Relaciones entre Brasilia y Pekín

China y Brasil regresan de la mano al escenario global pidiendo más voz

Lula y Xi, que se reunirán el viernes en Pekín, abogan por un mundo multipolar

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. / Ricardo Stuckert/Palacio Planalt / Dpa

Adrián Foncillas

Regresan China y Brasil a la arena global, jubilada la política del cero covid por la primera y superado por la segunda el mandato aislacionista de Bolsonaro, con un mensaje compartido: desean un rol nuevo, más espacio en una arquitectura que las constriñe, un verdadero mundo multipolar. Los signos de la visita a China de Luiz Inácio Lula da Silva sugieren la comprensión mutua de que no hay mejores socios para sus agendas económicas y geoestratégicas.

Lula ha aterrizado con decenas de congresistas y 240 empresarios, una cifra inaudita. Por contextualizarlo: los 60 empresarios que trajo la semana pasada Enmanuel Macron ya parecieron un exceso. Una semana había planeado pasar Lula en China antes de que su neumonía aplazara y limara la visita a cuatro días, aún el doble de los que estuvo recientemente en Estados Unidos.

El jueves ha estrenado Lula su agenda en Shanghái con una jornada económica. Suelen ser anodinas, entremeses al festín político, ventiladas con la firma de acuerdos comerciales, muchos de los cuales nunca se concretarán. No es el caso. Lula ha programado dos visitas de tremendo simbolismo que sugieren el tono del resto del viaje. La primera, a un laboratorio de Huawei. Es la tecnológica china que soporta las sanciones de Estados Unidos y sus acusaciones, sin pruebas, de amenazar la seguridad nacional. Hay pocos precedentes de un acoso gubernamental a una compañía privada de ese calado, con presiones a los países aliados para sumarse al veto.

Nuevo Banco del Desarrollo

La segunda, a la sede del Nuevo Banco del Desarrollo. Es el brazo financiero de los BRICS o economías emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), nacido como alternativa al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, dominados por Occidente. Su nueva directora es Dilma Rousseff, excompañera de partido de Lula, y que contribuyó a su creación durante su mandato presidencial.

Es seguro que desde Washington se escudriñará el viaje. Lula ha repetido que no participará en ninguna Guerra Fría y es lo suficientemente inteligente para bascular de un polo a otro buscando el mayor rédito. Pero el contraste con la época de Bolsonarotenaz anticomunista que culpó al Gobierno chino del covid y acusó de espía a Huawei, justifica la inquietud en la Casa Blanca. Lula ha ensalzado el papel chino en la globalización y defendido el alto el fuego de su plan de paz para Ucrania. También ha acordado con Pekín evitar el dólar en su comercio bilateral. Marco Rubio, senador estadounidense, ha clavado el diagnóstico si la tendencia se generaliza: “En unos pocos años no podremos sancionar a ningún país”.

Poca sintonía con Biden

No abundó la sintonía, acuerdan los expertos, en la visita de Lula a Joe Biden de febrero. El brasileño se fue decepcionado con la irrisoria ayuda económica ofrecida para la reforestación del Amazonas y la falta de entusiasmo a su plan de crear un grupo de países neutrales para llevar la paz a Ucrania.

“La decisión de Lula de visitar primero Estados Unidos tranquilizó a Washington sobre la fortaleza de las relaciones bilaterales y el interés de Lula por equilibrar sus vínculos con los diferentes socios. Pero la amplitud de las negociaciones actuales entre Brasil y China serán interpretadas como un esfuerzo de Lula por forjar unos lazos económicos y políticos con Pekín aún más fuertes”, avanza Margaret Myers, especialista en las relaciones sino-latinoamericanas del Centro Wilson.

China sobrepasó a Estados Unidos como el principal socio comercial de Brasil en 2009 y la brecha no ha cesado de ensancharse. El pasado año se contaron 152.000 millones de dólares con Pekín y 88.000 millones de dólares con Washington. Sus economías son complementarias por el hambre insaciable china de recursos (mineral de hierro, soja, carne de bovino…) y la necesidad brasileña de bienes manufacturados y tecnología. Con ese caudal de yuanes sufragó Lula los programas sociales durante su primera presidencia y en él confía para los futuros. Pekín levantó en las vísperas de la cumbre la prohibición a la carne brasileña por un caso de enfermedad de vacas locas en el norte del país. No es un gesto menor de China, escrupulosa sin límite con los alimentos importados.

La nueva arquitectura global anhelada por China y Brasil tiene en los BRICS a su arma más sólida. El grupo fue creado durante el primer mandato presidencial de Lula, ya representa al 40 % de la población mundial y Argelia, Argentina o Irán preparan su entrada. Le ha servido a Brasilia para rebajar su dependencia comercial de Estados Unidos sin irritarla más de lo necesario y a Pekín para acentuar su agenda política. Es probable que la cumbre actual dé un empujón al club. China es el principal e imprescindible socio económico mientras Brasil sublima la lucha medioambiental y aporta a un líder que recoge las simpatías globales y mitiga las desconfianzas hacia un grupo que también cuenta con Vladimir Putin.

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