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UN GOL AL ARCO IRIS

Entre aplausos y llantos

Imagen del encuentro de este fin de semana del Hércules

Fin de semana prolijo en acontecimientos deportivos. El sábado se jugaban el campeonato los dos equipos madrileños. Elche, Huesca y Valladolid bajar al purgatorio de la segunda división. A las seis de la tarde daban comienzo todos los partidos por mor de que no hubieran suspicacias. Televisores enchufados, radios en marcha. Alineaciones, sensaciones, entrevistas, análisis de los comentaristas, una fiesta del fútbol. Que digo, la fiesta del fútbol. Imágenes de los campos, jugadores calentando, todo listo para el gran espectáculo, para el final de temporada. Al final lo de arriba quedó como estaba, ganó el título el Atlético con un Luis Suárez, al que el Barça despreció y siguió pagando para que jugara en el Metropolitano, pletórico en las dos últimas jornadas con sendos goles en cada una de ellas, y bajaron a la división de plata Huesca y Valladolid. Aragón y Castilla León se quedan sin representación en la máxima categoría. Aplausos y llantos de desolación.

En Alicante, el mismo sábado y casi al tiempo, a las siete de la tarde jugaba el Horneo Sporting su partido de fase de ascenso contra el Cajasur, ninguno de ellos con posibilidades de ascenso, en el Pitiu. Lo importante ese día, esa tarde, para el balonmano alicantino durante el descanso del encuentro, fue sin duda el más que merecido homenaje al querido y admirado Poli, José Luis Soriano Casas, que reunió en el pabellón, que tantas glorias y victorias vivió con él, a sus antiguos compañeros en el Calpisa y Tecnisán, siempre Obras del Puerto. Gallina de piel, que diría el fallecido Cruyff ante tanta leyenda y ante la carrera de un alicantino que desde la humildad tiene el récord de más temporadas en la élite y numerosos trofeos en su vitrina compartida.

Entre ver los partidos en el sillón y acercarme al pabellón, elegí sin dudar estar con Poli en uno de los días más importantes de su dilatada carrera y quizás de su vida. Sus hijos, sus nietas, Lina desde el cielo, y sus amigos estuvimos con él, y como el Horneo Sporting, demandamos una calle en Alicante con su nombre. Es hora, es momento, es justicia. Aplausos y algún llanto de emoción.

Domingo, mediodía. Llueve en Alicante, día plomizo, presagio de nada bueno. El Hércules se la juega en Llagostera, tras una desastrosa temporada hay un hálito de esperanza para que todo no se vaya a pique. Hay que ganar sí o sí. Nada vale que no sea una victoria para evitar caer en la cuarta división del fútbol patrio. Salta de amarillo el Hércules al estadio gerundense, no tiene que ser mal presagio el Villarreal viste de ese color y da gusto verlo temporada tras temporada. El Cádiz también. Recuerdos en Carranza. Sintonía en onda media, cascos en respectivas orejas, y A Punt retransmitiendo el evento.

Ni diez minutos y ya nos han «colao» el primero, y un palo más para intimidar. Lo consiguen. Los de la elástica amarilla sin enterarse de que ya han salido al campo, de que el partido ya ha empezado. La pesadilla comienza a tener forma. Vestuarios. Quizás cambie la cosa tras el descanso. Al cuarto de hora ya llevaba tres en contra. Otro de cabeza con la defensa haciendo la estatua, y otro de penalti de libro. Al carrer. Esto no hay quien lo aguante. Fuera cascos, fuera «Á Punt». Aperitivo y cualquier cosa menos Llagostera. Por aquello de «per si un cas», volvemos. Resta la prolongación y sube el empate a tres al marcador. Quizás tarde como casi siempre, el cuarto no llega, el cuarto sigue vacío como los corazones de los miles de herculanos. Descenso a los infiernos de la cuarta división. Sin aplausos y con un llanto inconsolable. Vergüenza.

Mensaje del club. Será de la propiedad. Ni corto ni perezoso, como si esto fuera un tropiezo, llama a la afición a la tranquilidad, le da las gracias y le convoca para apoyar al próximo proyecto que ya se está planificando. Ni la tienen, ni la conocen. Llevamos los herculanos todo este siglo de derrota en derrota hasta el fracaso final. Con técnicos distintos, jugadores diferentes, y la misma propiedad. Algo falla, algo que nunca cambia. El Hércules ni su afición se lo merecen.

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