Cada cierto tiempo surge una nueva noticia que sitúa el hallazgo de los restos del famoso Arca de Noé en algún lugar del mundo.
La última vez que saltaron todas las alarmas fue cuando un dron captó la imagen de una estructura de madera con forma de barco situada a 4000 metros de altitud sobre el monte Ararat. En realidad, la localización es muy certera porque, precisamente, fue cerca de esa zona, concretamente en el pico más alto de Turquía, en Armenia, donde la Biblia sitúa el final de su travesía y le pierde la pista al mismo.
Sin embargo, no es la primera vez que alguien ha hecho referencia a esos mismos restos y los ha situado en idéntico lugar. De hecho, el asunto viene de antiguo. El explorador francés, Fernand Navarra, a mediados del siglo pasado, ya obtuvo vía satélite imágenes similares de dichos restos. En su caso, fueron unas fotografías en las que se podían ver los mismos que, por cierto, se asemejan bastante a los que siempre imaginamos cuando pensamos en el Arca de Noé. Las imágenes son tan nítidas que, en las mismas, se pueden apreciar los distintos compartimentos que éste contendría para cumplir las funciones de jaula.
Por lo tanto, parece incuestionable que encima de aquella montaña están los restos de un barco. Sin embargo, quizás por la importancia que ese descubrimiento tendría, son muchos apuntan a un burdo montaje. Es normal.
Lo único seguro que hay al respecto son dos cosas. Por un lado, que existieron unas copiosas lluvias bautizadas en aquella época como el diluvio universal, que fueron una auténtica desgracia para los animales, igual que hoy en día lo son el cambio climático, el calentamiento global o la contaminación del planeta. Y, por otro, que si hoy lloviera como entonces lo hizo, me temo que sería muy complicado encontrar a seres humanos dispuestos a crear un arca que los salvara a todos.
