Un equipo de científicos ha logrado averiguar con precisión la estación del año en que impactó contra la Tierra el meteorito que acabó con los dinosaurios: fue en primavera. Así se deduce del análisis de una especie de pez, cuyas capas óseas demuestran la última estación del año en que vivió.

Hace unos 66 millones de años, el meteorito conocido como Chicxulub se estrelló contra la Tierra en lo que actualmente es la península de Yucatán, en México, poniendo así fin a los dinosaurios y marcando el final del periodo Cretácico.

Fue la extinción masiva más selectiva de cuantas se han producido, ya que desaparecieron todos los dinosaurios no aviares, así como pterosaurios, amonites y la mayoría de los reptiles marinos, pero sobrevivieron los mamíferos, aves, cocodrilos y tortugas.

Un equipo de científicos de la Universidad Vrije (Bélgica), la Universidad de Uppsala (Suecia) y el Laboratorio de Radiación Sincrotón (ESRF, en inglés) han logrado desentrañar las circunstancias que rodearon la extinción de cada grupo.

Extinción de los dinosaurios Shutterstock

La respuesta la ofrecieron los huesos de los peces que murieron poco después del impacto del meteorito.

Cuando esa gran roca chocó contra la Tierra desató un excepcional oleaje en mares y ríos. Dichas olas movieron enormes cantidades de sedimento que engulleron peces y los enterraron vivos. Fue así como se conservaron peces espátula y esturiones que ahora se han hallado en Dakota del Norte (EEUU).

Esos peces fósiles se conservaron de forma excepcional y sus huesos apenas muestran signos de alteración geoquímica. La investigadora principal del estudio, Melanie Durante, se trasladó hasta allí para recoger muestras de dichos fósiles, que luego fueron sometidos a una tomografía de alta resolución en el ESRF, que es el acelerador de partículas que produce los rayos X más intensos del mundo.

“Gracias a los datos del ESRF, descubrimos que los huesos registraban un crecimiento estacional, muy parecido al de los árboles, añadiendo una nueva capa cada año en el exterior del hueso”, explica Sophie Sánchez, de la Universidad de Uppsala.

“Los anillos de crecimiento que pudimos recuperar no solo habían capturado las historias de la vida de los peces, sino que también registraron la última estación del Cretácico y, por tanto, la temporada en la que ocurrió la catastrófica extinción”, explica el autor principal, Jeroen van der Lubbe, de la VU de Amsterdam.

Capas de crecimiento de los huesos de los peces Nature

La exploración con rayos X mostró la distribución, las formas y tamaños de las células óseas, que también fluctúan con las estaciones. “En todos los peces estudiados, la densidad y el volumen de las células óseas se pueden rastrear durante años e indican si corresponden a la primavera, el verano, el otoño o el invierno”, añadió.

Cuando estos peces murieron, “vimos que tanto la densidad como los volúmenes de las células estaban en aumento, pero aún no habían alcanzado su punto máximo en el año en que murieron, lo que implica que el crecimiento se detuvo abruptamente en la primavera”, afirman los científicos.

La alimentación también paró en primavera

Pero, paralelamente a los estudios mediante la radiación sincrotón, el equipo realizó un análisis de isótopos de carbono para revelar el patrón anual de alimentación de uno de esos peces.

Y es que la disponibilidad de zooplancton, su manjar preferido, suele alcanzar su punto máximo en verano. Pero al estudiar el registro de crecimiento de los peces espátula analizados se confirmó que “la temporada de alimentación aún no había llegado a su clímax: la muerte llegó en primavera”, indicó Durante.

Hay que tener en cuenta que era primavera en el hemisferio Norte, y allí los ciclos de reproducción de los diferentes organismos estaban empezando y se detuvieron abruptamente. Pero, mientras tanto, era otoño en el hemisferio Sur, donde los organismos vivos se preparaban para el inminente invierno.

Eso permite deducir, afirma la investigación, que los organismos que, por estar en una estación cálida, permanecían al aire libre murieron prácticamente de inmediato. En cambio, aquellos que estaban refugiados en cuevas o madrigueras porque estaban hibernando tenían muchas más probabilidades de sobrevivir.

“Nuestros resultados ayudarán a descubrir por qué la mayoría de los dinosaurios se extinguieron, mientras que las aves y los primeros mamíferos lograron eludir la extinción”, señalan los científicos.

Estudio de referencia (en inglés): https://www.nature.com/articles/s41586-022-04446-1