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Análisis

Hércules CF: Unión, salud y paciencia

La fuerza del grupo a pesar de las dudas del entorno, la recuperación física de dos hombres, Aketxe y Álex Martínez, y el acercamiento de Pedro Sánchez al balón, claves de la reacción

Lo más sencillo es abandonarse, echarle la culpa a otro, hacer balance sin incluirte, ponerte el abrigo y marcharte cuando crees que nadie te mira. Pasa mucho. Constantemente. Es ley de vida, uno de esos constructos existenciales que determinan el mundo y definen al ser humano, al más genérico, al más mundano, poco amigo de asumir culpas ni cuando es el incendio que él mismo ha provocado el que le abrasa.

Por una vez, el Hércules ha resistido la primera embestida sin calcinar nada, sin reducir a cenizas lo poco o lo mucho que se hubiera levantado. Es la primera vez que ocurre y resulta extraño y alentador a partes iguales. No cambies nada si no quieres que nada cambie. Así había sido hasta ahora, pero esta vez sí, ojalá que por convencimiento y no por cicatería. Ha variado el guion y es deseable que haya sido por fidelidad a un concepto, por defender un modo de trabajo, unas condiciones de desarrollo sostenibles en el tiempo, solamente así servirá para algo.

De un ultimátum se sale mejor... si sobrevives. Sucede en todas las crisis, las que no te matan te hacen más resistente. Sergio Mora llegó a notar el frío punzante del despido, del fracaso. Lo vivió mil veces como jugador, muy poco en propia carne. Hace veinte días, sí lo sufrió, se dio cuenta de que si su equipo no era capaz de ganarle al Murcia, se volvía a Madrid con el camión de mudanza. Enrique Ortiz no se lo dijo exactamente así, pero él lo entendió, es un hombre inteligente, con oficio, con mucha calle.

Cualquier otro, para un trance semejante, habría echado mano de sus apoyos más sólidos dentro del grupo. Él no se enrocó. Sentó a Sergi Molina, el central en el que había creído más, y recuperó a Carlos David después de muchas jornadas condenado a la irrelevancia en un puesto de máxima exigencia. El defensor extremeño pudo dejarse ir, forzar un cambio en el banquillo que le sentara mejor, apretar la soga alrededor del cuello de su «verdugo», pero ni se le pasó por la cabeza. Salió y firmó la mejor actuación individual posible. Dotó de inteligencia la contención, de energía, de anticipación, y el Hércules salvó la embestidas iniciales del Murcia, también de proceso de derribo, y ganó la batalla psicológica, casi tan importante como la táctica cuando un club histórico se aproxima al umbral del pánico. Sin pretenderlo, el central salvó la propuesta de Mora y, de paso, devolvió la calma a todos los estamentos. Hizo piña.

Balón parado y liderazgo ganado, nunca impuesto. Hay dos factores que siempre ayudan, los atajos y las salidas de emergencia. En el fútbol, eso te lo dan los líderes y las acciones de estrategia. Los primeros tiran de su equipo cuando se atasca y lo segundo lo rescata cuando no encuentra el modo de generar peligro, de hacer llegar el balón al área. La recuperación de Álex Martínez y el crecimiento exponencial de Aketxe, robustecieron la propuesta blanquiazul, que pasó de ser un puzle indefinido a un manual con ideas legibles, realistas, ejecutables. Su presencia al 100% es clave para un proyecto que ha tenido que sobreponerse a la pérdida, casi de golpe, súbita, del «nueve», del «diez» y del «once». Nadie sale indemne de un contratiempo así, nadie.

Al Hércules que pensó Del Pozo, embutido en la cuarta categoría en un traje mucho más apretado que el que visten otros, la mayoría de sus rivales directos, empezaron a saltarle las costuras. La búsqueda de culpables es mucho más fácil (y más divertida) que la de soluciones eficaces. El populismo necesita víctimas, enemigos íntimos, pero el fútbol es un deporte que demanda axiomas sólidos. Aceptar que te has equivocado es el mejor, pero también el más difícil. Mora varió el discurso tras las derrotas, del «es que esto es lo que hay» a una alabanza continua a sus hombres. Nunca lo dijo tal cual, nunca les señaló explícitamente, es cierto, pero si todo el mundo lo interpretó así, incluido el vestuario, mejor cambiar.

El plan B, y el C, y el D y, si hiciera falta, el E... Perder a los tres futbolistas que debían definir tu apuesta –Abde, Toscano y Acuña–, es una tragedia descomunal, un desastre deportivo demoledor, pero no puede valer como parapeto para no rebelarte contra la desgracia. Un entrenador que quiera serlo de verdad, no como salida fácil a sus años de futbolista, ha de saber sacarle el jugo a todos, no solo a quien le rebosa. Viendo jugar al extremo marroquí en Primera, cualquiera se puede hacer una idea de la magnitud del vacío que deja en Segunda RFEF. Pero hay que sobreponerse porque el tiempo es infatigable devorando presentes. Reconvertir a Pedro Sánchez, ponerle en contacto con el balón, recortarle las distancias, ha sido una maniobra inteligente e indefectible. Le faltan facultades específicas para ejercer como mediapunta o como mediocentro, pero le sobra conocimiento del juego y tiene la calidad que escasea en la categoría. Con él ahí se han ganado dos partidos, los más difíciles. El fuego se ha apagado y no ha habido que lamentar daños irreversibles, tampoco víctimas. Ojalá siga así.

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