Crítica de 'Insidious: la puerta roja': ciérrese la puerta al salir

La premisa sobre la que se erige la saga ‘Insidious’ es sencilla: algunas personas pueden vivir experiencias extracorpóreas y entrar en otras dimensiones. Su quinta entrega funciona como secuela directa la primera y la segunda, que se centraron en la familia Lambert, encabezada por Josh (Patrick Wilson) and Renai (Rose Byrne). En la primera película, Josh se adentró en una realidad paralela habitada por espíritus malignos para salvar a su hijo; en la segunda, fue poseído por un asesino e intentó matar a su familia. Ahora viejos recuerdos afloran, y padre e hijo se ven de nuevo amenazados por un ente monstruoso. 

Aquellas primeras películas tuvieron la fortuna de contar con la dirección de James Wan, que usó la cámara para aportar al material narrativo más tensión dramática de la que parecía merecer; esa es una habilidad de la que Wilson, que aquí debuta tras la cámara, obviamente carece. Durante gran parte -muy grande- de su metraje, los fantasmas que acosan a los Lambert no son sino socorridos traumas generacionales, y los posteriores sustos resultan ser poco más que ruidos repentinos y otros trucos baratos. Mientras, la película pasa tanto tiempo casi por completo a oscuras que su luminoso final parece una provocación. En vista de ello, alguien debería haberle dicho a Wilson que cerrase la puerta al salir pero, dado el éxito en la taquilla estadounidense del que la película llega precedida, tal vez ya esté preparando la sexta entrega.