Aniversario de la consulta

ERC y Junts se reencuentran en el pragmatismo seis años después del referéndum del 1-O

El partido de Puigdemont y el de Oriol Junqueras se dan la mano en el pragmatismo sexto aniversario

Manifestantes frente al colegio Ramon Llull durante el referéndum del 1-O de 2017.

Manifestantes frente al colegio Ramon Llull durante el referéndum del 1-O de 2017. / FERRAN NADEU

Fidel Masreal y Quim Bertomeu

"El referéndum ya lo hicimos, es válido y no hace falta volverlo a hacer. Teníamos legitimidad para materializar la independencia de Cataluña. Habíamos hallado la fórmula de la victoria. Todo lo que se aparte de esa fórmula y esa legitimidad, nos debilita y aleja del horizonte". Son palabras del 'expresident' Carles Puigdemont hace exactamente un año, en el quinto aniversario del referéndum del 1-O. ¿Cuál es la fórmula de la victoria, en términos 'puigdemontistas'? "El desbordamiento democrático permanente". Y por si queda poco claro, leyendo al propio Puigdemont, en su libro 'Reunim-nos', zanja: "No habrá ningún diálogo ni ninguna negociación sobre el derecho a la autodeterminación de Cataluña". La pregunta del millón, por tanto, es: ¿Qué ha hecho pasar a Junts de esta retórica a negociar la investidura del socialista Pedro Sánchez? El tránsito de ERC en estos seis años, de exigir la declaración de independencia a enarbolar la bandera del diálogo, es ya conocido y aconteció mucho antes. Junts estrena cambio de rumbo, aunque lo niegue. El partido de Puigdemont y el de Oriol Junqueras se reencuentran en el pragmatismo seis años después del 1-O.

Sí, es cierto que Junts nunca ha renegado formalmente del diálogo. Incluso cuando se presentó por primera vez a las elecciones de 2017 bajo el 155 su programa sostenía: "Priorizamos la vía del diálogo". En las generales de 2019 reivindicaba "la negociación como fundamento de la acción política" e insistía en la vía del diálogo. Pero en todos estos momentos el partido de Puigdemont ha mantenido formalmente que no hace falta nada para proclamar la independencia, porque el resultado del referéndum del 1-O (sin ningún reconocimiento internacional y anulado por el Tribunal Constitucional) es válido. Es más, Laura Borràs, como candidata a la Generalitat puso a más de uno los pelos de punta en Junts cuando se comprometió, el 30 de enero de hace dos años en un mitin, a volver a activar la declaración unilateral de independencia (DUI) en el caso de que el resultado las elecciones aflorara una mayoría separatista y le permitiera formar gobierno.

Junts no ha negado nunca el diálogo, pero ha puesto siempre el acento político a la confrontación. Son incontables los epítetos dedicados a ERC por emprender, sí, ese diálogo. Los han acusado de renunciar a la independencia, a la vía unilateral, de hacer el discurso de "dejarlo correr" y, en las bases independentistas, de "botiflers" y "traidores".

El discurso oficial y la realidad

Puigdemont, en agosto de 2020, en una intervención en Prada de Conflent, desplegó su tesis: "La única vía transitable, realista y sin falsas ilusiones es la gestión de una confrontación inteligente con el Estado, es la vía democrática menos segura, la más incierta, preferiríamos otra pero no tenemos otra, lamentablemente".

¿Por qué Puigdemont negocia, pues, con el PSOE, la investidura de Sánchez? Su entorno proclama que negociar no es renunciar a la confrontación. Pero en Junts hace ya muchos meses que el sector más pragmático sostiene en privado que seis años después no tiene ningún sentido defender que el referéndum es algo vigente. Fue, dicen, un gran acto de desobediencia y afirmación, pero sin validez jurídica, al igual que la DUI. Pero la diferencia es que esto lo ha proclamado abiertamente ERC, pero todavía hoy ningún dirigente de Junts lo asume en público.

El actual proceso negociador se entiende en la lógica política habitual: un partido es clave para formar gobierno y negocia para lograr el máximo de objetivos. Puigdemont lo está haciendo. Y sin poner condiciones inasumibles para el PSOE. Y él, y solamente él, gracias a su prestigio en el movimiento independentista, puede al mismo tiempo -como admiten los más pactistas de Junts- asegurar que no ha traicionado sus ideas de confrontación, que sigue donde estaba.

En la práctica y volviendo al referéndum, ya solo la ANC el Consell de la República -controlado por Puigdemont y Toni Comín, de Junts- defienden que el 1-O tiene valor jurídico y se puede descongelar la declaración de independencia cualquier día. Ni Esquerra, ni Òmnium ni otros actores independentistas van por esa vía.

Revisión del 1-O

A diferencia de Junts, Esquerra empezó su revisión del 1-O el mismo invierno de 2017, cuando con la boca pequeña ya reconocía que aquel otoño las cosas no habían salido como hubieran deseado. El giro estratégico definitivo llegó en diciembre 2019 cuando celebró un congreso en el que se entregó a la vía del diálogo con el Estado y puso en el congelador la vía unilateral. La secretaria general del partido, Marta Rovira, ha sido todo este tiempo la principal encargada de los republicanos de revisar el 1-O. Se la considera con la autoridad moral suficiente para no herir a los militantes más susceptibles. En marzo de este mismo año no tuvo reparo en admitir que la votación no había tenido la "suficiente legitimidad interna" porque una parte de los catalanes -sobre todo los contrarios a la independencia- no se habían sentido llamados a votar.

Seis años después del 1-O, los republicanos tratan de acostumbrarse a un nuevo paradigma que no hubieran imaginado tan solo hace unas semanas: Junts también se ha apuntado a la vía de la negociación por la que tanto había criticado a Esquerra. "Junts ha acabado haciendo lo mismo que nosotros, lo mismo por lo que nos llamaban traidores", sostiene una voz autorizada del partido. "Podríamos hacer una lista las veces que nos han dicho que negociación era rendición", remacha un dirigente de la formación.

Los republicanos reivindican siempre que pueden que fueron ellos y no Junts los primeros en llegar a la conclusión que era imprescindible negociar para encontrar una salida al conflicto. "Nos hemos partido la cara", decía el martes el líder republicano en el Congreso, Gabriel Rufián. Ahora, el gran temor de ERC es que, si se consigue la amnistía tras negociar con el PSOE, la opinión pública perciba que es solo gracias a labor negociadora de JxCat. Esa sería una gran paradoja: haber cosechado durante años el desgaste de negociar con el Gobierno, para luego no poderse apuntar el mayor logro.

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