La historia no gana partidos. Pero de su peso, te pongas como te pongas, es imposible librarse. Se carga con él toda la vida, hagas lo que hagas, te guste o no, tanto si la conoces como si no. El pasado te acompaña como la sombra de un fantasma y cuanto antes aprendas a sobrellevarlo, a convivir con él, más difícil será que te termine aplastando. El Hércules está muy cerca de cumplir los cien años, existió mucho antes de que el «ortizismo» se lo comprara para sus cosas. A lo largo de ese siglo ha superado muchas etapas, y es la suma de todas ellas la que sustantiva el presente y condiciona el futuro, la que habla por ti y le explica a los demás quién debes ser para estar a la altura de la institución a la que representas.

CIEN CONTRA CINCO

En seis jornadas, el Hércules está a siete puntos de la cabeza

Perder con cualquiera es muy factible, conformarse con dar la cara, eso ya no tanto, o no en una entidad que tiene el único estadio de verdad de todo el Grupo 3, del a y del be. Aceptar la presión, metabolizarla bien, es indispensable para triunfar. Una cosa es abanderar el mantra de «partido a partido» por aquello de concentrar todo el interés en objetivos a corto plazo, y otra bien diferente es decir que hemos «demostrado que pudimos ganarle al Ibiza».

Aunque la frase denota muchas cosas, lo peor, sin duda, es el conformismo que destila. Si el Hércules, que se esfuerza por fichar a los mejores, entrenadores incluidos, que presume de ello, puede aceptar su derrota con tanto disimulo es porque en realidad está convencido de que no es favorito a nada, que es uno más, que no tiene obligación de ganar a todos, que no necesita demostrarle nada a nadie.

Y ya no es una cuestión de estrategia. Cada técnico elige la que más rédito cree que le reporta, vale lo mismo ganar a la defensiva que hacerlo a tumba abierta, arriesgando en cada salida del balón, por dentro o por fuera, mimando la pelota o al patadón, con dos delanteros, con tres o con uno falso. Si ganas, todo en orden. Lo que es irrenunciable es la ambición, esa hay que llevarla hasta las últimas consecuencias.

POTENCIAL DESIGUAL

La coartada de las tres bajas clave es válida porque es real

Ningún reproche. Dudar de que el Ibiza-Hércules del pasado domingo hubiera sido otro con Acuña, Benja y Pedro Sánchez sobre el césped es una necedad. Con ellos, David Cubillo habría dispuesto de las mismas armas que Juan Carlos Carcedo y podido intercambiar piezas o variar la táctica, habría tenido ocasión de mostrar hasta dónde está dispuesto a arriesgar para sumar tres puntos. Al no ser así, le vale la excusa. Lo que jamás resulta pertinente es el conformismo.

LA TRADICIÓN NO ENGAÑA

El Ibiza llegó a la 2ª B en 2018 comprando la plaza del Lorca.

Un dato. Amadeo Salvo fundó su club el verano de 2015 previo pago de 60.000 euros y ascendió hasta la Segunda B en 2018 abonando el precio de la plaza que liberó el Lorca al desaparecer, desembolsó exactamente 483.000 euros. Enrique Ortiz no se cansa de repetir (sin albaranes ni facturas que lo atestigüen) que lleva 50 millones «invertidos» en el Hércules. Aunque solo sea por eso, el club balear y el blanquiazul no pueden conformarse con lo mismo. Ser líder literal no es una prioridad con el formato actual de la Liga, comportarse, exigirse y pensar como tal, sí.