Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Esteban Vigo, en su etapa como entrenador del Hércules.

Aquel cruce de caminos

El Hércules se enfrenta con el filial del Levante, un club que le acompañó a Primera en 2010

En verano de 2010 recibí en el periódico la visita de Luis García Plaza, un entrenador cuyo valor acaba de subir como la espuma al conducir al Levante a Primera División, justo un par de años después de acceder al banquillo del club granota que, tras el paso de Pedro Villarroel, había quedado en ruinas. El encuentro fue a petición del propio Luis, a quien la euforia por el enorme logro conseguido con una de las plantillas más baratas de la categoría apenas le duró unos días. García Plaza acababa de conocer en boca de Quico Catalán, presidente levantinista, que en Primera División iba a continuar la economía de guerra en el club, al que quería salvar de la quiebra. Para ello, Catalán dejaba claro que anteponía el ahorro a la apuesta deportiva. Con esos trazos, García Plaza expuso en aquella reunión en la cafetería del periódico que se veía de nuevo en Segunda antes de llegar a Navidad dado que su presidente no vacilaba a la hora de definir sus prioridades. Al final del encuentro, Luis se interesó por la situación del Hércules ante el inminente regreso a la Primera División, un club al que deseaba -y mucho- dirigir desde el banquillo. Era la época en la que por Alicante comenzaban a circular nombres como el de Trezeguet y Valdés para reforzar un plantel que ya contaba con Farinós, Tote y Calatayud, entre otros. «Aquí vendría con los ojos cerrados», comentó a modo de despedida, a sabiendas deque el deseo era poco menos que irrealizable, sobre todo, porque a Enrique Ortiz no le quedaba más remedio que mantener a Esteban Vigo, un entrenador que firmó por tres años -al verse despechado por la espantada de Mandiá- pese a que hacía mucho que había dejado de mirarle con buenos ojos dado que el ascenso se aseguró fuera de los terrenos de juego. Para más inri, al malagueño se le tuvo que pagar una prima de un millón doscientos mil euros por unos méritos en entredicho.

Curiosamente, García Plaza estuvo en el pensamiento de Ortiz un año antes, como reemplazo de Juan Carlos Mandiá, tras aquella huida al Racing que enloqueció al propietario del Hércules.

Los 400.000 euros que pidió el Levante por la carta de libertad de Luis, que en su primer año dejó al cuadro valenciano en octavo lugar en Segunda (2008-09), frenaron el tímido intento de Ortiz, que acabó pagando cara la veleidad de fichar a Vigo tras sopesar única y exclusivamente que acababa de conseguir el ascenso con el Xerez.

El Levante, con un equipo infinitamente más barato, reforzado en el mercado de invierno con Rafa Jordá, un delantero cedido por el Hércules que anotó dianas decisivas tras ser descartado por el cuerpo técnico alicantino, llegó a la cima de Primera División una semana antes de acabar la Liga, mientras que el Hércules aseguró el ascenso en la última jornada tras derrotar al Real Unión en Irún, un logro que perdura como una mancha al dejar huella de amaño.

Pero aún quedaba más: En la campaña posterior (2010-11), la que tantos temores despertó en García Plaza al creer que su equipo caería al pozo del descenso a Segundas en Navidad, el Levante se convertía en equipo revelación, conservaba la categoría estacionándose en mitad de la tabla de clasificación, saneaba sus cuentas considerablemente y perdía de vista al Hércules, penúltimo clasificado, descendido y más arruinado que nunca.

Hoy, un lustro después, el club alicantino sigue purgando errores por su fallida elección y malas decisiones. El domingo visita al filial de quien le acompañó en su viaje a Primera en 2010 de tan distinta manera.

Y ahí sigue el Levante, saneado y brillante. Otros, todo lo contrario.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.