Pedro y María ya no están en Alicante. Se trasladaron anoche con su perro y sus maletas al apartamento de los padres de ella en Benidorm huyendo de las Hogueras. No son los únicos. Aunque no se note, dado que estos días Alicante recibe a alrededor de dos millones de visitantes, miles de alicantinos a los que no les gustan las fiestas o que no aguantan el ruido, optan por abandonar la ciudad. «Es que es insoportable», indicaba ayer María. Vivimos en el PAU 1 y tenemos un racó justo debajo del piso, estos días trabajamos y no se puede descansar». Al tener que trabajar, la pareja tendrá que regresar diariamente a Alicante desde Benidorm, «pero compensa porque sabes que duermes. Aquí es imposible».

María aún recuerda un año en que se quedaron. «Vivimos en una octava planta y parecía que tuviéramos la orquesta a los pies de la cama tocando hasta las cinco y pico de la mañana. Me acuerdo de una noche en la que sonaba una y otra vez la canción esa de "mentirosa, no llores más por mí..." Acabamos desquiciados».

También se marcha de Alicante Saila Villar, presidenta de la asociación de vecinos del Pla. «Tengo un racó debajo de mi casa y como trabajamos por turnos y algunos entramos a trabajar a las 6 de la mañana, o te vas, o pasas la noche en blanco». Saila ha alquilado un apartamento en El Campello. «Lo alquilamos para 15 días y así, además de huir de las Hogueras, nos tomamos unos días de vacaciones», señalaba ayer. Como Pedro y María, Saila también se ha quedado algunos años. «Yo vivo junto a Pío XII y hace años no había hoguera, pero desde que la pusieron, resulta imposible dormir ni vivir aquí, con la música hasta las tantas. Nos han dicho que este año lo van a regular, pero no tenemos intención de comprobarlo», señalaba, para añadir que «un año que nos quedamos fue horrible. Lo peor es que a las 4 de la mañana te asomabas a la terraza y sólo veías a la orquesta y a cuatro o cinco personas bailando, pero ahí seguían. Es insufrible». Saila tiene otro problema, que comparte con cientos de alicantinos: su perro. «El año que nos quedamos era un cachorrito, y después de fiestas estuvo casi dos meses sin querer salir a la calle, adelgazó un montón porque le cogió pánico a los petardos. Ahora tiene 14 años y es muy mayor. No me quiero imaginar si nos quedáramos cómo lo llevaría él».

El perro es el principal motivo por el que Juan Maestre se marcha de Alicante. «No aguanta los petardos. Hace dos años nos quedamos y no había forma de calmarlo, todo el día ladrando histérico porque vivimos en el centro y estuvo todas las Hogueras aterrorizado». El año que Juan permaneció en Alicante, tenía que marcharse al mediodía con su perro lejos del centro. «Vivo cerca de Luceros, y el pobre se puso histérico con la mascletà. Cerramos todas las ventanas y lo tuve acurrucado junto a mí todo el tiempo que duró. Al día siguiente lo metí en el coche y nos fuimos para la playa un rato, y a partir de ahí decidimos marcharnos en Hogueras al apartamento que tenemos en San Juan. Allí también hay hogueras, pero nos caen lejos, y aunque los niños también tiran petardos, no tiene nada que ver con el centro».

La playa será más tranquila, pero no para todos. Felipe e Isabel viven en la Condomina y estos días se marchan a Granada. «El martes ya empezaron con la mascletà nocturna y los niños se pasan las tardes tirando petardos ya. Luego en Hogueras tenemos el racó debajo de casa y no hay quien lo aguante», señalan. «Nos vinimos a vivir aquí buscando tranquilidad y todo el año hay ruido, pero en Hogueras es horrible. Hay quien nos dice que si nos molestan las fiestas no somos alicantinos, pero no es cierto. Somos alicantinos de pura cepa, lo que pasa es que esto se ha vuelto imposible. Antes, las Hogueras eran 4 días, había una orquesta y a veces descansaba y en esos ratos se podía coger el sueño. Ahora con la música enlatada, no hay manera». Esta pareja, y algunos de sus vecinos, han pedido que el racó de la Condomina se vaya trasladando de sitio en la avenida «pero ni nos contestan, y eso que ahí está el centro de ancianos de Novaire. No quiero pensar cómo lo pasan los abuelitos que no tienen la posibilidad de marcharse como hacemos nosotros», señala Isabel. Y es que enfermos, mayores y familias con bebés son los que peor lo pasan mientras el resto de la ciudad se divierte.