondicionando para la fabricación de plásticos que imitan la madera».

Y ahí es donde entra en escena Aiju, con sede en Ibi, cuya misión es la de concretar las fórmulas para utilizar estas fibras procedentes del bagazo como aditivo para estos materiales. La técnica que dirige el proyecto en este instituto, María Jordá, recuerda que ya han tenido experiencias previas con el aprovechamiento de otros residuos vegetales, como son las cáscaras de almendras, por lo que el proceso va a ser similar.

Además, subraya, el objetivo es que los plásticos desarrollados puedan ser empleados por la propia industria cervecera, como son posavasos, cajas o envases.

El bagazo en cuestión está siendo aportado por dos empresas del sector, concretamente Heineken y la alcoyana Cerveses Lluna. «Una tiene un proceso de elaboración más industrial y la otra más artesanal, y nos interesa trabajar con ambos tipos de residuos, desde el punto de vista de la diversidad en su composición», indica.

Por su parte, el CEO y director científico de Bioithas, el doctor Vicente Navarro, resalta que este proyecto de cooperación «pone de manifiesto el interés y el compromiso de las empresas de I+D+i de intentar generar respuestas innovadoras a problemas complejos como el aprovechamiento de residuos, la mejora de la salud de la población o la alimentación del futuro».

La iniciativa se alinea con las conclusiones de los comités estratégicos de innovación especializados en agroalimentación y economía circular, promovidos por la AVI. En el primer caso, porque se aboga por la producción de ingredientes funcionales con impacto significativo sobre la salud de los consumidores y, en el segundo, por el desarrollo de técnicas de valorización de residuos alternativas al reciclado mecánico.

El vicepresidente ejecutivo de la agencia, Andrés García Reche, destaca que este proyecto demuestra las oportunidades de innovación que emergen alrededor de la industria alimentaria y la aplicación efectiva de los criterios propios de la economía circular. «La simbiosis industrial permite convertir residuos de unas industrias en materias primas para otras que, en este caso, además, destacan por su alto valor añadido y por sus usos potenciales en sectores de vanguardia como el biotecnológico», concluye.

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