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HISTORIAS DEL CENTENARIO DEL HÉRCULES

El “Messías” devuelve al Hércules a Primera

Bilbao, Miche, Bartolí, Rodríguez, Paqui, Toledo, Rosas y Luis Belló; Antoniet, Planes, Sevilla, José Juan y Ramón. El Hércules vuelve a Primera. COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

Las calles empedradas de Orihuela le están viendo crecer. Son los años cincuenta y, como él, decenas de niños van, como pollos sin cabeza, detrás de una pelota de trapos. Las tardes transcurren entre los “chupones” que se creen Garrincha, los que le pegan más al aire que al balón y las típicas discusiones sobre si algún gol no vale porque ha sido “tafarrá” o porque ha sido alta. Cada día es primo hermano del anterior y del de mañana. Los curas pasean con las manos entrelazadas a la espalda, apurando los últimos rayos de un ya tímido sol, mientras se dirigen a la misa de las ocho; varias señoras -y algunos señores- mayores repasan la actualidad de la vecina de enfrente; los padres de familia ya empiezan a llegar a sus hogares tras la dura jornada laboral... Hasta los gritos de las madres llamando a sus hijos para la merienda -un trozo de pan con aceite- parecen los mismos cada día. Todo parece igual que siempre. Pero no lo es: entre la chavalería hay un chico diferente: Ramón Navarro López. Un niño que, como todos, sueña con jugar algún día en Los Arcos y que, como ningún otro, acabará siendo, posiblemente, el mejor jugador que ha llevado la blanquiazul del Hércules de Alicante en toda su historia...

LA ERA JOSÉ JUAN (1960-1964)

La primera campaña en Segunda División llegaba tras un exitoso año anterior que, además del ascenso, había dejado una buena base. Y es que, de entre los primeros espadas del once que arrasó en Tercera, solo Luis Aragonés había abandonado el club. Seguían el meta Ramírez, Doro, Navarro, Elizondo y los centrocampistas José Juan y Quetu, entre otros. Así mismo, llegaron varios jugadores de cierto renombre, especialmente en la delantera, como el catalán Balasch, el extremeño Manuel Gijón, el exmallorquinista Ricardo García y el húngaro Csokas. Había muy buenos mimbres para afrontar una temporada, la 60-61, en la que a los hombres de Saturnino Grech se les iba a acabar escapando el ascenso en las últimas jornadas. Al final, el Hércules finalizó tercero, a solo dos puntos de la promoción de ascenso. La Primera División tenía que esperar.

Las dos siguientes temporadas, la 61-62 y la 62-63, fueron tan similares como convulsas. En ambas el Hércules partía con el único objetivo de subir a Primera y en las dos acabó en tierra de nadie (fueron séptimos y octavos), muy lejos de los puestos de honor y sin ninguna opción real de ascenso. Además, como suele ser habitual cuando las cosas no funcionan como deben (o, mejor dicho, como se cree que deberían funcionar), el club alicantino fue una perfecta trituradora de entrenadores (cinco técnicos pasaron por el banquillo de La Viña). Todo pendía de un hilo dentro de un clima de inestabilidad total. Todo era susceptible de ser cambiado. Todo, salvo la titularidad de José Juan, cuya calidad era apta para todos los paladares.

El técnico blanquiazul Bermúdez dando instrucciones a sus hombres antes del inicio de la prórroga ante el Elche. COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

Sin embargo, todo iba a empezar a cambiar a partir del curso futbolístico 63-64. Más concretamente desde 1964, pero eso lo veremos más tarde. La cuarta campaña consecutiva en Segunda comenzó con tres victorias y tres derrotas en el primer tramo de competición. Todo apuntaba a que ese año no iba a distar mucho de los anteriores, con lo que se esperaba que los de José Antonio Bermúdez -técnico que continuaba del año anterior- seguirían instalados en el “ni frío ni calor”, en la cómoda pero gris mitad de la tabla. Y no fue así: en la jornada 15, tras un 3-1 ante el Eldense, el Hércules ya estaba en cuarta posición, a solo dos puntos del líder (Mallorca). La seguridad de Bilbao en la portería, la veteranía y saber estar de Quetu, los goles del joven Arana y el liderazgo de José Juan fueron el cóctel perfecto para la remontada. Y aún quedaba lo mejor…

LLEGA RAMÓN (1964)

No era un veintiséis de enero de 1964 cualquiera. Se jugaba un importante Tenerife-Hércules (sexto contra tercero) y, entre los que viajaban a la isla, el entrenador Bermúdez había incluido a Ramón Navarro, un juvenil oriolano del que hablaban maravillas, que además apuntaba a la titularidad. Y Ramón no solo no decepcionó sino que incluso superó todas las expectativas. El jovencísimo extremo -hacía una semana que había cumplido 18 años- demostró que dominaba ambas piernas, dio un clínic de regates electrizantes y además marcó el único gol del partido que, a la postre, dio la victoria a los herculanos. Ramón, en solo un día, ya se había hecho “mayor”.

