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En busca de la libertad

En busca de la libertad

Un oftalmólogo sirio afincado en Elche pide integrar a los refugiados para evitar radicalismos

La búsqueda de la democracia, del pensamiento occidental y de la libertad fueron los motivos que llevaron a César Azrak a venir a España en 2008. Este oftalmólogo natural de Alepo mira con tristeza el futuro de su país, al que reconoce que difícilmente podrá regresar nunca. «Vine a España porque no quería vivir en Siria. Quería cambiar mi situación porque la formación médica allí es buena, pero mientras eres residente el sueldo es escaso y tienes que vivir a costa de tu familia». Azrak estuvo primero en Oviedo y luego estuvo en el Hospital General de Elche hasta 2013. Tras un breve inciso en Zaragoza, regresó a la ciudad para incorporarse a la plantilla del Hospital del Vinalopó, de la que actualmente forma parte y con la que puede mantener a su madre y a su hermano que hace dos años también abandonaron Siria. «Siempre pensé en quedarme en España, pero cuando estalló la guerra me convencí del todo».

El hermano pequeño de Azrak, que se trasladó con sus padres a Damasco cuando se inició el conflicto bélico, se vio forzado también a abandonar su patria junto a su progenitora «porque le estalló una bomba justo al lado de él y le convencí para que viniera a España a estudiar Arquitectura». explica el especialista, quien asegura que llegados a este punto se siente tan español como sirio y reconoce que la gente aquí le ha acogido perfectamente, lo que le ha permitido integrarse completamente en la sociedad ilicitana. «Cuando vinieron mi hermano y mi madre lo hicieron con visado de turista, luego solicitamos el estatus de refugiado y estuvimos más de un año tramitándolo hasta que conseguimos el asilo subsidiario para un periodo de residencia de cinco años».

El padre de César Azrak -quien reconoce que existen muchas similitudes entre la cultura siria y la española por su carácter abierto y apegado a la familia- también salió de Siria en un primer momento, aunque después decidió regresar para atender las empresas de construcción que tenía en el país. «Es un hombre de los de antes, orgulloso, que no quería abandonar su tierra ni que yo lo mantuviera. Volvió a Siria, pero una bomba destruyó la fábrica y decidió irse a Holanda, a un campo de refugiados. Allí está aprendiendo el idioma y está intentando salir adelante y construir una nueva vida. Cuando mis familiares vinieron aquí les dije que se concienciaran, que nunca más iban a volver».

Azrak reconoce el dolor que siente cuando contempla las imágenes en televisión, cuando sabe que alguno de sus amigos ha muerto en la contienda y reconoce no entender el inmovilismo de las administraciones públicas en la acogida a los refugiados «cuando el pueblo ya se ha puesto en marcha. El presidente de mi país es un dictador, pero el Estado Islámico es una opción mucho peor, por lo que las opciones no son muy esperanzadoras».

El especialista reclama a Europa un esfuerzo para integrar a las personas que se están viendo obligadas a abandonar su país por la guerra. «Una guerra siempre es dura, pero una guerra civil es aún es más dura. Yo aún no tenía hecha mi vida allí, pero gente como mis padres han tenido que abandonar todo e intentar a su edad echar raíces fuera. Por eso hago un llamamiento para que los países de acogida no se limiten sólo a dar un lugar a estas personas, sino que intenten integrarlos en la sociedad porque probablemente nunca puedan volver a Siria. Si conseguimos que se integren evitaremos radicalismos. La gente lo que quiere es vivir con dignidad y eso es lo que tiene que entender Europa.

Azrak asegura que «a mí los españoles me ayudaron desde el primer momento. Al principio tuve problemas con el idioma, pero ahora sólo me falta la nacionalidad española. Me siento tanto sirio como español», asegura este especialista de 32 años que contempla con estupor la desintegración de su tierra natal.

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