El contexto de incertidumbre económica que estamos viviendo tras la pandemia ha venido derivado de una serie de hechos concatenados como la guerra en Ucrania, la escasez de suministros, la crisis energética, la inflación y la subida de tipos de interés.

Todos estos factores están generando un clima de pesimismo en la sociedad que acaba influyendo en la toma de decisiones de las empresas a la hora de proyectar sus inversiones

A pesar de que muchos indicadores reflejan ya una desaceleración del crecimiento económico, no tenemos que dejarnos llevar por el pesimismo. Porque hay empresas que están funcionando a pleno rendimiento y otras que necesitan acometer proyectos de inversión para impulsar su transformación y poder seguir compitiendo en el mercado. 

En este sentido, hay que seguir ofreciendo crédito a las empresas que tengan proyectos sólidos de inversión para apoyar su reconversión, ya sea en materia de digitalización, de eficiencia energética o de mejora de cualquier actividad productiva. Y los fondos europeos son una oportunidad única para impulsar la financiación de cualquier proyecto de estas características.

Además, trabajar de cerca con las empresas familiares permite identificar una serie de valores intrínsecos que sin duda contribuyen al desarrollo económico y social de su entorno inmediato. 

Por una parte, son empresas que crean riqueza y aportan dinamismo al territorio gracias a las inversiones y al empleo que generan, además de la contribución fiscal que realizan. En tiempos de incertidumbre como el que afrontamos, las empresas familiares asumen muchísimos riesgos en la toma de decisiones con un elevadísimo nivel de compromiso y dedicación a sus proyectos, constituyendo un modelo de liderazgo difícil de encontrar en la sociedad actual y con entornos tan competitivos. Además, son un ejemplo de arraigo territorial ya que asumen compromisos que van más allá de las obligaciones mercantiles y legales, procurando la estabilidad en el empleo y un crecimiento económico sostenido de sus organizaciones. 

Todas estas características se hacen más necesarias que nunca en el entorno actual, en el que la empresa necesita ser competitiva para mantenerse en el mercado, para crecer, innovar y diferenciarse.

Todo ello justifica la apuesta que estamos realizando en Ibercaja por las empresas, con una oferta de productos y servicios personalizados y con la puesta en marcha de 8 centros de negocio en España como el que tenemos en Alicante. Además, estamos impulsado la competitividad empresarial mediante el Ecosistema Más Empresa, una iniciativa para la transformación de las empresas a través de la innovación, la colaboración y el intercambio de conocimiento, todo ello con el objetivo de hacer crecer nuestro tejido empresarial.