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Amantes de las reformas cambian la gran ciudad por el pueblo

La pandemia eleva el número de desplazamientos

Amantes de las reformas cambian la gran ciudad por el pueblo Pablo González

Maite M. tiene 56 años y vive en Barcelona, aunque espera con ansia a que su nuevo espacio, una vivienda en Pedreguer, esté listo para mudarse. Se está recuperando de un segundo cáncer y en su lista de prioridades, encabezada por la tranquilidad, ya no hay hueco para el bullicio. Esta mujer, amante del mundo de las reformas, es una de las personas a las que la pandemia les ha cambiado el orden de preferencias y ha decidido abandonar la gran ciudad en busca de los beneficios que aporta el mundo rural.

Su segundo cáncer y su proceso de separación le han empujado a pelear por lo que ella llama «volver a empezar». Y para esta residente en Cataluña, la forma perfecta de hacerlo ha sido buscar un hueco en algún lugar que no se asemeje mucho a las avenidas con varios carriles.

Pedreguer es su elección. Allí vive su hermano, y acercarse a él también es ahora una prioridad. «Cumple con mis necesidades: familia, cercanía de carreteras, servicios a unos minutos en coche, mar, montaña y lejos del bullicio de otras localidades», explica Maite sobre el municipio.

«Nunca llegas a estar seguro de lo que compras ni si cumple tus expectativas», señala esta mujer sobre la decisión de hacerse con una vivienda. Tanto ella como su hijo Daniel estaban entusiasmados por marcharse de la ciudad, y buscando por internet dieron con una opción que les facilitaba el proceso.

«Ambos somos seguidores del mundo de las reformas y encontraron a Charo en Instagram. «Nos encantó su contenido y sus reflexiones y decidimos llamarla», cuenta Maite.

Charo Gandia es arquitecta y su historia casa con las decenas y decenas de proyectos que ha llevado a cabo. Vivía en una gran avenida y el estrés de la vida diaria le saturaba. «Sabía lo que era vivir en mi pueblo y pasar los veranos en la casa de campo de mis abuelos», apunta García. La arquitecta considera que la tranquilidad es vital para «pararse a pensar en qué invertimos nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestra salud mental».

García menciona como beneficios del cambio el mayor número de metros cuadrados por menos presupuesto, la posibilidad de disfrutar de espacios exteriores propios «que se convierten en tu oasis con piscina, paellero o jardín», el menor impacto medioambiental «reutilizando el parque de viviendas existente», vivir en el centro de una población y hacer menos uso del coche, tener relación con tus vecinos, y el menor ruido exterior y mental. «En definitiva, vivir más en calma», sentencia. Esta experta se encarga de dar con las casas, aportando seguridad, así como de transformarlas: «Los clientes son los protagonistas, mi labor es descubrir las joyas que otros no ven y transformarlas a medida».

Según la arquitecta, el confinamiento ha provocado un elevado interés por estas casas de pueblo, y lo achaca a que las prioridades de muchos han cambiado.

Reforma en curso de una vivienda en la localidad de Pedreguer. | INFORMACIÓN pablogonzález

Las viviendas con las que trabaja pueden llegar a tener cien años, por eso cuesta que algunos vean las posibilidades que ofrecen en un primer vistazo. «Está claro que en el siglo XXI vivimos de otra forma. Cuando visitas por primera vez una vivienda de este tipo está llena de paredes por todas partes, tantas que no dejan pasar la luz», asegura, al tiempo que explica que reconoce que, en un primer momento, la presentación parece limitar bastante, pero «esto no quiere decir que no sea posible», remarca.

Los clientes, quienes en muchas ocasiones son también herederos, eligen en base a sus necesidades desde espacios abiertos, iluminación, cocina abierta al salón, chimenea, patio con piscina, servicios o colegios cercanos. «Estas casas con historia presentan preexistencias; vigas de madera, muros de piedra, ventanas y puertas muy trabajadas. Las personas de aquella época invertían tiempo y cariño en lo que hacían, es algo que hoy en día se ve menos. Cuidar de estas preexistencias, darles una segunda vida es una forma de darles el valor que tienen sin dejar de pasar otros aspectos como la funcionalidad y confort actual», subraya Gandia.

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