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Andanzas de Don Quijote y Sancho

Andanzas de Don Quijote y Sancho

En este año de 2016 se cumplen los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes. Por este motivo traemos a esta página de «La Tiza» la adaptación que ha hecho la escritora Concha López Narváez sobre «El Quijote».

Capítulo I:

Don Alonso Quijano

Hace muchos, muchos años, hubo un hombre que pasaba todo su tiempo leyendo. Leía por la mañana, por la tarde y por la noche. Se llamaba don Alonso Quijano y no hacía otra cosa que leer. Tanto, tanto, que casi no comía ni bebía.

Don Alonso vivía con una joven sobrina que era su única familia y con una señora que se encargaba de cuidar de la casa: era su ama de llaves. La sobrina y el ama de llaves estaban muy preocupadas, y hacían lo posible para que don Alonso se alimentara.

-Oídme, señor tío, leer es necesario y bueno; pero también lo es comer. Por lo tanto, dejad ese libro un rato y venid conmigo, que la comida se enfría -decía la sobrina.

Don Alonso la oía como quien oye llover.

-¡Ay, por Dios, cómo os estáis quedando€! -insistía la sobrina-. Vuestros brazos y piernas parecen cuatro palos, y tenéis la piel tan amarilla y arrugada como la de un limón.

Pues sucedió que don Alonso acabó creyendo que lo que leía en los libros, en vez de ser cosas de fantasía, eran verdades de las más verdaderas. Pensando en eso, se puso a hablar consigo mismo, y esto, más o menos, fue lo que se dijo:

«Como en el mundo todavía quedan muchas gentes malvadas que abusan de los más desgraciados y débiles, los caballeros andantes siguen siendo necesarios y, por tanto, yo he de ser uno de ellos».

-¡Seré caballero andante! -gritó emocionado, y, levantándose de un salto del sillón, extendió su brazo derecho y lo agitó en el aire con rápidos movimientos, como si en la mano tuviera una afilada espada.

Luego siguió gritando, cada vez más alto, sin dejar de agitar la espada imaginaria:

-¡Temed, temed, enormes gigantes, fieros dragones, terribles magos, gentes malvadas€! ¡Temblad, porque os tengo que vencer, a todos juntos o a uno por uno, porque con todos se atreve la espada que aquí veis€ ¡Huid, cobardes€! ¡Pero, por muy lejos que lleguéis, por mucho que os escondáis, acabaré encontrándoos! ¡Y vosotras, princesas encantadas, damas cautivas, tristes huérfanos y viudas, esperad, que voy en vuestra ayuda! ¡No lloréis más porque, desde este momento, tenéis quien os defienda! ¡No gimáis, pobres, que salgo a socorreros!

Tanto gritaba don Alonso que los huesos de su alta y flaca figura chocaban los unos con los otros.

-¡Ya vooooooy€! -vociferó corriendo hacia la puerta como si, en ese momento, una princesa encantada o una dama cautiva estuvieran pidiendo su socorro. (€)

Capítulo IV:

En busca de aventuras

A don Quijote se le figuró que Sancho Panza podía ser buen escudero, de modo que se fue a hablar con él, y, más o menos, esto fue lo que le dijo:

-Escucha, Sancho amigo, has de saber que me he hecho caballero andante, y dentro de pocos días marcharé en busca de aventuras. También he de decirte que necesito un escudero, al que, cuando yo gane un reino, que lo ganaré, porque muchos caballeros andantes lo ganaron, como, por ejemplo, lo ganó el Cid Campeador, lo haré gobernador de algún territorio o de una isla€ Y había pensado, Sancho, que tú bien podías ser ese escudero.

Sancho Panza, que nunca había oído hablar de caballeros andantes, se echó las manos a la cabeza y miró a don Quijote con la boca abierta y los ojos redondos como platos.

Pero el caballero comenzó a darle tantas razones, y a hablarle con tan hermosas palabras de eso de ser gobernador de una isla, que Sancho, aunque buen hombre era algo simple, acabó dando vueltas a todo eso en su cabeza:

«El caso es que, si yo gobernara una isla, dejaría de levantarme a las cinco de la mañana, y no tendría que trabajar de sol a sol; comería perdices en vez de sopas de ajo; vestiría de pieles o de seda, según hiciera frío o calor€ Mi mujer, Teresa Panza, sería gobernadora, a mi hija Sanchica la casaría con un conde y a mi hijo lo haría arzobispo».

Mientras hacía estas reflexiones, don Quijote seguía insistiendo, de modo que Sancho acabó diciéndole que sí, que sería su escudero.

El caballero andante se puso más contento que unas pascuas; pero enseguida le advirtió que guardara el secreto:

-Sé prudente, Sancho, y de esto que hemos decidido, ni una palabra a nadie, porque si tu familia o la mía llegaran a enterarse de que pensamos marchar, nos harían la vida imposible.

-¡Seguro! -exclamó Sancho.

En secreto marcharon don Quijote y su escudero cierta noche de julio€

Extraído del libro

«Andanzas de don Quijote y Sancho»

Autora: Concha López Narváez

Prólogo: Ana María Matute

Ilustraciones: Juan Ramón Alonso

Editorial Bruño

ACTIVIDADES

1.- ¿Si pudieras hablar con don Quijote, ¿qué le dirías acerca de la lectura? ¿Te gusta leer? ¿Qué tipo de libros prefieres?

2.- A lo largo de la novela, don Quijote y Sancho se comportan como verdaderos ami­gos. ¿Crees que es importante tener amigos? ¿Por qué?

3.- Imagínate que don Quijote te invita a que lo acompañes en una aventura junto a su fiel es­cudero Sancho Panza. La acción debe trans­currir en el siglo XXI. Escríbelo en forma de cuento y envíalo, junto con un dibujo original, al Concurso Literario del Grupo Leo. Apartado de Correos 3.008, 03080 Alicante. Indica tu nombre, apellidos, curso, colegio, correo elec­trónico y teléfono particular.

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