Tras la victoria en el Heliodoro, el Hércules siguió en los puestos altos de la clasificación el resto del campeonato, luchando por la única plaza que daba el ascenso a Primera. Al final, el conjunto de Ramón y José Juan acabó segundo, clasificándose para la Promoción, donde jugaría ante el Real Oviedo por una plaza en la máxima categoría. Pero antes de eso, había que jugar la Copa. Y en ella, en los dieciseisavos de final, el sorteo les había unido a sus eternos rivales, el Elche, que en aquellos tiempos militaba en Primera División. En el partido de ida, 0-0 en Altabix; en la vuelta, 1-1 en La Viña. Todo estaba por decidir en el desempate que se iba a jugar en una sede neutral.

Murcia, 13 de abril de 1964. El estadio de La Condomina presentaba un aspecto magnífico, con doce mil espectadores llegados de Elche y Alicante llenando sus gradas. El Hércules de Bilbao, José Juan, Quetu, Arana y Ramón frente al mejor Elche de su historia, el de los paraguayos Romero, Lezcano y Heriberto Herrera. El partido prometía ser de esos que perviven archivados en las retinas de los que lo vivieron: dos aficiones entregadas, tiñendo de verde y de azul el actual estadio del UCAM y dos equipos disputando cada balón como si fuera el último. Fue un derbi viril, duro, emocionante y trabado pero de no demasiada calidad -como casi todos los clásicos- en el que el conjunto ilicitano gozó de las mejores ocasiones pero que se decidió en la recta final… de la prórroga. Corría el minuto 107 del tiempo extra, cuando las piernas de casi todos ya flaqueaban, el defensa Rayo despejó desde la banda derecha y Ramón aprovechó la indecisión del central Iborra y el meta Pazos para colarse entre ambos y picar la pelota con maestría por encima del exportero del Hércules. Era el 1-0 y el delirio en la afición alicantina. Los minutos restantes, como pueden imaginar, vieron a un Elche volcado en busca del empate y a un Hércules que se defendía como gato panza arriba. Pero el marcador ya no se movería: los blanquiazules estaban en octavos y, lo que era más importante, mantenían el virtual trono de equipo representativo de la provincia.

Ramón Navarro. COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

En la siguiente eliminatoria copera el rival que tocó en suerte fue otro club de Primera, el Real Valladolid, al que se eliminó tras perder 3-2 en Zorrilla y ganar 4-0 en La Viña (goles de José Juan, Pío y doblete de Arana). El Hércules ya estaba en cuartos de final. Pero de ahí no pudo pasar. El mítico Zaragoza de los cinco magníficos acabó con las esperanzas blanquiazules de meterse en semifinales de la Copa del Generalísimo. Finalizada la competición del K.O., al cuadro alicantino todavía le quedaba la Promoción de ascenso a Primera División donde se iba a enfrentar, también en una eliminatoria a doble partido, a un Oviedo en el que jugaba, entre otros, un tal Arsenio Iglesias como delantero. ¿Les suena de algo? Pues bien, el 4-1 de la ida en Asturias (con doblete incluido de Arsenio) dejó en mera anécdota la victoria herculana en La Viña por 1-0. El Oviedo era equipo nuevamente de Primera mientras que el Hércules se quedaba en la orilla…

EL (INESPERADO) AÑO DE TRANSICIÓN (1964-1965)

Tras la notable temporada anterior, el Hércules C.F. partía con el ineludible objetivo de subir a Primera. Y, sobre el papel, se hicieron las cosas bien: se mantuvo el bloque, seguía Bermúdez y se hicieron únicamente cinco fichajes. Pero en el fútbol dos más dos rara vez son cuatro y las cosas no salieron como se esperaba. El equipo, que vivió una temporada muy agitada, con dos cambios de entrenador incluidos, se quedó sin opciones de ascenso ya en marzo. Aún así se acabo en un honroso cuarto puesto. En la Copa tampoco se pudo repetir la actuación anterior y el Hércules cayó eliminado en la primera ronda, tras perder ambos partidos ante el Celta de Vigo.

