El pasado 11 de marzo, como era mi costumbre todos los miércoles, envié a la redacción de INFORMACIÓN mi artículo semanal que aparece los viernes. Ese viernes, viernes 13 para más señas, por si son supersticiosos y anglófilos, la crisis sanitaria, social, económica y hasta existencial que ahora nos golpea con toda su crudeza empezaba a manifestarse ya de una forma nítida, dejando patente que las medidas que ahora estamos soportando iban a tener que adoptarse. Ese día el responsable de la redacción del periódico en Elche me mandó un mensaje, diciéndome que mi artículo quedaba guardado hasta que se normalizara la situación, cosa que entendí perfectamente, pues la actualidad manda y la situación no estaba, ni está, para temas banales.

En cualquier caso, he rescatado ese artículo que, en circunstancias normales, se debía haber publicado el 13 de marzo, por si es de su interés y les puede entretener durante cinco minutos, que serán cinco minutos menos hasta el final de este encierro tan forzoso como imprescindible. Por favor, léanlo teniendo en cuenta el momento en que fue escrito, pero con la esperanza de que más pronto que tarde la situación se haya normalizado tanto que comiencen a interesarnos estos temas que ahora nos parecen fútiles y que otrora despertaban en nosotros grandes discusiones. Ese texto decía así:

Aquellos de ustedes que hayan tenido la amabilidad, y la paciencia, de seguir esta serie de artículos desde que comenzó su publicación hace casi tres años, recordarán que en el primero de ellos se mencionaba la obra del escritor irlandés Samuel Beckett. En concreto, aludía a su celebérrima pieza teatral Esperando a Godot, tragicomedia maestra del teatro del absurdo en la que nada ocurre, como en el Elche de entonces y en el de ahora.

Pero la producción literaria de Beckett no se circunscribe, aunque quizás sea su faceta más conocida, al género dramático; de hecho, el irlandés es autor de numerosos relatos que revelan una gran erudición, trufados de sutiles referencias a multitud de fuentes literarias, filosóficas y teológicas. En cualquier caso, se aprecia de una manera nítida que sus principales referentes fueron el poeta italiano Dante Alighieri, el filósofo francés René Descartes y, por supuesto, su compatriota, amigo y faro James Joyce.

Desde sus primeros trabajos, Beckett comenzó a explorar el lado más sórdido del hombre, no porque estuviera interesado en esa faceta específica, sino porque quería tratar de explicar los aspectos fundamentales intrínsecos a la condición humana: las interacciones sociales, las formas de comportarse y poseer, la lucha por escalar posiciones y adquirir poder, o la conquista de objetivos sexuales no eran para Beckett más que aspectos superficiales de la existencia. Lo que a él realmente le interesaba eran las cuestiones más trascendentales que nos aquejan: ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestra verdadera naturaleza? ¿Qué quiere decir una persona cuando se refiere a su "yo"?

Un ejemplo de lo que les intento trasmitir sobre Beckett lo encontramos ya en su primer trabajo de ficción, publicado en 1934, More Pricks Than Kicks; una serie de diez historias cortas interconectadas, que se desarrollan en Dublín, tienen como protagonista a un extraño personaje, llamado Belacqua, y giran en torno a sus difíciles encuentros con las mujeres a causa de su solipsismo.

Es difícil dar una traducción del título de esa serie de relatos, aunque hay una expresión en inglés "to kick against the pricks", que significa rebelarse contra una autoridad poderosa. Aunque también puede ser que Beckett tomara su título directamente de la Biblia; en los Hechos de los Apóstoles 26:14, aparece esa expresión, traducida en la versión en español como "dar coces contra el aguijón", adagio popular que alude a quien porfía contra la razón o un poder mayor, o a quien trata de resistir a una fuerza a la que no se puede vencer.

Existencialismo y metafísica aparte, muchas veces me pregunto qué habría ocurrido si Samuel Beckett, en vez de ser un escritor modernista irlandés del siglo XX (nació en 1906 y murió en 1989), hubiera sido un escritor ilicitano contemporáneo. Me imagino a ese escritor de Elche, que si atendemos a las estadísticas de nombres y apellidos más comunes en nuestra zona se podría llamar Daniel y apellidarse García Martínez, y sus hipotéticos artículos en un medio como éste, por ejemplo. García Martínez, seguramente, daría un repaso a la prensa por las mañanas antes de salir de casa para buscar temas de interés sobre su ciudad que comentar en sus artículos. Claro que con los asuntos que son noticia últimamente se podría llegar a escribir una comedia de teatro del absurdo, al más puro estilo del escritor irlandés.

Veamos, sin ir más lejos, algunos titulares aparecidos en los últimos siete u ocho días: "El Ayuntamiento impulsará la venta de aceite de calidad producido en Elche"; o "Los 27 concejales tendrán tabletas digitales como herramienta de trabajo"; o el mejor de todos "El alcalde de Elche plantea hacer definitivo el Mercado Central provisional." No me digan ustedes que no da para un libro, si no modernista o existencialista, sí abiertamente surrealista.

Resulta ahora que el Ayuntamiento va a "impulsar" un sector que ha crecido pese al propio Ayuntamiento y al resto de administraciones. Un sector que ha sobrevivido a los impuestos con que nos machacan en el campo, a las malas infraestructuras y a las pésimas comunicaciones. Lo que necesita ese sector y otros no son precisamente impulsos ni fotos. Lo que necesitan es que les den libertad para trabajar y crear riqueza y puestos de trabajo, cosa que los políticos que padecemos ahora nunca han hecho ni harán.

Ahora bien, lo de que los 27 concejales tengan tabletas digitales (de "última generación" dice la noticia) seguro que va a suponer una mejora sustancial en la calidad de vida de los ilicitanos. Con esas tabletas mandarán correos electrónicos a sus jefes de Alicante, Valencia y Madrid y las promesas que todos ellos hicieron en campaña electoral empezarán a tomar cuerpo de inmediato. El auditorio, el centro tecnológico del calzado, el AVE, las infraestructuras, todo aparecerá ipso facto. Y si no es así, no será culpa de ellos, sino de la "herramienta de trabajo" que les hemos comprado con el dinero de nuestros impuestos.

Pero no se preocupen, no todo está perdido. El Alcalde va a hacer definitivo el mercado provisional. Yo pensaba, a fuerza de repetirlo el PSOE, que la ubicación de la plaza de abastos en la Avenida de la Comunidad Valenciana era manifiestamente ilegal y una aberración urbanística y medioambiental. Debe de ser que el Sr. González ha recuperado las hondas raíces marxistas, de Groucho no de Karl, de su partido y ha hecho suya la máxima de "Estos son mis principios. Si no le gustan€ tengo otros."