Grecia
Una Syriza en sus horas más bajas se arriesga a una escisión
El ascenso meteórico de Stéfanos Kaselakis, un exbanquero de Goldman Sachs, ha acabado por agudizar la crisis del partido de izquierdas
Adrià Rocha Cutiller
Era la noche electoral, y el flamante ganador, el líder de la Coalición de Izquierda Radical —Syriza en griego—, salía ante los suyos. Era 2015, y Alexis Tsipras se había convertido en una estrella en su país, Grecia, y en toda Europa: por primera vez en el viejo continente ganaba una fuerza que se oponía por completo a la austeridad homicida que llegaba de Bruselas.
“Me siento reivindicado, porque los griegos han mostrado claramente su voluntad a luchar tanto dentro como fuera de nuestro país, de mostrar su fuerza y orgullo”, empezó un Tsipras lanzado: “En Europa, hoy, Grecia y los griegos son sinónimo de resistencia, de dignidad”.
Los años, sin embargo, han pasado y pesado, y la formación izquierdista Syriza es otra: Tsipras perdió el poder en las elecciones griegas de 2019 ante el conservador Kyriakos Mitsotakis, que renovó su posición de primer ministro este verano. Ante su segunda derrota, Tsipras dimitió de su cargo y abandonó la política.
En su lugar, este septiembre, ascendió una sorpresa: Stéfanos Kaselakis, el nuevo líder de Syriza, un exbanquero de Goldman Sachs. Su ascenso meteórico ha chocado tanto en el partido, que la formación que hace ocho años irrumpió con todo en la política griega ahora vive bajo el riesgo real de cisma.
“Es una incógnita saber si la escisión ocurrirá, pero sí que parece que Syriza ha perdido la capacidad de ganar el poder de nuevo. Esta era la razón de base del partido: el poder unificador de gobernar. Pero hay también otras dos razones de peso: la tradición de división de la izquierda, y el nuevo presidente del partido y la guerra interna que su elección ha traído”, explica Yannis Papageorgiu, profesor de Ciencias Políticas la Universidad Aristóteles de Tesalónica.
Sangre nueva
Su llegada fue fulminante: un mes antes de que Kaselakis fuese elegido como nuevo líder de Syriza, nadie en Grecia había oído hablar de este político sobrevenido, que acababa de mudarse de vuelta al país heleno después de más de media vida en los Estados Unidos. Kaselakis nunca había formado parte de ningún partido político, y era una cara completamente nueva: por ello ganó las primarias de Syriza.
“La Victoria de Kaselakis fue una muestra de la forma en que este hombre piensa tomar el poder, y esta vía no va de política o contenido ideológico, sino de personalidad y populismo. Esto choca con la vieja guardia del partido, de una izquierda más vieja y tradicional”, asegura Papageorgiu.
Desde su llegada al liderazgo de Syriza, hace más de un mes, Kaselakis ha echado del partido a varios altos cargos de Syriza; otros han dimitido. “El proceso de ascenso de Kaselakis es comparable a lo que hizo Donald Trump con el Partido Republicano: consiste en llegar al poder a través de la gente, no del aparato del partido, y posteriormente tomar el control para acabar dominando la formación. Trump cambió su partido a su forma, y Kaselakis parece querer lo mismo”, considera Papageorgiu.
Un peligro en la esquina
Este cambio, de momento, se ha cobrado un precio. Desde las elecciones de julio, Syriza ha caído en picado en las encuestas, y en la actualidad se sitúa en torno al 13% del voto, muy lejos del 20% que consiguió Tsipras en sus últimos comicios, este verano.
La Nueva Democracia (ND) del primer ministro Mitsotakis, por el contrario, se mantiene en torno al 37% del voto, a una distancia sideral del principal partido de la oposición, que ahora ya no pugna contra ND sino contra el PASOK, la tradicional formación de centroizquierda griega que, antes de Syriza y Tsipras, se turnaba y compartía el poder en Grecia con ND.
El PASOK concentra en torno al 11% de los votos, según las encuestas. “Syriza llegó al poder en un momento de enorme crisis, como un partido protesta. Cuando, ahora, se ha vuelto a una cierta normalidad, es el PASOK el que recupera el voto de la gente descontenta con ND. Y así, Syriza cae”, dice Papageorgiu, que continúa:
“Aquí es donde viene ahora la gran pregunta y la gran prueba: las elecciones europeas de junio de 2024. Si Syriza falla, si el PASOK les adelanta, no sería descartable que Kaselakis tenga que acabar marchándose”.
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