El mandato de Enrique Ortiz en el Hércules vive horas muy bajas, nunca se sabe si las peores porque todo es susceptible de empeorar en el Rico Pérez, pero el vigésimo cumpleaños llega en el momento deportivo más crítico.

La última semana, convertida en una auténtica catarata de sinsabdores, ha afeado todavía más una trayectoria oscura, en la que el Hércules apenas se ha asomado una temporada por Primera División, un periplo en el que ha hecho de la Segunda División B su hábitat natural. Y amenaza con asuntos de peor color.

La goleada del pasado domingo en el Camilo Cano de La Nucía no fue más que una confirmación de las malas sensaciones que había dejado el Hércules en el Rico Pérez ante el Mestalla. Entonces el equipo de Jesús Muñoz se dejó empatar en el minuto 93' un partido que tenía en la mano incomprensiblemente, solo por la falta de puntería del filial valencianista. Esa bajada de brazos generalizada del equipo en la segunda parte ante el Mestalla no sirvió de nada porque siete días más tarde el Hércules emborronó aún más su imagen en La Nucía.

Muñoz apenas varió el once inicial y el equipo tardó ocho minutos en descomponerse. Quizás menos. Álvaro Pérez fue expulsado y el Hércules quedó a manos de un recién ascendido con maneras de equipo serio, con hechuras de candidato al ascenso. Los postes y Falcón salvaron a los blanquiazules en el primer tiempo, pero tras el descanso se confirmó lo que se avistaba: el Hércules era un juguete roto, un esqueleto, un equipo sin rumbo y sin nadie que le manejara.

Tal fue la magnitud del ridículo (el partido quedó 3-0 pero la goleada pudo ser mucho mayor) que el presidente, Carlos Parodi, reconoció haber sentido «vergüenza ajena». Fue la única voz autorizada que dio la cara tras la hecatombe, pero el domingo no había terminado. Un grupo de aficionados decidió acudir a la puerta 0 del Rico Pérez para pedir explicaciones al equipo. Las maneras eran pacíficas y el equipo, encabezado por su entrenador y por su capitán, pidió perdón públicamente. «Hemos tocado fondo», reconoció la plantilla al completo con caras serias, prometiendo propósito de enmienda.

Era una imagen inédita, los futbolistas, frente a frente con una afición cansada de ver al equipo deambular por la tercera categoría del fútbol español.

Pese a la postal, el club no tomó decisión alguna durante la semana. Todos siguieron en sus puestos; el entrenador, el director deportivo y todos los futbolistas. Tras dos días (lunes y martes) de silencio tras el chaparrón, el miércoles se anunció la rueda de prensa de Javier Portillo para aclarar cuál era su postura: que no era el problema ni su marcha, la solución.

No obstante, cosas del directo, un incidente en el entrenamiento agitó de nuevo la ya convulsa actualidad del club. Moha Traoré y Benja se liaban a puñetazos y Muñoz suspendía el entrenamiento a los 15 minutos. Ninguno de los dos futbolistas ha sido apartado, únicamente han recibido una multa económica y ayer el técnico del Hércules aseguró que podrían ser de la partida mañana ante el Olot.

La única decisión que ha tomado el club en esta semana vertiginosa ha sido la contratación exprés de un coach, que esta mañana tratará de levantar el ánimo de una plantilla en depresión y con algún que otro rifirrafe interno.

600 millones de pesetas

De esta manera llega el 20 aniversario de la compra del Hércules por parte de Enrique Ortiz, un movimiento que se efectuó tal día como hoy en 1999. El empresario alicantino firmaba el acuerdo, 600 millones de pesetas mediante, con el representante de Antonio Asensio, adquiriendo así el 67% de las acciones y una deuda correspondiente al pago de las mensualidades del curso anterior. Al acto acudieron el alcalde de Alicante, Luis Díaz Alperi; el exalcalde Ángel Luna, y el presidente del Hércules y de Terra Mítica, Luis Esteban. La compra, caprichos del destino, se efectuó en la avenida Alfonso el Sabio 36-38, casualmente en el mismo edificio donde vivía Rico Pérez, que consiguió tener al equipo durante ocho años seguidos en la élite del fútbol español. La «era Ortiz» continúa sin viso alguno de que termine y el deteriorado Hércules sigue esperando mejor suerte.