Carné de Europa: primero, Grecia.
Al llegar a Grecia, yo iba colgada de la corbata del señor, y vi que se estaban celebrando los Juegos Olímpicos de Atenas, la capital. Las hormigas también habían organizado sus juegos en una gran explanada al lado del estadio de los Juegos Humanos. Los llamaban los Juegos Fórmicos, y todo estaba lleno de hormigas atletas. Las hormigas estaban muy orgullosas, porque todo el mundo recordaba por aquellos días que los Juegos los habían inventado los griegos.
- Los griegos lo inventaron casi todo: el teatro, la ciencia, la medicina, la poesía, la manera de pensar ordenada y segura… -me dijeron las hormigas que hacían de árbitro en los Juegos-; incluso inventaron Europa.
-¿Europa también? -pregunté yo, extrañada-. Europa es un continente. ¿Cómo se puede inventar un continente?
-Siglos atrás, los griegos lucharon contra los persas -me explicó una hormiga jueza de los Juegos- Los griegos luchaban por la libertad, la belleza, el esfuerzo, las leyes justas, el pensamiento claro y ordenado, la igualdad de todos los ciudadanos… Los persas estaban a favor de todo lo contrario. Ganaron los griegos y todos los pueblos vecinos aceptaron, como ellos, vivir en libertad y sin leyes injustas ni reyes que abusaran de su poder, y así todos los países que habían aprendido a defender la libertad formaron Europa.
-¿Y por qué eligieron ese nombre?
-Porque los griegos explicaban las cosas con historias fantásticas a las que llamaban mitos. Y uno de esos mitos contaba que había una princesa muy bella llamada Europa y que Zeus, el poderosísimo rey del cielo y de la tierra, se enamoró de ella. Europa no le quería; pero Zeus, para demostrarle su fuerza y su poder, se transformó en un toro blanco y se la llevó montada sobre su espalda aprovechando que la princesa lo estaba acariciando sin saber quién era.
Después, tuvieron hijos que realizaron grandes hazañas. Fue como una lucha entre la belleza y la gracia de la princesa Europa y la fuerza animal de un rey que abusaba de su poder. Y los pueblos escogieron el nombre de la princesa porque preferían la gracia de la inteligencia antes que el poder de la fuerza bruta.
Mientras las hormigas atletas se preparaban, las hormigas juezas me dijeron:
-Como Grecia también inventó la democracia, que es el gobierno de la mayoría respetando a la minoría, puedes elegir las pruebas que quieras ver. Hoy tenemos las carreras de la liebre contra la tortuga y el viaje de la reina de la oscuridad hacia la luz de la primavera.
Decidí democráticamente, porque yo era mi propia mayoría, ver las carreras. Una tortuga desafió a una liebre a que llegaría primera a la meta si le permitía salir antes y le concedía unos metros de ventaja. La liebre aceptó el reto.
Todas las hormigas del estadio aplaudían el coraje de la tortuga.
En la primera carrera, la liebre dejó salir primero a la tortuga, mientras ella, segura de sí misma y despreciando una victoria tan fácil, se dedicaba a comer la hierba del prado y a descansar y divertirse con sus admiradores.
La tortuga, entretanto, se apresuraba lenta pero sin perder un segundo, de tal manera que, cuando la liebre se dio cuenta de que la tortuga ya se acercaba a la meta, pegó un salto pensando atraparla, pero fue inútil, pues la tortuga ya había llegado.
-¡Y eso que lleva la casa a cuestas! -se reían las partidarias de la tortuga, refiriéndose al caparazón-. De nada sirve correr mucho si no se empieza a tiempo. Hay que ir sin prisa, pero sin pausa.
En la segunda carrera, una hormiga filósofa, que son las hormigas que buscan el porqué de todas las cosas, se colocó a mi lado y me explicó:
-Esta es una carrera muy especial. Si quieres que gane la tortuga, tienes que cerrar los ojos y seguir la carrera con la cabeza. Pero si quieres que gane la liebre, tienes que abrir los ojos y ver que pasa.
Decidí cerrar los ojos porque nunca había asistido a una carrera mental, o cerebral, o como se llame: en fin…, una carrera pensada en vez de vivida.
Y entonces, la filósofa Aristófila me iba soplando a la oreja como si retransmitiera la carrera por la radio:
-Imagina que la tortuga ya ha salido y lleva veinte metros de ventaja.
«Piensa que ahora sale la liebre; pero antes de que alcance a la tortuga, tiene que llegar a la mitad del camino, a los diez metros».
«Piensa que, cuando la liebre llegue a los diez metros, la tortuga que no se detiene habrá avanzado dos metros más; o sea, que cuando la liebre esté en los diez metros, la tortuga le llevará doce metros de ventaja».
«Calcula que, para alcanzar a la tortuga, la liebre tiene que llegar antes a la mitad de los doce metros».
«Piensa que, cuando la liebre haya hecho los seis metros de la mitad del camino, la tortuga seguirá avanzando y habrá hecho un metro más: o sea, que le llevará ventaja».
«Y si vas pensando que, para alcanzar a la tortuga, la liebre siempre tiene que llegar antes a la mitad del camino, por pequeña que sea la distancia, y que en este tiempo la tortuga seguirá avanzando aunque sea solo un palmo más en la carrera, siempre, siempre…, comprenderás que la liebre no puede llegar nunca a alcanzar a la tortuga, si la tortuga sale un poco antes. Piénsalo».
