«Con el cuerpo que Dios me ha dado, ¿cómo soy futbolista?». Eso es lo que a veces se pregunta Javi Flores, delante del espejo del vestuario, entre bromas y risas de sus compañeros y con ese acento andaluz que lo caracteriza.

Las lesiones han truncado una trayectoria que lo llevaba a competir con la élite de este deporte. Ha sufrido muchos sinsabores y no lo ha tenido fácil, aunque gracias al trabajo en la sombra ha llegado a lo que es ahora. Un futbolista feliz en el campo, apoyado por todos y con el cariño de su mujer Lorena y de su niña Martina, habitual en el vestuario.

Pacheta señalaba el domingo que «ha habido años en los que no sabía ni dónde estaba. Creo que no ha sido más feliz jugando al fútbol que ahora».

Unas palabras que corroboraba el propio jugador al final del duelo. «Hacía tiempo que no me sentía disfrutando y sintiéndome muy bien e importante en el campo. Me siento contento, feliz y con mucha confianza propia y del cuerpo técnico. Ojalá podamos seguir consiguiendo victorias y conmigo haciéndolo bien. Sin el triunfo del grupo el trabajo individual no es tan visible».

El dúo que forma esta temporada con Manuel Sánchez roza la perfección, La combinación es impecable. Lo que no aporta uno lo pone el otro. El cóctel es magistral: «Jugamos con dos volantes y sabemos por dónde nos movemos cada uno. Nos dan mucha libertad, siempre con un orden y buscando los espacios. Me gusta. Con cualquier volante con el que juego me encuentro muy bien. Intento adaptarme, porque cada uno tiene un estilo de juego», sentencia el cordobés.