EL HÉRCULES TOCA EL CIELO EN LA VIÑA (1965-1966)

Quizás motivado por la tremenda decepción de la pasada campaña, la 65/66 se afrontaba con cautela. El presidente Joaquín Ferrer Strenge contrató como entrenador al exjugador blanquiazul Luis Belló, que venía de ganar la Copa del Generalísimo y la de Ferias con el Real Zaragoza. Con él llegaron varios refuerzos. Especialmente para apuntalar la defensa (uno de los considerados puntos débiles del equipo). Para ello se fichó a Toledo (procedente del Abarán) y a Bartolí, Miche y Rodríguez, tres jugadores curtidos al máximo nivel. Del centro del campo en adelante apenas hubo novedades y solo Planes -que llegó del Mestalla con la temporada avanzada- y el atacante Conesa tuvieron cierto protagonismo. Pero tampoco hacía falta más: los mejores fichajes del cuadro alicantino seguían siendo las continuidades de José Juan y Ramón.

La temporada dio comienzo con un Hércules bastante irregular. Parecía que, por segunda vez consecutiva, no le estaba sentando del todo bien el traje de favorito. De hecho, en el ecuador del campeonato, los blanquiazules ocupaban el noveno puesto tras perder ante el Calvo Sotelo (1-0). Precisamente esta derrota supuso un punto de inflexión para los alicantinos. A partir del desastre de Puertollano, el equipo encadenó cinco victorias consecutivas que le auparon al primer puesto.

Las siguientes jornadas vieron como el Hércules se hacía fuerte en el liderato, con Valladolid y Granada como sus únicos competidores. Y así llegábamos a la penúltima fecha, en la que el Hércules sería matemáticamente campeón y equipo de Primera si ganaba en La Viña al Calvo Sotelo. Se venía partido mítico…

Campo de La Viña, 27 de marzo de 1966. Hércules y Calvo Sotelo iban a jugar algo más que un partido de fútbol. Bilbao en la portería; Toledo, Rodríguez, Bartolí y Miche en defensa; el centro del campo para Planes, Paqui y José Juan; con Ramón, Sevilla y Antoniet en punta. Toda una ciudad estaba pendiente de estos once jugadores que se esperaba que noventa minutos después se convirtieran en once héroes. La Viña rezumaba fútbol y el ambiente ponía los pelos de punta. Todo estaba listo, los veintidós protagonistas preparados y Peiró Apastegui daba por iniciado el choque. Desde el primer minuto, los locales, llevados en volandas por una afición entregada, tomaron el control y las primeras ocasiones fueron, poco a poco, llegando. Antoniet y Arana se mostraban muy incisivos, con varias incursiones en el área rival de verdadero peligro. Pero no les tocaba a ellos hacer historia. Era la tarde de Ramón. Y aquel día lo volvió a hacer: cuando el primer tiempo agonizaba, el oriolano se aprovechaba de un fallo de la zaga rival y con un disparo potente, fuera del alcance de Arbea, ponía a trabajar al chico del marcador. Minuto 41, uno a cero y primera -pero tímida- invasión de campo. Al poco de reanudarse el encuentro, el colegiado daba por concluido el primer acto. El Hércules estaba a solo 45 minutos del sueño

En la segunda parte, el plan de los de Belló era ceder un poco la iniciativa a los manchegos y, así, aprovechar en las contras la endiablada punta velocidad de Ramón y la llegada de José Juan. Pero enseguida se encontraron con el segundo gol, obra de Planes, que decidía el partido. El dos a cero en el minuto 51 lo dejaba todo visto para sentencia. Desde entonces hasta el pitido final, el balón pasó a un segundo plano y solo los gritos a pleno pulmón de “¡Hércules, Hércules!” rompían el murmullo de una grada ya impaciente por escuchar los tres pitidos que diesen comienzo a la fiesta. Y al fin llegó el fin: invasión total del terreno de juego, abrazos, varios jugadores a hombros… el Hércules volvía a la máxima categoría y la comunión jugadores-afición era total. ¿El más aclamado por los hinchas? Se lo pueden imaginar: Ramón Navarro López. El mejor socio de José Juan se había convertido, sin discusión, en la gran estrella blanquiazul. Con un solo movimiento ya te dabas cuenta de que era un jugador de otra pasta. El extremo oriolano recorría ambas bandas con una técnica excepcional, con el balón pegado al pie, como si del Maglev se tratase. Era puro instinto, la determinación hecha futbolista y un ganador nato. Ramón fue Messi veinte años antes de que naciera el argentino pero, sobre todo, “el elegido” para devolver al Hércules a Primera...

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